EL TIEMPO SE ACABA EN EL FRASCO
ya no es como antes,
cuando podía acariciar con mis pies la superficie pulida del frasco
yo olvidar todo.
Ahora no queda espació casi para ningún movimiento;
solo puedo quedarme con el mentón en las rodillas,
empañando el frasco con mi respiración.
Lo que hay afuera se ve deforme, pero se ve.
Yo, antes, por ahí, andaba con mis hermanos.
Rápido nos escondíamos cuando el gigante venía,
sólo que, mientras uno se escondía en una cajita de fósforos,
otro en un cajón de la cómoda,
yo elegí este frasco y elegí mal; ahora no puedo salir.
Todos ya salieron de su escondite,
todos ya se fueron,
porque el gigante ahora es una masa inofensiva y pequeña,
más pequeña que nosotros.
Pero yo sigo aquí.
El frasco no tiene tapa;
solo un pedazo de tela sujeto con una gomita,
no es ningún impedimento para salir;
pero yo sigo aquí, sigo adentro.
Es el miedo.
Sé que ya no está el peligro mayor, pero aún temo.
Temo todo, siento a mi piel blanda y no quiero lastimarme.
El tiempo se acaba;
yo voy creciendo y el frasco no.
Un día, las paredes del frasco cederán a la presión
y se quebrará el vidrio,
y ahí si que mi piel sufrirá heridas.
Ya no es como antes...
El gigante ya no está, pero no es eso;
a la vez que yo estoy en este frasco,
soy también frasco de otro gigante
más pequeño que el de verdad, más huidizo,
pero que yo mismo construí.
20 de abril de 2007
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