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La noche, fría como noche Siberiana abrazaba al auto de Pedro, como con brazos fuertes, oscuros, tétricos. El lujoso auto se deslizaba por la vieja y gastada carretera número 51 , que conduce a la Costa Pacífico. Pedro y su acompañante, una bella rubia de 35 años, regresaban de un pesado día de trabajo en la empresa “Llanterama”; fabricante de llantas para autos deportivos y para la cual ambos trabajaban.

Esa noche tenían hambre, así que fueron a comprar unos bocadillos en uno de esos populares restaurantes de comida rápida. Ya era muy tarde. de hecho, ellos parecían ser los últimos clientes del día. Los empleados dedicaban todo lo que les quedaba de fuerzas para hacer la limpieza y dejar todo impecable para la siguiente jornada. Todo lo que ocurría en esos momentos le daba al lugar un ambiente de fastidio, de tedio; con un fondo gris salpicado del cansancio del personal y con más ganas de irse a casa, a buscar su cama, que de seguir la fajina en ese sitio.

mientras Pedro pagaba la comida con su tarjeta bancaria, la mesera puso la caja con el pedido, justo a un lado de él. Pedro y su dama acompañante parecían no tener prisa. Ella lo abrazaba por la espalda, como gatita que se restriega a las piernas de su dueño, pero sabiendo, como saben todos los felinos, que ella era la dueña de él.El, por cierto, se sentía un poco más que complacido con el amoroso tratamiento que ella le daba.

Se marcharon del lugar. Pedro arrancó el auto y este se alejo a velocidad moderada, sin prisa, como en una película en cámara lenta. Visto desde atrás, parecía que sólo el conductor se encontraba a bordo, y es que ella le besaba el cuello con tal pasión que los dos eran como uno solo.

Unas cuadras adelante, en medio de la ya de por sí obscura noche, detuvieron el auto bajo un enorme árbol,. En el cenit se admiraba una amarillenta luna que, lejos de alumbrar, parecía derramar sobre la ciudad una lluvia de palidez casi cadavérica. La pareja se besaba escandalosamente feliz, cualquiera hubiera pensado que hacían el amor ahí mismo, al amparo de las sombras y para el deleite de nadie.

En uno de esos besos que tienen la profundidad de la tierra, se oyó el rugido típico producido por el hambre, ese rugido que viene de lo más recóndito de los intestinos. No se sabe de cuál de los dos provino, pero ambos se quejaron de hambre, esta fue más poderosa que su pasión y por esta vez ambos convinieron en que era tiempo de comer los bocadillos.

Pedro abrió la caja. Le sorprendió que estuviera tan fría, de hecho, sintió una especie de decepción y una seria sospecha de que en ese restaurante la comida no fuera tan buena.
Metió la mano a la caja de los alimentos. Se llevó menuda sorpresa al comprobar que en esa caja podía contener cualquier cosa, menos comida.

En el interior del restaurante todo era un casos. Fuera, había estacionadas varias patrullas de policía. Llegaba en ese momento un auto con un par de reporteros del principal diario de la localidad. Los empleados y algunos testigos eran interrogados por reporteros y policías indistintamente. Todo el lugar era un mundo de confusión.

Pedro y su pareja entraron por la puerta principal, se dirigieron a uno de los empleados y preguntaron por el dueño o encargado del lugar. Una vez que este les fue presentado, Pedro le informó:

--Hace como una hora vine a comprar algo de alimento . Cuando abrí la caja me encontré con esto --dijo Pedro.

Puso en sus manos la caja de alimentos. Estaba llena de dinero, era el importe de las ventas de todo el día. La cajera acostumbraba meter el dinero en una caja de alimentos para que pasara desapercibido a los ojos de los curiosos y así evitar la tentación de un asalto. El dueño revisó el dinero, no faltaba ni un centavo. De inmediato llamó a los empleados y a quienes estaban alrededor.

--¡Hey, vengan todos a ver esto --gritó-- este hombre, por un error, se llevó todo el dinero de la caja y lo vino a devolver! ¡Llamen a los reporteros, esta noticia debe ser publicada!

Todos aplaudieron con gritos de júbilo. Sin embargo, Pedro se puso pálido. El pánico hizo presa de él. No sabía qué hacer y estuvo a punto de salir corriendo del lugar, pero era imposible con tanta gente y siendo él mismo el centro de atención. Su nerviosismo y temor eran evidentes, parecía se sintiera más un ladrón que un héroe.

Tal fue la sorpresa del dueño del negocio ante la extraña actitud tan de Pedro que llamó a este y en presencia de un policía lo cuestionó al respecto.

--¿Qué pasa con usted? ¿Cuál es el problema? ¡Dígame la verdad! --Preguntó.

--Lo que sucede es que... la mujer que viene conmigo no es mi esposa... entonces, una foto en el diario pues... --respondió Pedro.




Texto agregado el 20-04-2007, y leído por 724 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
24-04-2007 Pues muy buena la historia y el final tambièn. doctora
21-04-2007 Excelente, me tuviste tan entretenida, y te huro que no podía entender, la falta de personalidad de Pedro frente a las cámaras, pero por supuesto que estaba muy justificada. Excelente final, te salíó top. Un besito********** Victoria 6236013
21-04-2007 jajajajajaja Muy bueno!! lo verá la esposa, se lo merece, que la próxima, no se le escape ese detalle a Pedro, mucho muy divertido miles de estrellas. gfdsa_elisa
21-04-2007 Jajajajaaaaaaaaaa en que aprieto se metio tu amigo Pedro me encanto tu cuento... felicitaciones!! y en hora buena amigo mis***** llenas de luz para tu cielo azul besitosss NIL.. nilda
20-04-2007 Vaya aprieto le causo la " honestidad" ( ???? ) !! Aytana
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