Dijiste que siguiera con mi vida y eso es lo que me ayudó a liberar todo lo que habitaba un hogar destruido por el dolor irreal de no tener al ser querido a mi lado. El amor me ha ayudado a vencer el mundo y ya no temo perder nada. He comprendido que el amor nos libera del deseo, de un querer que sólo quiere para sí, un querer que termina convirtiéndonos en seres incapaces de entender la futilidad de la relación del amo y el esclavo. Los que viven aún así están perdidos por el poder mundano. Salir de esa ilusión, entender que no somos ni lo uno ni lo otro y que ambos existen porque somos nosotros los que generamos esa realidad, es una lucha que requiere de una fuerza tan inconmensurable como el amor. Caminamos en la vida como el hombre que sostiene una viga y camina por la cuerda mirando al precipicio. Nietzsche decía que debemos soltar la viga y dejarnos caer, debemos dejar morir todo lo que sosteníamos como verdad para volver a nacer como el niño que empieza y sólo quiere jugar con el mundo, con la vida, con todo lo que se le presenta, capaz de comulgar sin conflicto.