Quisiera que se me quedara dentro... ¡pero la memoria ya no ayuda!
El primer día se quedó conmigo. Mágica noche oscurita y fría. A la mañana siguiente preguntó si me había arrepentido. ¿Creía que le iba a decir que si? El lunes llamaría... pero no lo hizo. Cientos de duendes me bailoteaban dentro así que el martes llamé yo. ¡Él vendría a casa otra vez! Antes de llegar se perdió, luego le sudaban las manos y tomando las mías me hizo la pregunta más dulce que me han hecho en mi vida. Allí me daba cuenta de la magia alrededor... El mundo empezó a girar diferente. Comimos chocolate y no me espiaba, me miraba en directo con sus ojos brujos.
Miércoles: se va con su banda. Manda mensajes. No importaba porque seguía en contacto. Jueves nos vimos, viernes no (y lo extrañé). Sábado comimos milanesas y hasta allí se pierde la cuenta, un día sí, otro no, dos sí, otro no, tres sí, medio no, cuatro sí, una hora no, cinco sí, seis también y siete.
Uno de esos días se me perdió y tuve miedo... pero parece que sólo fue a juntar el valor necesario para poder empezar a decirme "te amo"...
Ahora jugamos a "la casita", nos hacemos tontos, queremos pero nos da miedo, ¿y si vivimos juntos? nos hacemos cosquillas, nos hacemos felices, nos hacemos la cena, nos hacemos patos, nos hacemos falta...
No quiero que vuelva a dormir en un sillón (en su casa es ahí donde dormía) ¡se merece mucho más! tal vez es mi pretexto perfecto porque yo ya no puedo (o será que ya no quiero) dormir sin él.
¡Me gusta verlo asomarse! Me espía, nos espía cuando nos convertimos en uno ¡y se ríe! Yo nunca había reído y sonreído al hacer el amor... Más bien, yo NUNCA había hecho el amor...
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