Co-escritos
Si lo pienso bien, su llamada; la de ayer, no fue tan solo para invitarme un café, mas bien, como una manera de disculparse, no únicamente por haberme dejado esperando el jueves pasado, sino que también por todas esas sensaciones que quedaron en mi, algo como un no se que, cada vez que me la mencionaban...
Y claro con esa forma que tiene de hablarme; pienso que tiene textos preescritos y me hablaba desde ellos, asimismo creo que esos parlamentos los co-escribimos, en algún lejano lugar, atemporal.
Siempre se que responderle.
Como no iba a perdonarla, el texto parecía decir que debía hacerlo.
Nos juntamos, ella como siempre, llegó con veinte puntuales minutos de retraso. A esa hora en el metro no había nadie, ha de ser la estación menos concurrida, por los oscura y sombría, supongo.
Caminamos a su café, quedaba lejos, pero según ella, no me arrepentiría.
Nunca he entendido su interés -creo que nunca lo haré- por detenerse en todas las vitrinas donde se exhiba algo “made in Japan”.
Pero no, ella no es consumista, se contenta con el solo saber que está ahí, en esa vitrina, que existe.
Al llegar al café en donde ella tantas veces había tomado o comido, ahora se encontraba una sucursal del Interamericano.
- ¡Por la Mierda!, decía ella, mientras con una decisión increíble entraba gritando al banco.
- ¡Celeste!, le susurré. Vamos, a otro. Jugo y pastel a luca. |