Cuento-ficción.
El perro de Ada Ceclina.
Diosnisio (con S en el medio, no podía ser menos) era un perro peludo y vivaracho. Desayunaba leche fría condensada y muslos de pollo sin hueso. Su ama, los domingos, le daba una tacita de jugo de naranja exprimido a mano, por aquello que las semillas no se le atragantaran.
A las 11:30 de la mañana una copita de vino blanco, a 70 grados, como mandan los cánones. El almuerzo era el mismo que el de su dueña. Frugal. Ensalada de arúngulas y espinaca en vinagre balsámico. Rodajitas de pechuga de pato al horno, glaseadas en Oporto.
Por la noche comida de perro: Rótulas de canario en salsa de curry. Los postres consistían en helado de pistacho con galletitas Oreo.
Una tarde de otoño, fresca, cuando los caminos se pintan de oro y la lluvia fría condiciona el ambiente, Diosnisio desapareció. Puerta abierta, descuido, mucho tecleado en el ordenador...divina inspiración neuronal...
Una semana de tristezas y penas. Ocho días de angustias. La policía, los bomberos, fotografía en los litros de leche y en los comercios. De Diosnisio... nada. Se lo había tragado la tierra.
Por fin, una noche de domingo, Ada oyó el ladrido conocido y apagado de un perro que se oía alegre, bullanguero y jovial. Diosnisio apareció en el recodo del camino, con andar triunfante, pecho despejado, orejas enhiestas y rabo erguido. Un guau de orgullo retumbó hasta en el rincón más apartado de la casa. Lo acompañaba un señor de mediana edad, pelo entrecano, sonrisa simpática, calva en la coronilla, anteojos y barriga prominente. Llevaba una corbatita de pajarito, con saco blanco.
-Señorita, ¿este perro es suyo?, preguntó al adivinar la mirada inquisitiva de la dueña de la casa.
-Sí, - Se llama Diosnisio.
-Apareció en la pantalla de mi ordenador, allá en el Caribe. Moviendo el rabo. Le ofrecí comida de lata. No quiso. Solamente comió cuando le ofrecí “sancocho de camarones con ñame y yautía, cocidos en agua de coco”.
-Sí- Está un poco malacostumbrado.
-Lo traigo de vuelta, es difícil de mantener.
El buen señor dio media vuelta y se perdió en el espacio...
Ada Ceclina se quedó pensando... esa cara la conozco... la he visto en alguna parte... en una foto... creo que en los cuenteros.. ¿será r... ? ¡No... no puede ser!
Entró a su cabaña, acarició a Diosnisio y le ofreció de la copa de cava catalán que ya se servía.
Guau.
PD. Si alguien le da alguna estrellita a esta ficción que sea para Diosnisio. Mi amigo.
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