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Texto número 39 para el 12º Asalto del Club de la Pelea.
Categoría: Prosa

LA PARADOJA

Yo, no juego.
No me gustan nada esos juegos en los que uno viene a jugarse el pago del mes olvidándose de la mujer, los hijos, las facturas, soñando en no sé qué porvenir maravilloso lleno de inmensas casa blancas con enormes piscinas, « maître d'hôtel » y chicas de revistas. Les aborezco.
Mi único placer es venir por aquí en verano a pasear por la gran avenida del casino y ver a este anciano que pide limosna. No siempre fui así. En otra vida me llamaba Jorge Fustina. Mis padres, imigrantes italianos sacrificaron toda su pequeña fortuna para que hiciera estudios en Harward. Estudiaba mucho y con placer las matemáticas. Ingresé en el curso del profesor Rosenwall. Era un hombre bajito, con barba y gafas redondas; el típico matemático, quiero decir tal como se lo imaginan las mujeres en general. Yo al contrario, era alto, delgado, rubio y sin complejos. Y además hacia parte de la crema matemática. Era para las chicas una paradoja y se volvían bobas conmigo.
A principios del segundo año, el profesor Rosenwall me hizo una propuesta:
- Eso va en serio, será preciso trabajar noche y día; ¡olvidate de las fiestas y de las chicas!
Y empecé el curso de noche al día siguiente. Ibamos una veintena de estudiantes. Sólo quedaron cinco al final. Durante tres meses el profesor Rosenwall nos hizo praticar el BlackJack. Según su teoría se podría arruinar a todos los casinos del mundo. Al principio fuimos muchos en sonreír y en pensar : « ¡una clase para volverse millonarios sin trabajar! ». Pero el profesor nos afirmó que eso era un trabajo serio. No estaba para bromas y tampoco para vagar.
A los cinco que fueron elegidos entre los mejores jugadores, el profesor distribuyó diez folletines que presentaban su teoría matemática. Tuvimos que estudiarla, anotarla, mencionar cualquier interrogación. Nos dijo: « Os repito que eso es una clase especial, casi secreta. Tenemos qué trabajar duro y atentamente en las próximas semanas porque nuestros mecenas nos están esperando y el dinero por supuesto. No invierten en nuestro equipo para el placer de invertir en algo sino porque creen en nuestra empresa. Os recomendo una y otra vez la más alta discreción. Somos un equipo y nuestra meta es demostrar que con trabajo e inteligencia se puede derrotar a la estupidez incarnada que es el Casino. No olviden que esa gentuza juega con la vida, los sueños de los demás. Y que, en fin, el papel de un científico, de un intelectual no se reduce en inventar nuevas teorías sino también en actuar en su propia sociedad para el bien de todos. No se olviden de que la inteligencia es el mayor adversario de la ignorancia, y como tal su demonio. No se olviden de que los que sirven esa ignorancia y los que la alimentan no quieren perder el control, el poder. Y no tienen ningún limite para callar la inteligencia. Nosotros no estamos jugando, ¡estamos en guerra!
Salimos los cinco elegidos en silencio esa noche, empapados por las palabras del profesor. Ya no podíamos dar marcha atrás.

Empecemos por los casinos de la costa Este y al principio nos salió bien. El profesor y los mecenas estaban satisfechos de esta primera fase. Todos se llenaban los bolsillos y nadie sospechaba nada en los casinos. Se inició la segunda fase. Era más complicada porque teníamos que disfrazarnos. Hasta ahora ibamos de estudiantes en los casinos, pero ahora ibamos a jugar más, mucho más. Nuestra vigilencia siempre en alerta. Uno jugaba mientras los otros paseaban por el casino notando cualquier signo en los esbiros del casino. En esta época me vestía en tiendas Armani, Christian Dior, Yves St Laurent y tenía coche Lamborgini rojo. Vivía noches de lujo en restaurantes finos con chicas de sueño bebiendo champagne Veuve Clicquot y acabando en discotecas de moda en la que se encontraba a los VIP. Ganábamos tanto dinero que pude pagar una casa a mis padres y dejarles tranquilos para el fin de su vida. Pero, lo gordo volvía en los bolsillos de los inversores.
Antes de pasar a la tercera fase del proyecto yo me pasé una noche y gané 1 000 000 de dólares y fue mi error. Jugaba por mi cuenta, me había enganchado al juego y necesitaba jugar, no ganar jugar. Era una fiebre que me invadía, una ola que nada podía parar, un orgasmo infinito. En un casino jugar con tanta astucia para ganar algunos dólares no llama la atención; yo ganaba mucho, demasiado para ellos.Vinieron a buscarme dos esbiros y me llevaron adonde el director. Me recibió de manera falsamente civilizada con champán en copas de cristal de bohemia. Sentí una bola en mi estómago y me costó mucho tragar una gota de esta copita. El director me dijo que iba a pagarme pero que en cambio tendría que hacerle el favor no volver jamás en su casino ni en cualquier otro.
- Usted no tiene trucos... La gente de su especie es un peligro para nuestro comercio. Aquí se vende sueño y ensoñamos. No hay trucos en nuestros juegos solo esperanza desmesurada.
- ¡No hice nada ilegal!
- No, sólo destroza los sueños de los demás y por consecuente destruye mi comercio. Adios.
Dos esbirros, el primero y el segundo, me condujeron a la puerta del casino de manera incivil y brutal para que no olvidara mi interdicción de jugar.

En la universidad el prosefor me sermonó. La tercera fase no podría realizarse como previsto y me echaron del equipo por ser un traidor a la causa anticasino. Pero mi problema era la adicción. Intenté una cura de desintoxicación. Duró tres meses. Al cabo de la cura tomé un vuelo para la ciudad cuyo casino me había rechazado. Y a la noche siguiente no pude resistir me fui al casino para ver los buenos resultados de mi terapia. Me disfrazé con barba, gafas negras y peluca . Al principio me daba asco esa gente jugando para ganar sus sueños en vez de trabajar y servirse de su inteligencia, me sentía ajeno a este mundo basado en lo irreal. Iba a despedirme cuando saqué el jackpot : 5000 dólares! La muchedumbre vino a mi alrededor, mujeres gritaban, hombres lloraban, cada uno intentando atraerse la fortuna, la suerte. No era suerte, lo sabía, pero no sé como, me entraron ganas de jugar lo que había ganado en la mesa del blackjack. Intenté luchar pero el sabor del dinero fácil se apoderó de mi boca, en mi estómago miles de hormigas me cosquilleaban y acabé en la mesa. Era el juego. Jugar en la mesa, jugar con las apariencias,¿ iban a reconocerme? Claro y me pillaron y esta vez me dieron una paliza que ni mi madre me hubiera reconocido. Me echaron a patadas:
- Tomate eso, hijo de puta
Cuando vuelvas, si lo intentas, ni tu propia madre reconocerá tu cadáver.
Cuando vuelvas, los coyotes tendrán su fiesta grande, cabrón!
Me invadió una cólera irracional: no podía jugar más, mi sueño se quebrantaba en mil pedazitos. Lo había destrozado todo: mis estudios, el proyecto con el profesor, mi vida en fin. Decidí acabar el proyecto del profesor a mi manera. Me fui a Paris en una clínica estética de gran fama en el mundo VIP. En un año y medio había cambiado mi rostro, mis caderas, mis senos, mi ropa mi nombre y mi apellido para vengarme de estos australopitecos. Todo el dinero que me quedaba se hundió en esta empresa.
Al cabo de dos años volví a la ciudad, y encontré todo igual. Las calles iluminadas, la gente paseando por la noche buscando un lugar en que gastar dinero : restaurantes, discotecas, y el casino. En dos años le habían cambiado el decoro, pero no la plantilla. Me acerqué con el coche Mercedes de alquiler, me aparqué delante de la puerta y un portero vino a abrir la puerta, cogió las llaves del coche mientras otro me abría las puertas de cristal del casino. Todas las miradas se fijaron en mí. En el espacio de un segundo creí que me habían reconocido; me miré en un espejo fijando reponerme la bufanda de seda en el hombro. No me reconocían sino que admiraban la belleza de mi cuerpo, de mi rostro, de mi apariencia. ¿Cómo, de verdad, no sucumbir delante tan bella obra de arte? Era un experto, y no me había confundido. Las apariencias, ya lo iban a aprender, pueden engañar. Servirse de sus propias contradicciones para ganar la batalla. Estando bella, glamour con mis tacones lejanos, mi falda rosa que ceñía mi talla , la bufanda de seda con lunares y el inovidable bolsito de cuero con cadena de oro de Chanel.
Fui al bar a tomar una copita de champan con una fresa. Me acostumbraba a mi nueva identidad y a las miradas golosas de los hombres. Soñaban. Cuando iba a pagar mi consumo el camarero me informó que el director me lo regalaba y me indicó la mesa del fondo de una ojeada. Le agradecí de la mano, y me fui a jugar al Blackjack. Pobre director, pensé, ¡se imaginaba ya en mis brazos! Animó aún más mi rabia, ya no me importaba jugar, ganar dinero, solo vengarme. Había perdido todo hasta mi identidad para lograrlo, este la iba a pagar.
Empecé a jugar de manera voluntariamente tonta como lo tiene que hacer una belleza, me reía de mis pérdidas. El director me propusó un crédito de 1000 dólares. Le agradecí su largueza y volví a la mesa. Según la teoría del profesor ya iba a salir el premio gordo.Podía jugar en paz, se había ido el director como cada noche a dar un paseo con su mujer y el perro, seguro de que la rubia del casino era en su tela de araña. Lo imaginaba pensando en su trampa grosera para acaparar esta belleza, volviéndola su esclava. Pensará cogiendo de la mano a su mujer : « Todo es cuestión de timing, se enredará alrededor de mis juegos, le faltará siempre dinero, me pedirá me suplicará y ¡zas! La devoraré. » Y seguro de sí mismo dará un beso en la frente de su mujer.

Todo es cuestión de timing, ¡sí señor! Sólo me hacía falta media hora para destruirle de una vez. Ganaba y cuando llegué al million de dolares dije a la muchedumbre que se había aproximado: « A ver si se puede ganar màs o perderlo todo! » con tono de rubia tonta y carcajada adecuada.. Murmuraba que era una idiota, que era rubia de verdad, que lo que hicieran ellos con tanto dinero, que era loca que lo iba a perder todo. Mientras tanto el director reapareció sofocante, intentando salvar las apariencias, se pusó a reir y dijo: « No puede ganar, señores y señoras, o sino es la bancarrota. Ja, ja, ja! » . Muchos se rieron, pero bien se veía que el director temía a esa rubia perfecta : oscilaba entre dos ideas: o es una loca del juego o es.... Y no sabía qué pensar, qué expresar, qué imaginar, pues no tenía vocabulario suficiente para decirlo. Pusé todo en la mesa. Y gané. El silencio invadió la sala, mientras un murmuro se deslizaba por todas las salas, aumentó hasta volverse un inmenso grito de alegría o de histeria colectiva. Un periodista sacaba fotos;lo había planeado porque a la gente a quien le gusta la sombra, mucha luz! Ya no podía hacer marcha atrás el director. Y delante de la gente me firmó el cheque.
Al día siguiente salió en el periódico la bancarrota del casino y la exquisita ganadora. El periodista fue empleado por el New York Times a la semana siguiente. Y yo, recibí una carta del profesor, felicitándome y proponiéndome un puesto en la Universidad de Harward. Y cada verano, vengo a dar un paseo por aquí, a dar una propina al viejo mendigo de la calle principal. Y en las calles sigue la lucha entre los aprovechadores y los que trabajan. Hemos ganado una batalla, la guerra sigue.

Texto agregado el 19-04-2007, y leído por 188 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-04-2007 Por Favor no dejar comentarios. Texto concursando en el 12º Asalto del Club de la Pelea. sara_eliana
 
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