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Texto número 38 para el 12º Asalto del Club de la Pelea.
Categoría: Verso

Solo, frente al hogar


Dos leños en la chimenea, enfrentando y ensamblando perfectamente sus zonas
más calientes, generando la magia de la llama, cuando el roce tan cercano y
constante convierte al humo protector, en el acompañante ideal del calor de los cuerpos,
que se ha expandido por todos los rincones de la casa. Se percibe el
ambiente propicio para la reflexión en la cadencia de la voz de algún poeta
y
afuera, nada más, llueve.

No deja de llover en este nuevo país que nos ha tocado en suerte y nuestros cuerpos son dos brazas a punto de apagarse, y por lo tanto en la
plenitud de sus historias, prendidos fuego a un paso del mutismo, sin
ropas,
vestidos con las caricias de la gloria ausente. Erotizados, confundidos y
construidos con erógenas pasiones casi olvidadas, injustamente desterradas
de la memoria de los pueblos, porque la vida y la muerte en los resguardos
se hace imposible buscando aquel principio, el de siempre, el que jamás
termina de empezar. Ese presente continuo que no permite el ingreso al final de la historia.

¿Existe el sol?
Me pregunta el sonido a púa gastada desde mí viejo tocadisco de vinilo.

Si afuera llueve y tus entregas son tan solo un recuerdo, una mirada fugaz
sobre los leños que consumen el aire grato de tu aroma a manzanas verdes.

¡Soy yo!
Es que no puedes despertar de esa maldita constricción.
La lluvia no perdona la melancolía de una ausencia
y los dueños de la historia, apenas nos permiten burlar tímidamente sus
condiciones
predeterminadas, de pequeños trozos de felicidad, y ser protagonistas
de las impostergables decisiones que no conducen a nada, con la
baba entre las piernas de los muertos.

¡No puedo andar sin vos entre mis brazos!
Me faltan tus melancólicos caprichos, tus voces inocentes y voraces. Me falta el alma
para hablar de mi fracaso y el chasquido de la lluvia en el portal que se
hace insoportable sin tu risa, mi boca entre tus piernas lamiendo tus
orillas y la gata durmiendo en el sillón y el sonido de los leños
crepitando
inciertos destinos, dejando fluir la mustia melodía de la vida.


Puedes estar aquí conmigo, y ser como te espero, cuando quiero ver tu
cuerpo
sin mi abrigo. Puedes estar aquí en mis letras, tan lejana y tan pegada a
mis palabras que solo pueden nombrarte y cantar hasta el albor con mi voz de
tus voces:
Puedes estar... pero la verdad es otra, y no puedo hacerme a la idea de la
maldita realidad de tu silencio, tan negro y frío que congela mi corazón
hasta romperlo en mil pequeños dolores de abatimiento ¿Por qué tengo que
admitir que ya no estás?
La razón me ha abandonado en los recónditos pasillos de mi inteligencia, y en medio de este hospital mugriento, que cobija como puede las almas de los pobres,
comprendo ahora la inocencia secular de ese último pedido tuyo: un
beso.

Texto agregado el 19-04-2007, y leído por 124 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-04-2007 Por Favor no dejar comentarios. Texto concursando en el 12º Asalto del Club de la Pelea. sara_eliana
 
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