SARA Y EL COLGADOR DE CUENTOS



Desde hace muchos años el pueblo Roca Alta da la bienvenida a la primavera con un concurso de cuentos creados solo por niños. Familias enteras se reúnen en la plaza mayor. A un lado se sientan los acompañantes, a los cuales se les distrae contándoles historias y anécdotas. Al otro, los pequeños participantes, que optan a un único premio: Un viaje para tres personas, con todos los gastos pagados, un fin de semana en un encantador pueblo costero.
A cada uno se le proporciona papel en blanco, lápiz, goma, bolígrafo, rotulador y dos horas de tiempo. Tienen que presentar su trabajo con un título puesto con rotulador y el cuento escrito a bolígrafo. Muchos utilizan el lápiz y la goma para ir dando vida a su creación, otros, valientemente, se atreven a escribirlo directamente con el bolígrafo. Se pueden ver niños sentados en sillas y otros estirados en el suelo. A medida que los concursantes van terminando con sus trabajos se los dan al colgador de cuentos, éste los cuelga en unas cuerdas que previamente se han atado de árbol a árbol por toda la plaza, facilitando la lectura de quien los quiera leer. Cuando sopla algo de viento da la sensación que los cuentos bailan al son de unas notas invisibles.
Cuando todos los niños finalizan, los cuentos son leídos por el narrador y un jurado popular elige al ganador.

Cada año se hace un libro con todos los cuentos que participan en el concurso pasando a formar parte de la biblioteca del pueblo. Muchos de aquellos niños, al hacerse mayores llevaban a sus hijos a la biblioteca para leerles los cuentos que en su día escribieron. La tradición hace que los habitantes del pueblo, desde muy temprana edad, sientan el gusto por las letras.

Aquel año el colgador de cuentos se estrenaba, era un chico de unos dieciséis años, algo tímido y al que se le podía encontrar normalmente en la biblioteca del pueblo, o subido a un árbol viviendo desde allí las fabulosas fantasías que poblaban su distraída mente.

En la primera media hora de concurso, el chico no tuvo trabajo, pero a partir de entonces, los niños le buscaban para que colgase sus cuentos.
Una niña se le acercó con una hoja prácticamente en blanco, al pie de ésta sólo se podía leer su nombre. Al chico le extrañó mucho, leyó su nombre en la hoja y le dijo:

-Sara. No has escrito ningún cuento.
-Ya lo sé, igualmente nunca gano.
-Pero tú sabes que lo importante es participar ¿Verdad?
-Sí, lo sé, por eso he puesto mi nombre en la hoja, ya participo.
-No participas. Tu cuento no tiene ni título ni cuento, sólo es una hoja en blanco con tu nombre. El jurado no podrá leer sólo tu nombre y ya está. ¿No tienes ganas de ir con tus padres o hermanitos a ese viaje?
-Mis padres murieron hace seis meses en un accidente de coche. Yo me salvé porque me había quedado el fin de semana en casa de mi abuela y no tengo hermanos. - Respondió la niña-
El chico se sintió acongojado al escucharla pero reaccionó de inmediato.-Y ¿No te gustaría ganar para que desde el cielo se sintiesen orgullosos de ti?
-Puede.
-Entonces ¿Por qué no intentarlo? Total, si no ganas te quedarás como hasta ahora.
-De acuerdo, lo intentaré.
-Deja volar tu imaginación y recuerda que los miembros del jurado hoy van a leer muchos cuentos. Creo que tienes que hacer uno que sea original, diferente a los demás. Recuerda que ellos ahora son mayores, pero que también han sido niños y que si están de jurado en el concurso es porque tienen mucha imaginación.
-Voy a intentarlo.- Dijo la niña con un esbozo de sonrisa.-
-Así me gusta.- Le contestó contento el colgador de cuentos.-Te deseo mucha suerte.
-Gracias.- Dijo Sara mientras se iba al lugar donde los pequeños escritores escribían sus cuentos.- La necesitaré.

Los trabajos fueron llegando hasta el colgador de cuentos. Éste, de tanto en tanto, miraba en dirección a la niña pero en ningún momento vio que Sara escribiese ni una línea. El tiempo se estaba agotando, apenas quedaban dos minutos y fue cuando vio desde lejos cómo la niña escribía algo. Sara terminó justo a tiempo su trabajo por lo que su cuento no fue colgado sino que fue directamente a manos del narrador y puesto en la última posición de lectura. El colgador de cuentos se quedó con las ganas de saber lo que había escrito.

El narrador empezó con las lecturas mientras el jurado otorgaba su puntuación. Había cuentos de brujas, de magos, de dragones, de princesas. Cuentos de animales, de colores, de superhéroes, de niños. Llegó la hora de leer el de Sara. El colgador de cuentos no podía más, estaba muy nervioso, en cambio la niña estaba la mar de tranquila dándole la mano a su abuela esperaba la lectura de su cuento.

…Y ahora la lectura del último cuento que entra a concurso este año. Su autora se llama Sara Azul y el título de su trabajo…- Iba diciendo el narrador: “El cuento más hermoso que te puedas imaginar” Al acabar de leer el título al narrador se le escapó una sonrisa.- Y el cuento dice así: “Érase una vez el cuento más hermoso que te puedas imaginar.” Y se quedó callado. Sí, sí, no me miréis así, el cuento os lo tenéis que imaginar vosotros.
Toda la gente mayor estalló en carcajadas y aplausos. El jurado por supuesto le concedió el premio por su originalidad y frescura. Al ir a recogerlo Sara dio las gracias y le pidió al colgador de cuentos que les acompañase a su abuela y a ella en el viaje a la playa más hermosa que puedas imaginar, y así vio el mar por primera vez.
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Hemos de utilizar la imaginación, es una herramienta fundamental para escribir cuentos.

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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ