Con tu puedo...Cap 34
Dos mundos
Alamiro cierra los ojos, se siente bien al aire libre, en la sombra del kiosco. No irá a ver los invitados, ha pedido a Mariana que nos se acerque a la reja. De alguna manera los aromas que vienen del interior del recinto además de producirle hambre, le generan ira, ira por la injusticia, no por el casorio ya que todos tienen ese derecho.
Piensa que en un par de horas deberán presentarse en el teatro. Función en honor a los recién casados, a ella asistirán los invitados de Fernando Gómez.
Debe ser una excelente actuación – Piensa el joven - de ello nos ha hablado el director. La necesidad de demostrar que a pesar de los escasos recursos, somos capaces de mostrar que no estamos lejos de los artistas profesionales. Y que luego de esta actuación frente a los invitados realizaremos una función para los nuestros.
Recuerda a sus viejos que han de estar en su Ovalle.
En unas horas las presentaciónes y, luego la reunión para afinar el plan de lucha, los ánimos están caldeados. Hay algunos delegados que tienen su resto de impaciencia y de temor, hay otros que quieren hacer explotar la Oficina. Algunos desean que la pulpería sea vaciada y entregar los alimentos a los mineros y sus familias.
Desde el puerto, los compañeros de la Mancomunal les han solicitado que esperen unos días, a lo menos diez, son los que se requieren para visitar algunas Oficinas e informar de la huelga que se prepara. Buscar solidaridad sin hablar de que Oficina se trata.
—¿Qué hacer? – Se pregunta
Lo principal es lograr disciplina. Hay que hacerlo todo con todos, que nadie se esconda, hay que alcanzar el objetivo y si es sin sangre mucho mejor, para ello, es imprescindible actuar como trabajadores honestos. Es cierto que la pulpería roba a ojos vista, cobra el doble de lo que cuestan las cosas en Iquique o Antofagasta. ¿Sí la vaciamos, estaremos haciendo lo mismo que la Administración o es acto de justicia? Es justicia sí, pero daremos un elemento para una fuerte represión. Aún no es el tiempo para algo así. Tengo que conversar con José Manuel y Juvencio.
—¡Alamiro!
—Perdón ¿Qué ocurre, amor?
—¿Cómo qué ocurre? Falta una hora para iniciar la función, el director nos llama.
—Amor, parece me quedé traspuesto y estaba como soñando.
—¿Qué soñabas?
Una sonrisa sale del joven, achica los ojos y responde.
—En nosotros Marianita, en usted y yo, y también en la gente de la Oficina. Amor, voy a casa, me lavo algo y voy al teatro.
—Te esperamos – Dice la joven, besa los labios de su novio.
Ya llevo varias semanas acá – Efraín se encuentra tirado en su camastro, mira el cielo de zinc a la espera de los acontecimientos que espera - me siento enterrado y ya quiero regresar a Antofa, espero completar el trabajo en pocos días, con ello nos iremos con un buen turro de billetes para pasarlo bien. El jefe no ha venido, confía en que hagamos el trabajo y nos vayamos, nos dio una parte del billete y la otra cuando terminemos, no va a ser difícil. Hay esperar a que nos indiquen cuándo y dónde.
Mientras se espera a que llegue el tren en que vienen los recién casados con su séquito de invitados. En la pulpería hay una larga fila de personas que esperan el turno para recibir los regalos de la Administración, las partes de los vacunos que no sirvieron para asarlos, han sido trozados y se entregan a razón de un kilo de huesos con algo de carne por trabajador, además de vino, cervezas y refrescos.
A medio tarde muchos mineros están ebrios, recorren el poblado avivando a los novios.
A lo lejos se oye una sirena, es el tren que anuncia la llegada, su silbo es largo, los maquinistas lo hacen sonar cada minuto. Poco a poco los habitantes se acercan a la estación en donde descenderán los recién casados y sus invitados. Los niños, cargados de parches en sus ropas están instalados para ver desde la primera fila.
Y el tren con su negra locomotora se detiene. Bajan en primer lugar un par de tipos vestidos de negro, con corbata de humita, frac y sombreros de alta copa. Tan solo sus camisas y guantes son blancos. Se paran a cada lado de la puerta del primer vagón. Cuando va a bajar la novia, ponen sus manos para sostenerla. Baja el novio y luego varios niños que hacen de pajes para levantar la cola del vestido que mide varios metros de largo.
Las callejas del campamento fueron barridas varias veces, se humedecieron con agua, la misma por la que los habitantes deben hacer cola para sacarla de un solo pilón. Las casas que están al paso de la comitiva han sido blanqueadas con cal.
En el interior del enrejado -recinto que utilizan los administradores y personal llegado desde Londres- los mozos y cocineros se mueven con nerviosismo, unos con bandejas de plata llenas de vasos con frescos licores, esperan a que lleguen los invitados para saciar la sed. Los cocineros, terminan de preparar un opíparo banquete.
Hay bandejas con quesos maduros, caviar, frutas frescas y otras delicateses, con ello los ansiosos comensales esperarán a que las largas mesas los reciban con carnes cocidas y asadas y mucho vino.
Afuera de las rejas. Hay ojos que miran con avidez lo que ocurre en el interior. Dos mundos, dos separados mundos, uno del lujo, de la ropa cara, del perfume importado, de los zapatos brillosos, de las billeteras llenas, de los dueños del poder y, el otro mundo, el de los pantalones parchados, del hambre diaria y eterna, de los ojos tristes, de la rabia masticada, de las ansias de vida mejor.
Sombrillas y abanicos, se ven con profusión, elementos con que ellas quitan el. Ojos que miran a los niños y adultos que observan desde el exterior. A la mayoría de los invitados les importa un rábano lo que afuera ocurre, no es de ellos la culpa de que el mundo sea así, de pobres y ricos, por lo menos ellos están en el bando de los privilegiados, de los ricos.
Un par de barreteros y herramienteros que caminan su cura, piropean a una rubia demasiado bella, hacen alusión a sus potencialidades amatorias, la joven les presta poca atención.
Rotos de mierda, sin respeto son, debí haber venido con mi novio. Ese es otro igual, en lo único que piensan es en la cama y de cómo llevarme a ella y estos rotos, son peores, groseros.
—Carlita, ven – Llama la niña a quien los trabajadores piropean.
—¿Qué te ocurre?
—Mira esos rotos de mierda como me hablan.
—¿Que te dicen?
—Puras groserías.
—Bueno y para qué te paseas cerca de la reja, si yo estuviese al otro lado también lo haría
—Le voy a decir a la Fernanda para que los echen a patadas por el culo.
—Ya, tonta, vámonos de acá, la Fernanda de lo único que está preocupada es de que llegue la noche y ella con el James puedan irse a la cama de una vez por todas.
—¡Mijita, mijita rica! Estoy más templado que las brocas que uso para perforar el caliche.
La rubia se colocó tan roja como hierro en la fragua, su amiga a dado en el clavo con eso de para que se pasea cerca de la reja.
—Señorita, señorita – habla un niño a la pareja de jóvenes que se van a retirar.
—¿Qué quieres?
—Señorita, tengo hambrita, ¿Por qué no me da algo p´a comer, por favorcito?
—¿Cómo te llamas?
—Pedro y ¿usted?
—Carla Antonia, voy a ver si les traigo algo.
A los minutos regresaron con un platillo en el que le colocaron algunas cosas, se las entregaron y se fueron.
El almuerzo duró un par de horas, a las seis de la tarde Fernando Gómez invitó a los presentes a dirigirse al teatro ya que la Compañía de Teatro de la Oficina presentaría una obra, la estrenaría en honor a los casados.
La sala fue hermoseada, se pintó, se barrió varias veces, se colocaron flores en los pilares de madera, se incrementó la iluminación, las cortinas del escenario fueron cambiadas.
Poco a poco la sala se fue llenando de público, la función está destinada sólo a las visitas.
Actores y actrices, todos ellos aficionados, se cambian sus ropas por las de la obra se maquillan para parecerse a sus representados, repiten sus parlamentos. El apuntador hace que le lean los labios y reconozcan sus gestos. Los tramoyistas están prestos a cambiar lo que haya que cambiar en el más breve tiempo. El director repasa con cada persona, les arregla en vestuario, le sonríe, está tan nervioso como sus actores.
—Faltan cinco minutos para salir a escena – Dice Juvencio.
—Estamos listo, maestro – Responde Mariana
—Tienen que subir con toda la confianza en sus personas, cuando hicimos el ensayo con la gente de la Oficina, salió muy bien. Hay que superarse, sé que podrán hacerlo.
Hay que demostrar que somos capaces de hacer algo bueno y que no envidiamos en nada a los actores profesionales. No importa que el Administrador diga que es una compañía de la empresa, nosotros sabemos que somos parte de los trabajadores de esta Oficina.
—Un minuto... ¡Acercarse todos!
¡Mierda, mierda mucha mierda! – Todos repiten con el Director, con ello se inicia la presentación.
Una hora y media sobre las tablas, una hora y media que en la sala sólo se oyó la voz de actrices y actores. Un gran aplauso se escuchó cuando terminaron, primero algo tímido, luego fue una ovación. Poco a poco los invitados se fueron levantando de sus butacas, al final todo el teatro estaba de pie aplaudiendo, el telón fue cerrado y abierto seis veces, finalmente subió el director.
Algunos de los jóvenes espectadores sacaron flores desde los floreros y lanzaron a las actrices.
Los mayores se acercaron a Fernando Gómez a felicitarlo por la presentación, éste recibe las felicitaciones. Fernando Gómez Se acerca a Juvencio, le pide una lista de los que han trabajado en la obra, Juvencio le entrega al minuto.
—Juvencio.
—Sí, señor.
—Dígales que le va a llegar un pequeño regalo de mi parte,
—Gracias, señor, aún cuando yo preferiría alguna mayor facilidad para los jóvenes.
—Después vemos eso.
El Administrador, al saber que se presentaría la obra a la Oficina entera en una hora más, mandó a tres mozos que llevasen algunas bandejas con comida y bebidas para los artistas, cosas que fueron muy bien recibidas ya que el hambre estaba haciendo estragos en ellos.
—Don Juvencio – Le habla Alamiro.
—Bah. ¿Y ese Don que ocurre, Alamiro?
—Después de la función nos reuniremos con los delegados para determinar cosas.
—Muy bien, me quedaré con las llaves y las entrego mañana o el lunes, están de fiesta ni se van a preocupar si ven gente.
La segunda función fue mejor que la primera, en la anterior habían actuado como obligación, ahora lo hacen para los suyos, así que lo hacen con todo el corazón, corazón y profesionalismo.
Hay varios que se hacen los invitados y se van quedando en la sala. Cuando salen todos, se cierran las puertas. Alamiro saluda a cada uno con un apretón de manos, se sientan y esperan, Juvencio reunió dinero entre los mismos delegados, comprando algunas cositas en la cantina y algo de vino, razón por la cual el lugar parecía reunión de amigos para celebrar.
Compañeros – Partió diciendo Alamiro – esta reunión es para ver lo final de las peticiones, las he separado en dos grupos:
Uno: lo de los salarios y dineros y,
Dos: un par de cuestiones que me parecen hay que pedir.
—Reajuste de un quinto de lo que se gana en cada sector.
—Eliminar las fichas.
—Salario basado en plata chilena y no inglesa.
—No obligación de comprar en la pulpería, ya que se cobra el doble de lo que valen las cosas en Iquique o Antofagasta.
—Eliminar la obligación de avisar a la Administración de las visitas.
—Que sea una mancomunal quien se entienda con la Administración.
—Libertad para invitar a quien se estime conveniente.
En esas peticiones está todo lo conversado con cada sector, o a mí me parece que hemos incorporado todo. ¿Hay algo que no esté?
—Alamiro.
—¿Angel?
—Me gustaría pensarlo. ¿Podemos mañana conversar nuevamente?
—De poder, siempre se puede, pero no puede ser mucho mas allá de mañana por la mañana, ya que hay que seguir con el secreto.
¿Cómo están los compañeros?
—Nosotros, todos firmes, vamos hasta el final – Dice un barretero
—En la maestranza, salvo el sapo, todos dispuestos a lo que venga
—Los herreros todos.
—Nosotros del derripiado, firmes
Todos asienten, los ánimos están firmes.
—Ha que tener previsto todo, Fernando Gómez nos va a mandar a la cresta, lo más seguro es que mande a buscar a los milicos, que eche a muchos, por ello mi idea es que el día que le entreguemos la carta, vaya yo sólo.
Él sabrá que voy sólo, pero que no estoy sólo en esto. Yo me llevaré todo el peso.
—Alamiro, a mí me gustaría ir también – habla Víctor, delegado de los herreros.
—Y yo
—Y también yo.
—¿Qué ocurre si nos echa de inmediato a todos los que vamos a entregar esto? Todos podemos ir, pero, por ser la primera vez, creo que hay que tener preparada la respuesta, o sea ser capaces de parar la Oficina Y pienso que esa parte corresponderá a ustedes, una vez que él quiera hablar con nosotros, ahí no iré sólo.
—Me parece justo lo que dice Alamiro – Dice Juvencio – tenemos que afirmarnos bien los pantalones.
—Yo estoy de acuerdo – dice el mecanico – mañana si hay algo que no está lo decimos, y luego a preparar todo y ¡Qué sea lo que Dios quiera! De cualquier modo, al regreso ya no será nada lo mismo. Creo que hay que eliminar los cepos.
Nos juntamos mañana a las doce acá ¿Están de acuerdo?
—Sí – Todos asienten.
Curiche
Abril, 19 2007
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