La pulseada

Mientras tanto, en ésta interminable madrugada, nuestras miradas permanecen intactas. Lo único que deseo es que te rindas. Una mueca en tu cara no hace que cambie de actitud. De repente tu cuerpo se pone tenso y explota en un grito de súplicas perforando mis oídos.
Camino. Vos me seguís. Ella entra sorprendida y vos te callas. –yo me encargo, exclamo.
Otra vez como dos luchadores, estamos cara a cara y yo buscando la derrota.
Para mi, la situación es clara y creo que para vos es confusa. Estás atento a mis dominantes movimientos y tus dilatadas pupilas se incrustan en las mías.
Los minutos avanzan muy despacio, mis brazos se cansan y vos estás igual.
Aparentemente lo que bebió no lo hizo flaquear, es fuerte. Ahora todo depende de mí.
Retrocedo, giro, avanzo, En la casa apenas entra un hilo de luz que alcanza para ver su rostro casi agotado. Sus párpados caen lentamente y ya me siento ganador.
Llamo a mi esposa para compartir el triunfo.
Hice dormir a mi pequeño hijo.