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Inicio / Cuenteros Locales / dino_gato / Entre él, Dios y yo.

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Buenas tardes, mi nombre es Miguel, y quisiera narrar una historia, ciertamente no la mía, la de una niña que observo desde sus cinco años, ha cambiado mucho hasta sus dieciocho, que fue la edad en la que dejé de verla; mas debo hacer una presentación un poco menos paupérrima de mí para que esto sea entendible.
Yo solía vivir, como ella, antes de quedar atrapado en esta especie de limbo que no me abre las puertas ni al cielo ni al infierno, pues bien, bastante aburrido de estar solo aquí decidí que mis memorias no debían ser olvidadas por lo que he de escribirlas en estos lienzos de nubes, con la tinta de mi sudor.
No podía decidir sobre cuál de tantas anécdotas escribir hasta que comencé a recordar la historia de esta pequeña, y me gustó tanto que decidí contarla, así es que comencemos.
No hay razón para describir datos tan tribales como su fecha de nacimiento o su nacionalidad, basta con saber que al momento de nacer estaba rodeada de un ambiente de amor, pero con nacer también se adjudicó un gran peso; debería cargar con los obstáculos y altibajos de esta vida como todos, con la excepción de que su poder de reflexión sería tan grande que no solo vería sus problemas, también los de los demás.
Ella creció, superficialmente hablando, sin problemas pero a cada paso creaba nuevas “trancas” en su camino, las cuales le cobrarían la cuenta en algún momento determinado.
A sus dos veranos de existencia se mudó de ciudad con toda la familia, compuesta por su madre, padre y hermano, a un lugar donde sus pulmones pudieran respirar con tranquilidad, analizando la situación de hoy en día, fue la mejor decisión que pudieron haber tomado.
Al llegar encontraron hogar en la casa de una tía abuela, que nunca fue en realidad ni lo uno ni lo otro, y la cual se encargó de sacarlo en cara cada ves que pudo.
Pero eso por supuesto no fue mayor problema para su vida, bastaba con cerrar la puerta de la habitación y poner la música un poco más fuerte, o aumentar la concentración en sus típicas reflexiones.
No siempre fue una niña tan despierta, prefería ver pasar las nubes antes de preocuparse de cosas más terrenales, pero por algún motivo que desconozco un día decidió que no podía ir por la vida rechazando su entorno, mal que mal no vivía sola ni en su casa ni en ningún lado.
A raíz de esa nueva actitud reflexiva descubrió problemas en su interior que antes ignoraba, uno que ella siempre consideró muy grande fue el no tener una familia “normal” siempre anheló poder ver a su padre todos los días aunque fuese por las noches, pero la vida no le dio esa gracia que muchos no saben apreciar, su padre, sin quitar mérito alguno, salía varias semanas al mes a trabajar lejos de su ciudad llamando por las tardes para el informe diario, eso no era precisamente la concepción de ésta pequeña de una “relación padre-hija” pero creció acostumbrada a ello.
Cosas tan comunes como cuando se graduó de kinder, o de octavo básico son cosas que no extrañan a nadie por lo cual me daré el lujo de omitirlas.
Ya en educación media descubrió que en verdad su mundo, socialmente hablando, era mucho más extenso comparado con el que ella estaba acostumbrada, pero ese no era verdaderamente un problema para ella, puesto que siempre se consideró multifacética, no tendría problemas para encajar en la amistad de varias personas.








En cuestiones del amor, ella fue bastante ingenua, creyendo sentir amor a sus precoces 10 años, ¿qué puede saber una criatura de diez años de toda la felicidad y el sufrimiento que acarrea el amor?, ciertamente solo podía ver el lado rosa, lo cual dejó algunas heridas en ella, que fueron curándose con ese enfermero que suelen llamar tiempo. Mas al llegar al nuevo establecimiento especialmente dispuesto para la educación media, lo recordó, era él, ese niño, hoy convertido en hombre, que dejo gran parte de esas heridas en su memoria y en su corazón. En el futuro al recordar ese supuesto cariño que sintió por el, éste no sería mutuo, el enfermero había tenido más dedicación con él.
Por el lado académico no hay mucho que contar, “sobresaliente” (término que suelen aplicar los dedicados a la dolencia) en sus notas, y en su actitud, que a varios profesores no dejaba indiferentes. Dios sabe cómo habrá terminado o ha de terminar su viaje, yo no lo se, y quizás tampoco lo sepa ella.
Primero medio fue un reto para ella, segundo no lo fue tanto y hasta la ultima ves que supe de ella, terminaba cuarto medio.
Un hito que quizás para el morbo del público futuro sea preciso contar, fue el día en que la atropellaron: la muy soñadora pensando en quién sabe qué cosa, y el muy irresponsable del conductor de aquél colectivo que pensaba más en su paga que en el camino, confabularon en su contra, ella despertó de repente y notó un terrible dolor de cabeza, eso antes de notar que estaba tendida en la calle mientras mucha gente se tumorizaba a su alrededor, y le preguntaban dónde vivía para llamar a su madre que en esos segundos cocinaba a unas cuadras de allí. Solo unos minutos y supo que venía ella, la reconoció por el peculiar sonido mezcla de jadeo y gemido que brotaba de su boca mientras se abría paso por el gentío, en su cara no podían describirse rasgos, solo un claro sentimiento de angustia, ¿Cómo podía imaginarse que de vigilar el almuerzo pasaría en dos segundos a vigilar como los enfermeros la tendían en la camilla?, pero bueno, no hay mayor motivo para aplazar en desenlace de ese episodio, pasó todo un día en el hospital bajo la observación de dos minutos del médico que volvía a intervalos de eternidades bajo la perspectiva de nuestra jovencita, luego volvió a su casa presa de los chistes de su familia que trataba de bajarle la importancia al asunto ¿ en un intento por tranquilizarla?, quién sabe.

Su vida la había cambiado un verano, en el cual encontró algo más parecido al amor que sus experiencias pasadas; estaba con él hasta donde yo supe, viviendo nuevas experiencias, unas gratas, unas no tanto; otras maravillosas, otras desconcertantes.
El último día que la vi se graduaba de cuarto medio y su sonrisa simplemente parecía dibujada indeleblemente en su rostro. Toda su familia allí, igualmente felices y ella recibiendo su diploma; se acababa la ceremonia cuando escuché que una de las puertas a mi alrededor se movía, era el mítico San Pedro, menos rimbombante y bastante desgastado en persona que como lo esteriotipan quienes no lo han visto, sacaba la basura del cielo, era una simple bolsa del tamaño de una de supermercado, apenas llenita. Me saludó y cerró la puerta por dentro. Yo sin poder protestar una sola palabra sobre por qué estaba aquí; en fin, volví a mirar hacia abajo y ya no estaba, solo distinguí a su familia que corría, pero no la vi a ella. Por lo que dejé de mirar.
Y ése fue el fin de su historia, ahora quizás no encuentran razones por la cuál ésta historia debía ser contada, yo tampoco, nada más me gusto por su final inconcluso y por su estilo de vida, muy cambiante y con varios problemas sin resolver…
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“y con varios problemas sin resolver…” fue lo último que alcanzó a decir aquel hombre que espié del otro lado de la puerta antes de que yo entrara; escuchaba hace horas como relataba una historia mientras la escribía con su sudor sobre las nubes, me llamó tanto la atención aquella historia que me mantuve prendida de ella hasta su final ¿el motivo? Encajaba a la perfección con mi antigua vida. Entré, él se mantuvo perplejo unos segundos, luego preguntó -¿Camila?- a lo que respondí
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- ¿Cómo estás aquí, acaso tú…?
- ¿Por qué me conoces, como sabes toda mi vida?
- Te observé desde el momento en que naciste, siempre mirando desde arriba.
- ¿Y porqué permaneces aquí, que nunca intentaste abrir alguna de éstas puertas?, mira hacia adentro…
Le indiqué hacia adentro de la habitación de la cuál yo había salido, por supuesto, él ignoraba que dentro nos encontrábamos todos los “en proceso” que pasaron por breves momentos por el limbo y luego ingresaron al salón.
- Claro, lo intenté muchas veces y ninguna abrió.
- Quizás “Él” te dejó una misión por aquí, ¿no has visto nada que se te asemeje a una misión?
- Creo que no, después de intentar salir de aquí noté que el suelo era traslucido y podía observar a quien yo quisiera, primero observé por meses a mi familia, pero me desalenté al notar que vivían mejor sin mí, por lo que decidí nada más ver a alguien aleatoriamente y escribir sobre el o ella, y te escogí a ti, no se porqué.
- Pues quizás ésa es tu misión, darte cuenta lo equivocado que estás al pensar eso de tu familia, déjame ponerte un ejemplo, mi historia, la que acabas de escribir no está completa y da la impresión de que mi vida fue “dificultosa” y casi “miserable”, ciertamente no fue así, déjame relatar y escribir los datos que te faltan.
Y comencé: Mi vida verdaderamente no fue tan mala, esa “tía abuela que nunca fue ni lo uno ni lo otro” no era insoportable todo el tiempo, en realidad pese a vivir con cuatro personas, su único problema era que se sentía sola, quería llamar la atención.
Mi padre “ausente” no lo era tanto, estaba en casa los fines de semana y a veces se quedaba semanas enteras en casa, además, mi actitud tan infantil fue quien me separó de él, quizás no se le daba fácil una conversación seria pero tampoco yo la buscaba.
Esas heridas del corazón que mencionaste, las curó todas mi último amor, Francisco, y es lógico que hayamos pasado por momentos malos y momentos buenos, ahora que no lo tengo desearía tener cinco minutos para decirle cuanto lo amé y cuanto lo extraño,
de hecho si pudiera haber hecho algo antes de que me atropellaran terminada mi graduación, hubiera sido despedirme de él.
Y bueno todas las “trancas” que tu viste en mi, necesitaban nada más una buena reflexión con migo misma y un cambio de perspectiva, el problema es que todos vivimos en la burbuja de nuestras vidas y se ha perdido un poco el poder de entender al del lado.
Estos cambios que muestro ahora, los comprendí aquí arriba mientras hacía cola para entrar al cielo, y creo que podrías haber hecho la misma reflexión, quizás si miras hacia abajo lo veas. Él miró hacia abajo y lágrimas brotaron de sus ojos, su familia hacía la misa anual en su memoria, y claramente lo extrañaban mucho. Comprendió en ese momento lo superficiales que pueden ser las observaciones desde cerca y aun desde lejos.
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“…desde lejos..”
Fue lo último que escribió Camila antes de que yo mismo convirtiera el trozo de nube escrito en un pequeñísimo libro y lo dejara caer.
Luego, ante su asombro, abrí las puertas del cielo para ambos, y pudieron entrar, sin saber que habían escrito una moraleja que sería de gran importancia en la humanidad, el saber valorar.


Texto agregado el 19-04-2007, y leído por 77 visitantes. (1 voto)


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