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PROLOGO.
No pertenecen a la realidad, tampoco a la fantasía. Son elucubraciones, formas de puntos de vista subjetivizados con trascendencia objetiva. En casi un juego, plasmo talvez una de las maneras más grandes de como no poder escapar. Jugando a la vida. Nada es biográfico, aunque utilice como recurso personajes de la realidad para convertirlos en fantasia, pero reitero, no son ni realidad, ni fantasía. Es una manera de reirme de todo, mientras otros se descabezan, moviendose solamente por su creador, como si fuesen infalibles fichas de ajedrez, que no pueden fallar al dar el siguiente paso.



Casi un juego.

“La vida es un cuento, narrado por un idiota, en el cual solo hay sonido y furia que no significa nada”
William Faulkner.

¿La gente que fuma no es poca.
El humo inicuo se dispersaba profusamente hacia todas las direcciones; el viento era tranvía de su impredecible paraje. Sus alas difuminadas se sentían como una fuerza débil cuando era expulsado de las ansiosas bocas y no se sabía, si jugaba a flotar, o a no ser atrapado tangiblemente mientras desaparecía.
Manuel era una persona mediana, poco corpulenta, de tez pálida, de sonrisa tímida, de mirada vivaz. Su cara resplandecía majestuosa, sus manos eran grandes y saludaba a las personas siempre de abrazo, le gustaba la buena música, era bueno conquistando mujeres, trovador en las veces pocas, bohemio en las más, viajero y acérrimo fumador.
Le gustaba la filosofía y la poesía, especialmente si eran para profanos. Asociaba: “todos los hombres son mortales, luego, Sócrates es Hombre, luego, Sócrates es mortal.” con: “yo vivo feliz, luego yo, las mujeres, el trago y el cigarrillo, Luego, yo con hijos, con cirrosis y con cáncer.”Eran la clase de silogismos que le gustaba hacerse.
Pero se reía de su vida. Sobretodo por que últimamente había estado fumando mucho, y todas las personas que le lo rodeaban, le instaban para que lo dejase. Pero Manuel rehusaba, porque el cigarrillo, que le había acompañado toda la vida, lo atraía, lo llenaba, le dialogaba y le prodigaba en la insaciedad. Cada cigarrillo para él era un alma en pena que necesariamente tenía que ser liberada, su esencia lucubraba fluctuando hacía su interior, y le daba fuerzas, había trascendido a través de los años como una alternativa que lo olvidaban de los problemas, o como un pasatiempo mientras los resolvía. Un cigarrillo para él era más que eso. Era en efecto, un arma que aludía su alegría, que apelaba a su tristeza.
Él amaba el cigarrillo, no por ser cigarrillo, si no por lo que significaba para él. Pero con todo lo que amaba el cigarrillo, lleno de arrojo (como siempre) tomó la decisión un día de dejar de fumar, sus lánguidos pulmones, estaban a punto de colapsar, pues Manuel y todos los fumadores (puesto que todos los amigos que conocía lo eran) sabían lo que implicaba el hábito de fumar, la forma de vida mal invertida en este circulo vicioso.

Abrió los ojos. Estaba allí, en medio de la nada, se sostuvo unos momentos para que su cabeza dejara de girar un poco. Un sinfín de enredos y enigmas galopaban en su cabeza, tardó un poco en asimilar que estaba allí. Miró hacia la izquierda, la Autopista, pasaba un carro lento detrás de muchos. Miró hacía la derecha, un potrero inmenso, invadido por una menuda hierba infinita, que era interrumpida, por una que otra garza. A su lado tenía una botella de whisky vacía. Elucubro e intuyo, que tal vez esa era la causa de su paradero. Pensó en cuantas de esas mismas debió haber tomado, y su mismo olor que percibió, como un enjambre volátil le terminaron de despertar. Olía a cigarrillo intensa y sofocadamente, las innumerables colillas que había a su alrededor, era rastro preciso de sus indicios. Por un momento miles de imágenes entre congeladas y con movimiento, pasaron como un rayo por su cabeza, imágenes de oscuridad, de luces, de colores de varios tipos que eran acompañadas por sonidos estridentes y suaves a la vez, imágenes de rostros, de espaldas, de labios, de traseros femeninos, de una mujer exuberante que llevaba un vestido rojo. Lo impactó, mientras seguía tirado allí en la hierba, fue tan grande su trastorno que no tenía memoria de sus últimos hechos, era una fuga vaga de sus últimos recuerdos; hizo un esfuerzo por organizar sus pensamientos de manera organizada y ponerlos en serie, pero no lo consiguió; pero sabía que debió haber estado en un holgorio, enfiestado hasta no poder más. Pero lo que no conseguía razonar, era como llegó hasta donde se encontraba. Dejó de pensar y un afán impredecible, lo condujo a levantarse y a irse de aquel lugar. Manuel casi no tomaba, pero cuando lo hacía, habían motivos que lo empujaban a hacerlo, debió ser una fecha especial, o haber estado despechado, o haber sido seducido por alguna mujer atractiva para que lo hiciera. Optó por la última, las otras dos las descartó por improbables, además que no se acordaba de absolutamente nada, cosa que nunca, o casi nunca pasaba cuando tomaba. Siguió caminando, hasta que salio del potrero, y ávidamente consiguió que un bus intermunicipal, llamados por muchos, flota, lo llevara a un lugar cercano. Miró el cielo, y a lo lejos se divisaba unas nubecillas rosadas que reñían con unas blancas y otras naranja. Todavía no se veía el sol por ninguna parte, era temprano. Manuel bajó del bus, un poco más delante de lo que tenía que bajarse, por que el sueño, lo derrotó en el camino, por suerte y gracia, Manuel encontró dinero en su bolsillo, algo que no esperaba, tomando en cuenta en la condición en que se en que se halló. Tenía que esperar otro bus que lo llevase hacia su casa. Ya empezaba a respirar el aire enfermizo y contaminado, ya podía escuchar el estridente ruido. Ya estaba en Bogotá. Pronto atravesó un parque para dirigirse hacia otra calle, mientras analizaba lo grande que era la ciudad de Bogotá. Era completamente una selva de concreto enclaustrada en un laberinto paralelo, del cual nadie que viviera allí, estaba a salvo del riesgo que implicaba nada más salir a la calle. Se encontró con un anciano que estaba sentado en un banquillo, fumando, estaba solo allí. A Manuel le dieron unas ganas instantáneas de fumar, sin embargo Manuel había hecho una promesa pública hacía un tiempo, de no volver a fumar, y tenía que sostenerse en ella; pero no había nadie más allí…
Manuel se acerco al anciano con un gesto como quien se va a disculpar y le dijo:- Caballero, tiene usted que me venda un cigarrillo?- verá usted, no hay ninguna tienda abierta a esta hora. El anciano lo miro sin sorpresa, el viento corría, y los pocos cabellos canos del anciano danzaban en su blanquísimo cráneo. El anciano se llevo el cigarrillo a la boca, y le dio una gran bocanada. Manuel al percibir el olor del cigarro entró en gran ansiedad; el anciano revisó el bolsillo interior de su saco de paño, y sacó un fino puro de La Habana, excelentemente elaborado, sabor a caramelo y tenía una cintilla dorada que lo decoraba. Se lo extendió. Manuel lo recibió como en acto solemne y lo encendió en seguida.
-Muchas Gracias- Exclamó Manuel.
El anciano solamente seguía fumando sin hacer ningún ademán de respuesta ni asentimiento. Manuel vio el estereotipo de una voluntad inmutable, inexorable. Mientras seguía su camino meditaba en la actitud de aquel anciano. No le había dicho ni una palabra. A lo lejos volteó a mirar, y el anciano estaba dándole de comer granos a la gran turba de palomas que envolvían el parque.

Al doblar a la esquina, y mientras terminaba de fumar su puro, acordándose que no le había pagado al anciano, cierto que éste tampoco le cobro, tomando en cuenta que cada Habano de éstos era caro. Empezó a sentir una música cuidadosa en su cabeza, una música que súbitamente lo llamaba, que lo atraía. Una música que fue arrastrándolo despaciosamente cual los tristes hombres condenados por el canto de las hermosas Sirenas que habitaban junto con las Nereidas en los infinitos océanos.

Manuel, paró un momento, y se sostuvo en un árbol después de que la música se hiciese mas fuerte e intensa, creyó que era efecto del guayabo que tenía encima, y que hacía rato no le daba. Pero no era el guayabo, él estaba en sus cinco sentidos. La música era tan fuerte hasta el punto, de que Manuel mirando a todas partes, se creyó loco, pero, inevitablemente distinguió una puerta a unas cuantas casas, de la cual pudo discernir que de allí provenía la insaciable música. Más que por inercia y curiosidad lo arrastraron allí unas infatigables molestias, que le producían desconcierto, repugnancia e impaciencia, así que lo único que quería era dirigirse hasta allí y manifestar su molestia, para pedir que parara la música; pero cada vez que se acercaba, sentía el tormento más grande. Era una casa grande, de fachada amarilla, los ladrillos se veían que eran profundamente viejos, y la puerta, también amarilla, era de madera; cualquiera diría que en aquella casa moraba un individuo viejo solitario y dejado, porque la casa daba un aspecto de abandonada; quizás por que atestaba de graffitis hechos por aquellas tribus urbanescas desocupadas. Arrojó el precioso cigarro en menos de la mitad de consumido. Antes de tocar, alborozado por la sensación de que el corazón le iba a reventar, sintió unos gritos explosivos de muchísimas mujeres en su cabeza, su reacción fue limitada por empujarla puerta y seguir cual toro cuando sale al rodeo. Ahora estaba en el piso jadeante, con los síntomas de la noche anterior pronunciados, la cabeza le daba vueltas mientras arrodillado miraba al piso; la música tormentosa, entonces fue transformada por una musiquilla suave, gustosa y relajante. La puerta quedó cerrada, y frente a él estaba una mujer. Manuel entonces quedó estupefacto al ver esta mujer; una mujer que no decía nada y que estaba totalmente desnuda. Quedo observándola abstraído. Era demasiado bella y voluptuosa. Era tan perfecta que parecía una Náyade. Por unos instantes, todo era silencio y desconcertación. De pronto ella, extendió su mano hacia él, y Manuel se levanto en parsimonia y tomo muy delicadamente la mano de aquella mujer, mirándola a los ojos como hechizado por una indescriptible somnolencia que lo eclipsaba todo, y se dejo llevar por ella, que emanaba música por todos sus poros; empezaron a bailar, orientados por una sinfonía maestra que provenía de cada paso de ella, de cada vuelta, música de pianos y violines desbordaba el encanto que sentía por aquel baile en el cual ya no existía tiempo, ni siquiera espacio, donde no se esquematizaba nada mecánico, sino todo era original impulso de improviso. La música sensual que enajenaba los sentidos de Manuel en un círculo sólido, en un momento donde todo se confundía, incluso la realidad, en el momento más oportuno, donde una fragancia azul, como un imán lo juntaban cada vez más a la mujer, en ése momento él se impulso y rozó los labios de aquella mujer con los suyos. Se acercó cerrando los ojos, y en el momento en que bajo el vaho mortífero junto sus labios con los de aquella mujer, se acabo la magia, y ésta mujer salió corriendo desnuda por la puerta. Manuel quedó allí ruborizado, pasmado y vacío. Sintió como una fuga en retroceso.






II

1.
Hasta ahí todo había sucedido demasiado rápido. Primero tirado en medio de la nada, borracho y sin conocimiento de lo sucedido, aunque su último recuerdo, era la imagen de unos amigos y amigas, llegando en un carro frente a su apartamento. Después el raro anciano, la música, y finalmente la mujer. No entendía. Sus esfuerzos por comprender eran vanos, y ahora, se encontraba frente a su apartamento. Tenía un hambre que lo engullía y una sed que lo desmaterializaba. Se encontró con una sorpresa: frente a su puerta había una pequeña caja, cuidadosamente se inclino a recogerla y en la parte posterior decía: “para Manuel F. Santacruz”. Era una caja de puros de La Habana. Peor aún, seguía sin entender. Quién le obsequiaría estos puros...? entro a su apartamento, se quito los tiesos y pesados zapatos, se quito la ropa, se dio un baño de agua caliente. Preparó algunos sándwiches con jamón y queso, bebió algunos litros de coca-cola. Después, se metió en la cama, cayendo de bruces por un momento en la almohada y se puso a leer un poco, había terminado un delicioso poemario de Ezra Pound y seguía con Whitman, en ese momento se estaba leyendo los papeles póstumos del club pikwick de Charles Dickens. Llegando al sueño, vio encima de la mesa a la caja de puros; se incorporó, y fue hasta la mesa, destapó la caja y miró un puro, era uno de los mismos, que le había obsequiado el anciano ésa mañana. Imprevisto por las circunstancias fumó otro allí en su apartamento. Que raro todo aquello que le había pasado en aquel día, ¡Que música! Jamás había oído semejante o verosímil. Se acordó de las Palabras de Johnny King, un amigo sanandresano que había conocido hace un año en vacaciones de final de año, el cual había dicho: ‘The man, will be able to leave music, but music, never will leave the man’ y pensaba en ello, mientras fumaba y recordaba la música, que no podía salir de él.
-‘mi vida- se dijo a sí mismo, ha sido trabajar como una vil mula; y todos los días cuando salgo a la implacable turba me encuentro con cosas raras, que se enajenan como premisa hasta la molicie en mi cabeza, y fumo por que la vida se fuma ¡que vaina! Y yo juego el juego que el caos forma como un tablero inevitable.’

Abrió los ojos y amaneció. Como todos los días salió corriendo de su cama, medio se lavo la cara, se vistió, y todavía por un imperceptible dejo de sueño, se tomo un sándwich con jugo de naranja, se alcanzo rastrillar los dientes con su cepillo de hace dos años y en cinco minutos estaba en su trabajo. (Nunca se peinaba)

Su trabajo había sido el mismo por 10 largos años, consistía en registrar los nombres de los muertos de la noche anterior; de forma y de fondo discurrían varias características como edad, sexo, forma de muerte etc. Anotaba su registro de defunción civil, que le era transmitido desde la notaría a su oficina en “Estadísticas del Poder Judicial” Los archivaba y pasaba toda la documentación a la secretaría en tema de sucesiones. A lo largo de su trabajo había encontrado anécdotas, como gajes de todo oficio, y algunas le habían servido de buena experiencia para perder el miedo, como el día que lo llamo un muerto a decirle el numero de lotería que ganaría, el cual él se lo contó a un amigo que la hizo con ese número y se la gano. O como otra vez que una monja que se llamaba igual que una mujer que el había registrado hacía dos años, le pronosticara quién sería el próximo equipo de fútbol en clasificar a la final de la copa. Suena el teléfono (Rara vez sucedía)
-Si?- preguntó Manuel
-disculpe- dice una voz seca- necesito un dato:
¿Cuántas personas se suicidaron anoche?
-Un momento. Objetó Manuel, mientras buscaba en su ordenador.
-cinco. Necesita sus nombres?
-No. No… Sólo quería saber… Gracias.
-OK.
Manuel colgó oportunamente, extrañándose de tal llamada, creyó que debió ser sus vecinos que siempre lo llamaban para hacerle alguna broma. No obstante quedó pensando que el número de suicidios de la noche anterior era totalmente inferior al de todos los días. En promedio se suicidaban como 11 diariamente. Se dirigió a la greca de su compañero de trabajo de al lado para tomar un café en un momento.

Al volver suena de nuevo el teléfono y Manuel contesta con calma:
-Aló?
-Si, por favor, para otro dato.
-ah, es otra vez usted? Miré señorita, yo sé quién es su papá, usted todos los días me ha estado llamando para gastarme sendas bromas, yo sé que usted es del apartamento 305, así que le pido de una vez que…
-¿Qué sentiste con el beso de anteayer?-interrumpió al otro lado del teléfono.
Un frío difumino su esófago. Tragó saliva, y una inadvertencia quedó sembrada en un momento de silencio- Pero Manuel, tratando de contestar con mesura, rápido y enfrentar este terrible espejismo reparó:
-Sentí… como si me hubiera fumado un cigarro.
- a sí?- dijo predeciblemente ella…
-conozco el café donde te reúnes todas las tardes cuando sales del trabajo- añadió ella- allá te espero esta tarde. Y finalmente agregó- No me iré hasta que no hayas llegado.
El teléfono Murió. Se derrumbó en el asiento, soplo al vacío, se tomo de los cabellos absorto por esta evocación que no sabía como interpretar, si como un sueño, o como una amenaza.

Miró al techo, vio todo a su alrededor fúnebre, huidizo. El olor a polvo de sus muebles combinado con cueros de archivero inundó como todos los días el ambiente. Todo era redundante y absurdo. No dudo en salir corriendo como un grito despavorido hacia la calle. Allí en la oficina Jóse Julián siempre le cuidaba la espalda, para que no le sorprendieran sus escapes. Su relación con la gente era muy limitada. Con Carlos Felipe Hablaba de Política, con Alejandro de literatura y con camilo de música, con Jimmy siempre discutía de todo un poco, y a Julio, que era un excelente artista, le pedía que le dibujara lo que él escribía, a excepción que algún curioso se le acercase para preguntarle algo. Todos ellos pertenecían al ‘circulo del parnaso’ y se reunían en el café del mismo nombre. Miró a una puerta atisbando hacia lo más recóndito de la calle y creyó verla. Quedo mirando la puerta como un monomaniático haber si la volvía a ver, pero aunque todas las pleonásmicas puertas pareciesen dibujar su retrato, él disimuló. Hasta ahora eran las doce del día y no quería volver por ese día a su trabajo; una vez en la calle, sacó un cigarro y empezó a fumar.

Caminó media cuadra observándolo todo de una manera glosa y meticulosa. Niños con zapatillas de rodachines, obreros en construcción, damas con la cerviz alta esquivando a los mendigos que pedían dinero tirados en el andén, señoritas con medias veladas negras y sobrepuesto una minifalda de Jean; cientos de ejecutivos, miles de cabezas iguales, que parecían diferenciarse a lo lejos por los punks que se atravesaban como termes en medio de un hormiguero. Hasta que por su lado paso el anciano. Ese mismo. Como si nada le sonrió, inclinó su cabeza un poco hacía adelante sin chistar nada. Manuel ante todo era como un cíclope. Como un funesto espectador de la urdimbre faunesca que se movía con pies humanos sobre los largos andenes de cemento, acolchonados por millones de chicles negros y aplastados en esos andenes donde las sombras parecen engullir los pasos de la gente que siempre dejan atrás.
Y sin embargo, ya había caminado cuadras con la impresión de verla.

2.
El tétrico reloj mostraba soberbio las cinco p.m. allí estaba yo. Sentado en la mesa del rincón junto a la ventana, se alcanzaba a leer las letras del reverso de la ventana que decían: Café ‘circulo del parnaso’, ninguno de mis amigos había llegado, me puse entonces a mirar una servilleta y a doblarla, admiraba los cuadros que más me gustaban de ése lugar, había uno del Chapulín colorado a blanco y negro, otro de Chaplin, un cuadro inmenso de Kubrick y La Naranja Mecánica; cuando súbitamente entro ella por la puerta que sale a la otra esquina, traía puesto un vestido rojo exuberante, dejaba ver una silueta irreversible, el cabello entre caoba y castaño brillante, estaba recogido artísticamente, era perfecto. No traía consigo ni una joya, sus tacones negros, altos como su mirada, sonaban a cada paso como campanas de iglesia. Al llegar a mi lado extendió su mano derecha hacía mis labios delicadamente pero con una fuerza inasible; obligado nada más por la caballerosidad que me sale a ratos, besé sus dedos cual a princesa medieval; se sentó frente a mí y con sus ojos me extravió de aquel lugar, sus ojos contenían como guerras desencadenadas, silenciosas, pero que detonaban cuando me miraban. Apiñe mis dedos y me puse a jugar con ellos y mis labios mientras la miraba y pensaba “esta mujer tiene que ser el puro diablo”
Ella movió la cabeza hacia los lados, haciendo ademán negativo, y movió los labios para decir algo entre dientes, que sólo escucho ella.
-Mira- Me dijo- Todos los Días suceden cosas realmente absurdas, tú siempre has llevado una vida normal, y es común que te sorprendas, pero amigo ¿qué se espera cuando se lleva una vida normal? Nada. Lo normal es siempre normal, y espera cosas normales, lo normal es escandaloso, es cobarde y le falta riesgo.


Esa era la voz que había escuchado en el teléfono. Su voz se parecía a ella, suave y hermosa. Estaba ansioso por escucharla viéndola a los ojos.
-Yo sólo asentía para no contradecirla.- Sabes?- continuó diciendo- tú mereces vivir, pero si vives, no defraudes la vida, porque la gente dice que la vida es una porquería y que es sólo una desgracia …
-¿Qué desean tomar?- interrumpió el mesero.
-Dos cafés-. Exclamé yo.
-no, no quiero nada- dijo ella-
-entonces un solo café, el Mocca de siempre por favor- sugerí yo.
-La vida no es una desgracia, uno es la desgracia- parafraseó ella enseguida. La vida es mágica, por que tú eres mágico, la vida es bella por que tú lo eres, la vidas es una ironía por que tu eres malagradecido. ¡La vida! – grito ella golpeando la mesa- es un lince, si tu te crees la liebre!- la vida es un sepulcro, si tu te crees el muerto! La vida es la vida si te crees vivo!
Se levanto, se acercó a mi oído y finalmente me dijo:
-adiós y créeme, yo no soy el diablo, porque entonces tú ya serías rico. Tomó la puerta por donde yo entré, yo salí a detenerla, puesto que el dialogo había sido muy corto, y quería saber más de ella, por lo menos el nombre, además yo pensé que hablaríamos del beso del día anterior; pero cuando salí, ya se la habían tragado las multitudes.
Enseguida llegaron mis amigos. Empezó a llover moderadamente. No hable ahí en adelante y notaron mi preocupación. Me fui entonces sin despedirme de ellos, parecía que ella sólo quería decirme eso, pero quién rayos era ella? Como apareció? Como sabía donde encontrarme, el número telefónico del trabajo? Se me había olvidado preguntarle el nombre. Llegué a mi casa y traté de olvidarlo todo, pero de pronto unas copiosas ganas de fumar… los puros estaban allí…me los fume todos hasta que me dolió la cabeza, y después me dormí por un momento, pero desperté al rato; eran las diez de la noche, salí al balcón a tomar algo de aire, y allí estaba el anciano sentado en frente de mi casa. Me miraba. Estaba allí pernoctando bajó la copiosa lluvia. Entonces lo salude, él solo movió la cabeza. Pensé quizás él era vecino mío y yo no me había dado de cuenta. Entré, cerré las ventanas y reflexionando en todo dije, voy a escribir un cuento, o algún pensamiento, esto que me está pasando es real, y nadie me lo va a creer.
Me senté en mi escritorio y recuerdo que escribí:


¿La gente que fuma no es poca.
El humo inicuo se dispersaba profusamente hacia todas las direcciones, el viento era tranvía de su impredecible paraje. Sus alas difuminadas se sentían como una fuerza débil cuando era expulsado de las ansiosas bocas y no se sabía, si jugaba a flotar, o a no ser atrapado tangiblemente mientras desaparecía…

Fumar es estúpido, finalmente pensé. ¿Qué estaba pasando en mi vida? Tenía ganas de decirlo todo, de contar de manera minuciosa lo que me sucedía. De la nada de pronto surgen historias. Yo siempre fui de las personas que me sorprendía por lo que a otros le sucedía y sus relatos me llenaban de asombro, pero ahora con esto que me está sucediendo, pienso concienzudamente que esas historias son vanas falacias respecto a mi historia. Pensaba quizás ir a presentarme a la televisión, o a la radio, pero esto era ridículo. Me acordaba entonces de la cantidad de personas que salían en las crónicas de las noticias contando sus historias extraordinarias. Yo muchas veces las desacreditaba diciendo que ellos se inventaban eso por el afán de salir en televisión, pero después me cuestioné con detenimiento: y si fuera verdad…
Sin embargo la mayoría de la gente que veía noticias, pensaba igual que yo. Ahora los considero; más abandoné la idea de dar a conocer mi situación.
Me decidí entonces por ir a casa de Yésika cruz, Mi jefe inmediata del trabajo; estaba descansando en su casa relajadamente, era soltera; su aspecto era melancólico, corpulenta con cierta esbeltez que le agraciaba, su cabello era largo y totalmente desarreglado, no sabía si era realmente rizado o revuelto, pero me gustaba como se veía su cabello, se vestía con modestia, tenía una nariz pequeñita y hermosa, el rostro redondo y rozagante. El mentón afilado y los ojos escrutables, que esculcaban en una mirada indagadora. La conocía desde hacía dos años y medio, desde que había llegado. Es de esas personas serias y reservadas que sólo dan confianza a medida en que uno se la da. Por lo demás era sencilla y le gustaba escuchar la gente.
Le comenté entonces absolutamente todo a ella, que me miraba como si le estuviera contando en broma y después me dijo
-y ¿qué vas a hacer?
-pues no sé- respondí yo. Es que ésa mujer me asusta, y el anciano aún más, y lo más incógnito es que siempre que veo a ese anciano, me la encuentro de alguna manera a ella. Siento que esto es un castigo por la promesa fútil de dejar de fumar…
- Y qué tiene que ver el cigarrillo con todo esto?
-Pues es que el día que volví a fumar, fue porque le pedí el cigarrillo al anciano, y después sucedió todo lo que te dije.
-sabes?- me dijo ella titubeando-. Te creo.
- yo me levante llevado por la intemperancia, solamente por el presupuesto que admitía la probabilidad de duda. Caminé por su casa, y parecía que corriera por un afán que me infligía desesperanza. Hablé un rato más con ella, hablamos de otras cosas para disipar el tema tan incurridizo y pertinente. Pero antes le mostré lo que había escrito, y ella que era una excelente escritora a titulo gratuito de tiempo libre, me mostró un fragmento de una nueva novela que ella estaba realizando. Le escuche el texto mientras contemplaba los afiches de Led Zeppelín y de Jhon Lennon que ella izaba en la pared cual orgullosa bandera, también tenía un cuadro grandísimo. Desideratha, un poema anónimo escrito en letra English Century Gothic, el piso de parqués turco, brillaba, las cortinas vinotintos le daban un toque lúgubre a su casa. Su biblioteca era pequeña, pero sustanciosa; la cocina estaba al lado de la puerta de entrada y todo tenía un desordencito típico del sábado en la mañana; la noche anterior parecía que había estudiado algo a fondo por que la mesa del comedor estaba totalmente revuelta por libros cerrados, abiertos, desvaídas hojas de papel y decenas de documentos regados hasta en el piso, donde los folios se esparcían; en todo esto me concentré, mientras su texto rezaba:

“yo creí que había muerto, pero en realidad estaba comenzando a nacer. Escuché por media hora lo que comentaba la gente a mi alrededor, el policía que decía: ‘por favor, aléjense…’ y la señora que gritaba sombrada. Todo lo escuchaba y no entendía, por que hasta el pensamiento de los demás, de repente, se tornaron todo en silencio. Y comencé a caminar, y caminé, hasta que llegué á…”

Su texto se llamaba “Un segundo antes de morir”. Luego discutimos acerca de la realidad y la fantasía. De que a todos nos pasa algo fantástico en alguna oportunidad de la vida, perro que no obstante había gente escéptica que no creía, o no querías creer en cosas de ese tipo. Ella me dijo que hasta la misma fantasía- hablando de ficción- partía de la realidad, y me citó a todos los escritores que defendían esta tesis. Yo asentí y aparté que Michael Ende diría alguna vez que ‘la fantasía era solo una forma agradable de acercarnos a la realidad’; pero lo que a mí me pasaba, aunque pareciese, era tan real, que yo mismo hubiese querido que sólo fuese fantasía… pero no podía escapar.
Volví a mirar su texto y le dije que por qué solo había escrito aquel párrafo y no prosiguió.
-Es la primera idea, me dijo; Orhan Pamuk decía que nunca te deberías sentar a escribir, sin tener en la mente la primer frase; ésa es la primer frase. Lo que viene después lo tengo grabado en el itinerario de mi memoria.
Me gusto ir a visitar ese día a Yésika, hasta hacía poco me la llevaba bien con ella, y era una de las compañías femeninas con quien tenía más contacto.
Días antes, había invitado a salir a mi jefe. La quise llevar a cine a ver los últimos filmes que la publicidad pregonaba a babor y a estribor, pero ella siempre, ya se los había visto por DVD. Yo me había convertido en una persona fría para decir las cosas; el día que invite a salir a Yesika, solamente le dije sin ningún agüero, como pidiéndole el favor que me regalara un vaso de agua, y ella solamente al verme tan serio, lo único que me dijo atornillando la mirada fue: ‘listo, Santacruz, el jueves a las seis, treinta venga a mi oficina.’ Y eso era todo. Y el jueves cuando fui a recogerla me dijo: ‘Santacruz, espéreme unos segunditos mientras termino de digitar esta recomendación.’ Ese primer día que salimos, toda nuestra conversa era interrumpida por una gran cantidad de llamadas que le entraban a cada rato. Fuimos a comer un helado, y a la hora de estar charlando, ya estábamos divertidos riendo. Cuando finalizo toda la cita, a ella le sorprendió mi sinceridad y mi forma de pedir las cosas: -Jefe, antes de irse regáleme un beso en los labios y nos vemos mañana temprano en el trabajo.- señalé yo totalmente sereno.
-listo Santacruz, dijo ella con dos carcajadas, sin lugar a crucificar ninguna objeción. Otra mujer hubiera dicho: ‘pero por lo menos sé algo romántico’. Me dio el beso y después se fue. Mi manera de conquista había menguado, por falta de practica, año tras año dejaba de ser el mismo.
Pero eso paso. Ahora solo soy su empleado y en casos necesarios su amigo. Aunque nos hemos dado confianza, pues ella comparte, bastantes gustos conmigo. Le gusta tomar el Café expreso igual que a mí. Le gusta la prosa de Dickens y de Hermann Wouk. A veces, después de atareados hasta el tedio nos desestresamos jugando algo de tejo, o de billar. Ella es la única que ha horadado mi orgullo masculino, me ha ganado varias veces en Ajedrez, lo cual es inconcebible para mis amigos que no me han podido ganar.
Yo estaba ahí siempre, en mi trabajo, en mi mediocre trabajo. Talvez si no hubiera tenido el arranque autodidacta que presumí tener, fuera catedrático en historia, o en literatura, o tal vez hubiera sido un músico exitoso, pero la vida que llevo ahora la he soportado hasta el hartazgo. Así no había sido toda la vida. El monstruo gigante, bestial, grotesco y carcomedor, ése que me había perseguido hasta ahora y me había alcanzado, ése que me había mediocrizado hasta el cúmulo, ese monstruo insoportable que me había apagado, que había agotado mi carisma y mi humor, ése, monstruo que llaman rutina. Lo enfrentamos todos los días en la cotidianidad de nuestra miseria, donde no podemos más que resignarnos a callar nuestras ganas, a guardar nuestros clamores y seguir sin fuerzas frente al ordenador, sentados con el vientre caído por el sedimentarismo, con los ojos gastados, con la repugnante y asfixiante corbata, en otro vicio remunerador que deshumaniza la gente poco a poco y que sin embargo esbozan con el pecho erguido, la frente alta, y contestan con cierto tono de voz grave, acentuando cada silaba: Mi-tra-ba-jo. No sé como me consideraré ahora, tal vez me pondría en los zapatos del Barterbly de Hermann Melville, o comprendería que casi un siglo antes, cuando la sociedad de ésa época, estaba empezando a sufrir de los mismos males, con los mismos síntomas, le pasaba lo mismo a Gregorio Samsa, quién no soportó ese monstruo, y se materializo en él mismo. Todos los vicios conducen a la muerte o la enfermedad, así como todos los caminos conducen a Roma. Pero este trabajo es peor que cualquier vicio, me lleva a la muerte interior y a la enfermedad mental. Debí escoger la decisión de ser Hippie a los diecisiete años, y haber disfrutado de toda la locura y libertad, de la ‘paz y amor’ que me brindaba el camino bohemio y descomplicado. Ahora, ya no me puedo quitar estos treinta y cinco que me asesinan. Terminaré como aquel inexorable y miserable Socrooge de Dickens, amargado y aburrido, o tal vez desilusionado y enfermo como Papa Goriot. Yo no sé como la gente ambiciosa se soporta veinte años sentados ahí como yo, en ese ridículo asiento, para “jubilarse” y asegurar sus vidas. La sociedad hoy está tan mecanizada que se han perdido las virtudes cardinales y el afecto, la belleza, la capacidad de asombro. Sería pues un libertino. Estaría con mi antigua malicia, viajando cual cosmopolita; de hecho tal vez ahora estaría en el festival de Woodstoock, bebiendo cerveza por barriles, rodeado por voluptuosas mujeres, haciendo de las mías. Pero mi remordimiento supera mi rutina. Es este mundo capitalista. ¿a quién más le hecho la culpa? Todo el mundo quiere llegar al poder más alto, quieren absorberse todo para ellos, quieren tener sus propias frases: ‘Todo para mi’; ‘Aquí gana el más fuerte y pierde el mas débil’, con sofismas irrealizables, que de todas formas acrecientan su mediocridad en vez de aminorar el conformismo. Todos somos ciegos rutilantes. Además estas mujeres conspicuas que me rodean, me sugieren más de lo que me conviene. Mujeres decepcionantes. ‘mujeres al poder’ (se discute por ahí) jajaja. Sin acordarse de que las mujeres siempre han gobernado al mundo de la manera más inteligente, por tanto escrupulosa y por lo tanto manipuladora; disfrazándose en una falaz modestia e identificándose como victimas de la historia. O en una autodefensa irracional intrascendental, con el nombre mal empleado de: Feminismo. Y se autodenominan Sexo débil; mujer rota, como diría Simone de Beavuoir; ellas que han utilizado al hombre como un títere, y después orondas, se lavan las manos y hacen movimientos populares para que se les hagan valer sus derechos.

3.
Así Manuel Santacruz, se deshogo con los juicios que él creía necesario hacerse, excediéndose aún en la conclusión que sugirió de las mujeres. Manuel no era machista, ni mucho menos, pero a veces pensaba con sarcasmo histórico, para poder escuchar lo que él quería, pero finalmente terminaba por pensar que nada había mas hermoso que las mujeres y que no podía vivir sin ellas, por que el había creído siempre, que las mejores cosas de la vida se lo había enseñado las mujeres. O las mejores cosas que no había probado de la vida, solo se lo podían enseñar las mujeres.
Manuel, después de pensarlo bastante, había tomado ya una decisión. Le repugnaba su vida, y su trabajo. Manuel, hacía Guiones teatrales, y creía que le iría bien en ello, presumiendo que no le exigiría tanto, y así darse algo de cabida en el submundo bohémico, que él refutaba, merecíase. Un poco de dormir, un poco de dormitar, dicen los proverbios de Salomón. Darse al descanso, a la lectura, a la escritura. Por otra parte quería hablar con la mujer del vestido rojo. Se sentía lleno de valentía por dentro, ya desembarazado del trabajo, del cual sus aspiraciones morales rehusaban, echando por la borda quince arduos años de trabajo.
Ese día que lo liquidaron, se fue, al “circulo del parnaso” a sus dimensiones pseudo intelectuales habituales. Su amigo Carlos Felipe estaba más insoportable que nunca, hablaba de política, pero no hablaba de nada, se preocupaba mucho por las pequeñeces que le sucedían ignorando la magnitud de sucesos que le sobrevenían clandestinamente a los demás. Pasaban los mismos mendigos; El cuadro de Chaplin sonriendo con el niño al lado se le hizo más simpático que nunca. Ese día se había hasta encontrado doscientos pesos en la calle. Buena suerte le auguraba.
Un pensamiento lo debatía, ahora que era libre y que no trabajaría por un tiempo, pensaba dedicarse a la conquista cual don Juan. Yésika era una opción, y la mujer del vestido rojo era otra opción. Pero ¿Dónde encontrarla?
Estando allí en el café, llega de sorpresa Yésika, agitada, ruborizada, parecía enfurecida, lo vio en el asiento de la ventana del rincón de siempre, se le acercó muy discretamente y le sentenció un: Podemos hablar un momento?
Manuel sarcástico, influenciado por el deber ser de la nueva personalidad que profesaba contestó con desdén:
-me parece que lo estamos haciendo ya.
Ella no lo deja terminar y le reprocha en tono entrecortado:
-Estas loco! Que te pasa estúpido, eres un imbécil.
-Señorita Cruz, por favor, si vino a faltarme el respeto, bien pueda…
-Cállate! Sabes lo que hiciste?
- a ver, señorita, usted no entiende, es una decisión tomada y no hay lugar a discusión.
-pero, como me vas a hacer esto- Dijo Yésika, más triste que enfadada.
-¿Hacerte? Hacerte qué-provino Manuel sin comprender.
- No te has dado cuenta. Todo este tiempo no te has dado cuenta. Ya eres indispensable para mí, y te vas de mi vida así tan fácil?
- Bueno, pero, el que haya renunciado a mi trabajo, tal vez no signifique que me voy a alejar de ti.
-Pero- prorrumpió ella en sollozos- Yo te conozco, te vas a morir, tú solo no puedes, por Dios, llevabas 10 años en tu trabajo, y de pronto lo echas todo a la borda.
Manuel inmutable solamente movía la cabeza hacia los lados muy lentamente mirando la servilleta que siempre le gustaba arrugar. Ya qué le importaba, morir o no morir, ya estaba por fuera de su decisión, él solo quería exorcizar el fantasma que lo oprimía, que lentamente esos diez años lo fue asesinando. Manuel, miró entonces fijamente a su exjefe, y frunció los labios, gesticulando, para dar a entender que ya no había reparo.
Ella le tomó de las manos, se le acerco, y le dijo muy quedamente:
-vuelve, perdóname; cómo decírtelo, siempre quise decírtelo. Manuel, yo te Amo. Quiero vivir contigo.
Una vez más Manuel quedó inconmovible como una roca, no le daba la más mínima emoción escuchar eso.
-¿en serio?- contesto Manuel algo incrédulo.
-Y por qué hasta ahora me lo dices- añadió.
-te lo iba a decir antes, pero no tuve tiempo.
-mira, no sé si has caminado algún día por la avenida Caracas, más o menos con setenta y algo; en la parte superior de un muro, al lado derecho de la calle, hay una frase de Séneca que dice: ‘No es que tengamos poco tiempo, es que lo perdemos mucho’.
-Sí, yo sé que no aproveche el tiempo. Siempre estabas a mi lado, y créeme que para mí tienes un valor incalculable, tú para mí no eres un fracasado, tú eres diferente a todos los hombres, no eres normal como tú crees. Heme aquí.
-no, en realidad tú no me conoces lo suficiente.
- pero, de qué vas a vivir, que vas a hacer ahora, desaseguraste tu vida. Entiéndelo. Todavía estás a tiempo.
-Venderé guiones teatrales, eso lo sé hacer muy bien.
-estás totalmente en las nubes. En Colombia hacer ese tipo de trabajo, es como vender arepas en las calles.
-pero lo haré.
-no, mira si quieres puedo hacer todo lo que quieras para que te doblen el sueldo.-advirtió Yésika en forma de apremio.
Manuel la miró fijamente a los ojos, observó la desesperación que ella tenía, estaba nerviosa, le temblaban los pómulos con ansiedad.
-No. Dijo finalmente él.
Yésika se levanto algo indignada. Se fue retirando, tomo un suspiro de aire pausado, y después puntualizó, antes de marcharse:
-Si quieres verme, ya sabes donde encontrarme.
Manuel levanto dos dedos de su mano y los movió lentamente de arriba hacia abajo haciendo ademán de despedida. Después sintiéndose halagado por el orgullo que detentaba y demostraba y la soberbia que le endurecía la servís, sonrió para sus adentros y pidió la copa de Whisky que nunca había pedido allí.




Luego. Llegaron sus demás amigos, a los cuales contó todo, vanagloriándose por su carácter indómito. Ahora entre risas, mofas y golpecitos en la espalda, planearían una gran fiesta.

En el pensamiento de Manuel oscilaban dos temas pertinentes: Yésika, y la mujer de rojo.

Era de noche ahora. Manuel se diría para su casa, fumando el cigarro habitual. Pensaba en llegar a descansar y ponerse a escribir luego algunos guiones. Tenía bastante tema. Se dio cuenta por fin, que estaba jugando, o casi jugando a vivir. De pronto un sonido impávido impactó su cabeza. Era aquella canción. Tum, tum, tum! Sonaban tambores, violines chillando y flautas danzando al compás. Manuel se detuvo. Sabía que era ella. Sonrió con la sonrisa espectral de antagonista pueril. Sabía lo que tenía que hacer. Caminó hacia donde lo llevaba la música. Era la puerta. Los tambores sonaron más fuerte. Empujó la puerta con afán. Silencio. Allí estaba. No se necesitaba ser docto para determinar que era ella. Era un cuarto blanco. En medio de la gran habitación, estaba una silla, y ella sentada de espalda. Llevaba puesta su vestido rojo flamante. Manuel se acercó. Acarició sus hombros blanquísimos y pecosos, murmullo en su oreja suave y silvanamente: ya estoy aquí. Entonces de repente se apagaron las luces y quedo todo en oscuridad.
-siéntate- le dijo la mujer que se levanto del asiento y le cedió a Manuel enseguida. Alrededor de toda la habitación se encendieron una serie de imágenes como en un proyector, imágenes grandes en orden, que iban dando vueltas a medida que Manuel las estaba mirando. La primer imagen era una frase de Walt Whitman: “Me celebro a mí mismo y me canto a mí mismo, y lo que presumo, tú lo presumirás, por que cada átomo que me pertenece, también te pertenece”. La segunda imagen pertenecía a una foto de cuando Manuel era niño, y estaba jugando en la arena. Una tercera imagen lo mostraba jugando fútbol con sus amigos. Una cuarta imagen aludía a la semana en que él estuvo enfermo de varicela, así consecutivamente imágenes de todas las personas que conocía y que lo habían influenciado., desde Dickens hasta su mamá, desde Poe, hasta la señora que le vendía el desayuno los sábados, Los personajes que le apasionaron, desde El Dr. Jekill y Mr. Hide, hasta Condorito, todas sus novias, las copias en la escuela y de cuando se graduó de la universidad, en las fiestas etc. Hasta que una imagen quedo quieta. Era él tirado en medio de la nada, en un potrero. Después la imagen del anciano dándole el puro. Horrorizado vio a continuación, la imagen de él, bailando con aquella mujer. El fumando en la soledad. Una caja de puros. Una puerta. Yésika. El circulo del parnaso. Alejandro, Carlos Felipe, Camilo, Julio, Castañeda, Jimmy. El asiento del trabajo vacío. Se apagaron las imágenes, y automáticamente volvió a haber luz. Ya no había nadie, él se quedo por una hora ahí sentado, toda su vida pasó alrededor de aquellas imágenes que intermitentes, resurgían en su cabeza, estaba tratando de entrelazar ideas. Lloró desconsoladamente y no sabía por qué.



III

”Manuel salió a la calle. Dos semanas después se fue a vivir con Yésika. No dejo de fumar. Siguió eternamente en el asiento de su trabajo hasta que se jubiló. Nunca dejaba de asistir al círculo del parnaso. No volvió a ver a la mujer de rojo, sino sólo una única vez en un sueño remoto.

”Manuel Salió a la calle. Dos semanas después murió el anciano. Él mismo registró su nombre: Enciclopédico armisticio. Murió de cáncer linfático, según lo que pudo averiguar de su vida, era un refugiado de la guerra fría. Ésa noche apareció en la casa de Yésika una caja de puros, de la habana. Julio siguió dibujando. Carlos Felipe, murió algunos años después en un accidente de tránsito, por manejar ebrio. Alejandro desapareció. Camilo se fue para el Amazonas y se volvió fetichista.

”Manuel salió a la calle. Dos semanas después olvido que quería ser diferente. Quería ahora más que nunca ser una persona normal. Se preguntaba qué clase de juego estaba. Después de algún tiempo, se dio cuenta que él era un abismo. Y todo lo que se preguntaba, con el tiempo se dio respuesta.

”Manuel Salió a la calle. Trato de ver si la mujer de rojo estaba en alguna parte, pero no vio nada. Así que corrió a la casa de Yésika, como siempre y le contó todo.
La gente que fuma no es poca?


Brayest Cifher.




A Ever Beltrán. Siempre nos
quedamos debiendo unas palabras







































Raperucita Coja

Caperucita roja no era como todas las niñas, de hecho por eso ella se colocaba una caperucita roja, porque las demás niñas llevaban caperuza negra
Caperucita roja no era como todas las niñas, porque las demás niñas le pegaban e insultaban a sus mamas. Caperucita roja respetaba a su mama y le era obediente
Caperucita roja no era como todas las niñas, porque la mayoría de niñas detestaban al vejestorio arrugado, anticuado y regañón que llamaban abuela. Caperucita quería a su abuela y le llevaba pastelillos de vez en cuando.
Caperucita roja no era como todas las niñas, por no ser como las demás niñas, un día fue a llevarle unos pastelillos a su abuela, unos pastelillos rellenos que quizás lo esperaba todos los miércoles a las horas de la tarde, cuando le daba más hambre
Caperucita temía pasar por el bosque que tanto le había dicho su madre, pero las inadvertencias la sumieron a internarse en ese mundo desconocido. El bosque habían varias niñas que lucían su esplendorosa caperuza negra, y habían lobos desesperados corriendo para no dejarse alcanzar. El Bosque era el caos, de las bandas superficiales brotaban cables cibernéticos que cimbroniaban en un submundo mecanizado y parpadeaban unas lucecillas enfermizas y un letrero fosforescente que esbozaba amplia y rotundamente la palabra INTERNET; Todas las caperuzas negras lucían su último celular a la moda, y no paraban de hablar por medio de aquellos aparatos. A los lados la fauna moría alcanzada por un acceso de tos ferina, las plantas solitarias querían desgarrarse de su raíz, de la tenue tierra; Por todas las ramas colgaban los retratos de los escritores que fueron absorbidos por este bosque, en los cafés de este bosque se podía ver charlar a Stevenson con Lewis Carrol, jugar ajedrez a Dickens con Andersen, podía ver como Lord Byron se arrodillaba de la manera más noble y besaba la delicada mano de una peligrosa caperuza Negra, Veía al pobre de Poe sumido en el sopor del trago. Las caperucitas negras bailaban reggaeton de la forma más obscena y repugnante, pero los lobos de lejos se lamían los labios brotaban las palmas de sus manos. Por todos los lados llovían torrentes de comerciales tales como: “sin igual y siempre igual” o “Axe vuelve peligrosa a la más inocente” y se veía a las Caperuzas negras besar y lamer los pies de los que amorizaban Axe. Caperucita Roja pasó por este bosque, pisoteo matas de cocaína y marihuana, vio gente tirada en el suelo derrotada por la resaca.

Caperucita observo barcos ébrios como los de Rimbaud, hundidos, naufragando por la humedad y el llanto, por el desamor y el desensueño y tanta voluptuosidad., encanto y tanto gemir cáustico.

Pero finalmente caperucita no fue engañada por ningún lobo, luego, ella llegó a la casa de su abuela y notó por la ventana que estaba durmiendo, entonces se devolvió ávidamente para su casa, se comió los pastelillos, y para quedar bien se invento que se encontró con un lobo que se había comido a su abuela, hablo de las orejas grandes, de la nariz grande, y la getota falaz de su abuela, de la forma mas fabulosa posible. Además cuando regresaba, paso de nuevo por el bosque, decidió por unas incontenibles y perversas ganas bailar Reggaeton, por consiguiente, bebió algunos litros de cerveza, fumo, le pareció bien ya imbuida en ese mundo drogarse un poco. Y se pareció a todas las caperucitas de su entorno.

Caperucita se llamaba Alejandra. Alejandra no por que Perrault lo haya escrito, sino por que yo lo digo. Alejandra es decir, la caperucita Roja, hoy tiene un marido Feo, que se parece a un lobo, y cuatro hijos desobedientes.

Brayest Cifher


































Carta a Jaime


Querido Jaime:

yo he querido que surjas en la vida, pero para eso hay ciertos secretos que ya no son tan secretos, pero siguelos al pie de la letra y encontarás el éxito:

-Nunca leas libros de superación personal.(los escriben los psicólogos fracasados que no encontarron más que hacer)




"a donde fueres has lo que quieres"





"no es lo mismo decir el mijote de la cancha que el Quijote de la mancha"

"y Mucho menos La Perra y el Gaz que la Guerra y la Paz"

No escribas para ser un escritor como los demás, escribe para escribir lo que los demás no pudieron. No escribas para ser leído, sino para ser insultado, no leas para aprender todo lo que lees , sino para saber como quien no debes escribir, insulta al gobierno de tu pais y nunca bajes la cisterna de los baños públicos, nunca botes basura al piso, preferiblemente tirala dentro de una casa, que aunque sea ellos la botan a la basura porque está dentro de su casa, pero nunca si esta en la calle que también es su casa; no le cojas nunca la nalga a la dueña de un banco. Ellá te demandará y tendrás 4 años de cárcel, mejor cógesela a personas que lo necesitan, como todas aquellas señoras que tienen cara de tigre, pero que por dentro son más lascivas que las putas de la caracas con 19. Sé un Don Juan con las mujeres maduras, un Cuasimodo con las jóvenes y un Sr Burns con las mediojóvenes, y verás que las Mediojóvenes te trataran como un Don juan, Las Jovenes como un Cuasimodo y Las Maduras como el señor Burns. Vé siempre a la iglesia con tú Abuela, Al supermercado Con tu Tía y al Bar Con tu prima.
Si tu suegra es Bonita y divorciada dile que te reciba, que te echaron de la casa, pero antes dile a tu novia que recoja todo el trasteo y tu aprovechas a tu suegra, después te casas con tu novia y esperas a que tu suegra te mantenga(porque da mucha pena que la novia lo mantenga a uno)
Sé bueno con todos, menos con los punketos que se atraviecen por la calle, pegales una patada en las gonadas y ellos te aceptarán y te apreciarán( son imbeciles)
"después del primero todos son últimos"
dijo Rodaldinho

después te darás cuenta que el mundo corrige a todo el mundo, pero éste etá más equivocado aún.
Los problemas de nuestros jóvenes.Los jóvenes hoy en día tienen problemas serios y no se puede ser ajeno a ello. Yo soy joven y puedo reconocer y admitir en qué rol estamos comprometidos nosotros. Pero no quisiera discutir ninguno de los que ya todo el mundo sabe. Quisiera inmiscuirme mejor en los que reconozco como garrafales en relación con lo social, hacer un diagnóstico de qué es lo que sucede en el pensamiento juvenil actual, es el fin de este trabajo.

La sociedad cambia; esto aunque parezca inofensivo trae consigo ciertas implicaciones catastróficas para la identidad de nuestro presente. El mundo esta lleno de mentiras, que disfrazadas de voluntad general, han incurrido en la infamia de aceptarse como verdad. En el siglo XII se tenía la rotunda convicción de que la tierra era el centro del universo, era la teoría llamada Geocéntrica, incluso, hasta que un científico y astrónomo de la sociedad de esta época se opuso, demostrando que la que giraba alrededor del sol era la tierra y no el sol alrededor de la tierra como se percibía aparentemente; y lo quemaron por hereje. Esto le pasó a Galileo Galilei. Unos siglos después la gente presumía la certeza de que la tierra era completamente plana, hasta que Cristóbal colón, Magallanes y otros, descubrieron que era redonda, al darle la vuelta por mar y tierra a la misma. Se encaminaron a las indias orientales y así se encontraron con nuestra América, también proclamando haberla descubierto, ignorando que los Vikings, feroces guerreros nórdicos ya habían estado allí cuatro siglos atrás. Y así, en todas las épocas de nuestra sociedad han sucedido una serie de hechos equívocos, y la gente se come el cuento, hablando en términos coloquiales. Vengo a que en todo esto ha intervenido en nuestros jóvenes, y ahora la gran mentira de nuestro tiempo es que no se puede vivir dignamente sin la tecnología. Es la marca insigne que identifica nuestro joven siglo. El siglo de la información y la tecnología. De allí deriva muchísimos problemas que nos carcomen. Los hogares destruidos por la falta de tiempo que requieren, los hijos en el Internet, el padre en la oficina, la niña pegada todo el día al Mp3 y la señora madre de familia cautivada por los productos cosméticos para el cabello y la máquina de hacer ejercicio. No hay relación afectiva constante por el tiempo que no se invierte. Pero mi tema no agota estos problemas, va mucho más allá. El problema que ahora se está convirtiendo en un silenciador por el eco de nuestra sociedad, allí donde los intereses de La Polis se confunden esgrimiendo argumentos egoístas. El problema que desde que se conoce el mundo ha sido pertinente y que ahora se ha convertido en un gigantesco monstruo, que rebate los sistemas capitalistas y morales de nuestro vivir cotidiano: el Individualismo.

Jorge Luis Borges en su ensayo ‘Nuestro pobre individualismo’ nos da un ejemplo idóneo de lo que me quiero referir: “Las ilusiones del patriotismo no tienen término. En el primer siglo de nuestra era, Plutarco se burló de quienes declaran que la luna de Atenas es mejor que la luna de Corinto; Milton, en el XVII, notó que Dios tenía la costumbre de revelarse primero a Sus ingleses; Fichte, a principios del XIX, declaró que tener carácter y ser alemán es, evidentemente, lo mismo. Aquí, los nacionalistas pululan; los mueve, según ellos, el atendible o inocente propósito de fomentar los mejores rasgos argentinos. Ignoran, sin embargo, a los argentinos; en la polémica, prefieren definirlos en función de algún hecho externo; de los conquistadores españoles (digamos) o de una imaginaria tradición católica o del «imperialismo sajón».”
Es esporádico y expoliante decir que algo tan banal nos derrote. El individualismo es algo totalmente inherente a la persona, en cierto grado, el diccionario de la real academia de la lengua española dice acerca del individualismo: ‘Tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales.’ Infortunadamente, pensando en la ignorancia de conceptos o del inadecuado uso de los mismos, la juventud tuerce estos conceptos y los vuelven suyos, transformándolos en anarquía, en rebeldía, en desacato a las normas, mutando los conceptos filosóficos expuestos. El diccionario sigue diciendo: ‘Tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado.’ La sociedad misma se encarga de que las personas sean individuales, cada uno se preocupa por lo suyo, no le importan los demás, el Cinismo, que es no sentir compasión por el dolor ajeno, doctrina proclamada por Diógenes, es ahora aún más latente, la gente ve a los jóvenes en sus problemas individuales, sumidos en las drogas, en los vicios, y no hacen nada, y los pocos que quieren hacer algo finalmente no terminan ayudando a nadie. Podemos ir en la ruta, en el transmilenio o el bus hacia el trabajo o la universidad y nos podemos dar cuenta de lo antimpersonal e individualista es la conducta de las personas. Y no es asunto de valores, es asunto de sensibilidad social. Tal es el problema de los jóvenes, derivados del conglomerado en general; las noticias no nos descrestan si no son cien personas las que mueren, ignorando que una vida humana vale lo mismo que las cien. Cuantos murieron?- uno. Uno nomás?- respondemos. ¿Es que acaso una sola muerte no es señal de alerta y de desaprobación?, muchos se enorgullecen de afirmar que Colombia es el país más violento del mundo. En realidad al fondo del asunto, ¿nuestro problema no es el desapercibido individualismo que no nos deja progresar? Ley capitalista: ‘ Todo para el más rico, nada para el más pobre, darle más al que tiene más y quitarle más al que tiene menos’ y no sólo es el problema de nuestros jóvenes, sino el problema de todos, el joven absorbido por esta sociedad compulsiva y repugnante de la que hace parte, se siente sólo, alterado, determinado y sin identidad, entonces se siente solo e incomprendido.
Un caso, que me parece muy relevante contextualizarlo aquí, es de un amigo, fastidiado por un dualismo existencial, que desentraña el problema interno, de lo que le sucede, y lo plasma en el siguiente escrito:

No se por qué escribo. Debe ser por una trivialidad, que es lo que mas ocupa mi vida, que da vueltas en círculo tratando de no ser determinado, no porque ni personalidad sea fácil o porque no estoy de acuerdo siempre con todo, si no porque me cuesta ser lo que soy y termino siendo el que en teoría no soy. El que muestro a un Mr. Hide oscuro y seco que destroza todo a su alrededor, tal es así que siempre soy violento duro e inflexible. soy el tozudo que nunca oye, y que solo rompe a las personas que se acercan a él con las mejores intenciones y las vuelve reacias ya sea porque lo ven como un gamin falto de carácter, o como un perro rabioso y aberrante del mundo, o como un niño que debe madurar y no ha entendido que debe respetar a su alrededor…
Pero quedarme significaría estar inconcluso, incompleto, falto de sentido en el caos que acompaña a todos los idiotas que viven en silogismos estúpidos, que finalmente descubren o dejar de pensar para los que algunos llaman “madurar” y sacan frases; que piensan que son recientes pero están escrita desde lo mas remoto de este mundo de culturas que de su legado solo quedan escombros;-frases como “haga con su vida lo que se le de la gana; o yo sé pero igual quiero sufrirlo”, , y no disfrutan y no gozan los momentos especiales que se le presentan por que no saben enseñarle para que otro comprenda lo que ellos han vivido o lo que quieren ser, que si aparece un personaje moldeable que se le mide a todo y que nunca dice no, que con una mirada lo tienes atrás, así se sepa que sólo es para coger el bus, acompaña por el miedo a la soledad, esa soledad que esta mezclada con el que dirán, o por el carácter antisocial del hombre, JAJAJAJA cuando la soledad solo se encuentra en el corazón de los seres, que se encierran a los demás de una u otra forma ya sea por una actitud mala, por una costumbre o por una regla social, (estratos, económicos, culturales y religiosos), en fin por ellos mismos, es una soledad que solo ellos sienten por que lo quieren sentir…Y si aquel que no te dice no, está con otros, lo miras de reojo hasta cuando descubres que no le interesa acercarte, regresas con una actitud dócil…
Pero que también muestro la parte que para mi es la peor, que la mayoría de la gente guarda porque si la siente vulnerada, la reservan y dicen cosas como “solo tengo que pensar en mi”, es la mejor parte para todos. Es el DOCTOR JEKILL, aquel que es buena gente y dicharachero. Pero esta personalidad se divide en dos. Es en primera medida doctor, eso significa respetable, sin error, pero también esta su nombre q es amigable y decente, solo que tiene un gusto y un anhelo de hacer el mal que una vez hizo o que los demás hacen, se complementan de manera caótica y aberrante para ser esa masa incruenta y destructora de amigos, a los cuales uno termina siendo un masoquista por que el que mas lo pisotee mas cerca va a estar de el.
Cansado, fastidiado y escribiendo para los que no oyen y sufren lo que él les hace y de alguna manera se desquitan ya sea como un regaño o como eso que nos pasa a todos…
Destrocen el enemigo interno y escuchen y encontraran la paz y el sentido de la vida……
Asi, pienso que el problema de los jóvenes, más allá del individualismo, la violencia, las drogas, las fugas vacías reflejadas en dualismos existenciales como el plasmado que alude al Dr. Jekill and Mr Hide, de Stevenson; más que todos esos problemas, el principal o el que estriba de todos es precisamente que los jóvenes no están siendo escuchados, éste es un indicio de individualismo y hay que tratar de no tolerarnos esa conducta.
En últimas, si el futuro depende de los jóvenes, si la mira está puesta en ellos, por qué son tan criticados, señalándoseles de réprobos? Nosotros, sin presumir, somos el alma del mundo.








Exordia


Prólogo.

Texto agregado el 19-04-2007, y leído por 429 visitantes. (0 votos)


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