¡Prometo!,
no rendirme
si el yugo
del campo
me sofoca,
siguiendo adelante,
aunque mis piernas
y mis manos
no sigan
tus pasos.
¡Prometo!,
depertar al alba,
amando la tierra,
el pasto,
el monte
y el agua que nutre
mi cansada alma.
¡Prometo!,
ser fiel,
a pesar
de las palabras,
del temple
del tiempo
y de las desganadas
miradas.
¡Prometo!,
recorrer
contigo la vida
que elijas
y que esa
será también
mi vida.
¡Prometo!,
ser arrogante,
celoso amante,
de tus manos
de campo,
de pueblo
añejado.
Prometo,
rendirme
a tus ojos,
descansando
en ellos
como si fuesen
mi cielo.
¡Prometo!,
aceptar
que digas
que eres
mi dueña,
sabiendo
que me
he entregado
sin ser domado.
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