Había un extremo corroído en el flujo de las horas… en las penumbras del horror. Nadie podía vislumbrar lo que seguía en el impredecible hilo de la existencia… Nadie podía especificar el número de voces cercenadas por el estrepitoso atentado…
… y entonces, se fragmentó el silencio con irreverencia, como si al unísono cayeran pesadamente las gruesas paredes de una gran mole… Después… cómo explicarlo?... si ni siquiera puedo articular el calificativo adecuado… Hubo algunos estertores, algunos gritos desgarradores… Algún hedor que se descolgó en el aire conjugando esencias de carne y sangre abrazadas por una marea de igniciones…
Tras los residuos de hierro y de cemento… restos humanos ilustraban la masacre, apelmazados, licuados, triturados, desintegrados… como un presagio del infierno y la desolación… Pedazos de cuerpos inconexos… rotas ilusiones y un futuro con memoria…
La fecha es casi innecesaria… No es ni el primero ni el último episodio… Es tan solo un mojón en una larga secuencia de actos descabellados… Es una burbuja de incomprensible locura… es la lágrima oscura y aquella frustrada nube sobrecargada de impotencia.
Devuélveme pronto aquella sonrisa, mundo cruel… y no me dejes sepultado entre las víctimas de tu desencontrado destino de inverosimilitud, entre lo abyecto y lo repulsivo… por la sana integridad de mis pasiones, de mi instinto de conservación y de mi irrenunciable deseo de amar, por encima de cualquier conato de fatalidad o de psicopatía… y sobre todo déjame pactar con mi libertad y mi libre albedrío… para que no muera la canción ni su rostro embebido de soles en el alba…