Despido
Tus ojos se despiden antes que tu boca. Yo te quería decir algo o sugerirte algo metalingüístico, hacerte un mudra, decirte un mantra. Solamente creo que no quería que te fueras, no sabía cómo, por eso apelaba a lo místico, a Yogananda. Esperarte tanto para que te vayas, esta espera tiene cifra si tomo en cuenta tu mirada, como se mira algo en el baño… la angustia tendría 35000 años si fuera mentira mi remortalidad, que es cierta.
Yo he sido luego de tu mirada. Antes era, sí, Era. Como quien dice: antes Nada, ahora Mundo. Claro que hay algo más que el Yo, este amor clama que es de dos hecho uno. Era plural, de la unicidad solidaria, que te pintaba narices negras, que te hacía tira-fuegos, malabares desnudos sobre la cama: Esperando limosna.
Y ahora nuevamente despedida. ¡Ah! El sol al Este sigue naciendo. ¿Nos importa?
HAY trompicones en medio de elecciones, cosas del mundo se atan de los cuernos, pica esta sensación de soledad o de desacato. Todo lo estúpido de la angustia existencial.
Ese molde de nostalgia que recrea esas manos que dicen adiós, el beso volado al partir, esa corrida detrás del tren, ese alambrado que te ve elevar en el avión. Las parejas en las calles exhumando olor de flores a latir de besos. Yo no sé cómo es ser bueno, ¿cómo se hacía para amarte mejor? Debe tener algo de mirar de estrellas, de ganar en los casinos, de no dejarme contagiar por la murria explosión del desatino de quedarme san rien... en los comentarios de pie a la prensa, con volverte a dejar ir. Tendrá que ver, con hacerme el que sonrío, que acierto en la pregunta: “¿cómo están los hijos?” “¡Qué bueno es verte señor, marido, ex amigo!”. Por allí ese perfume se cuela, cae en veleta desde el cielo. Se parece a decirte soy feliz y no me arrepiento. A los trabajadores el viernes: al juego de cartas, a las cervezas, a verte saltar con esa falda en la discoteca.
O con ser un poco más bestia: ¿Qué tendrá de animal eso de pasarte los dedos rozando desde los senderos desbrozados de tu cuerpo? Yema de dedo, morder la yema de tus senos, gastronómica, astrofísica, besarte detrás del cuello, darte de comer el jugo de la frutilla de la torta de nuestro aniversario, bañarte en crema chantilly, en limón con miel. Lamerte desde Guayaquil hasta Guadalquivir, Norte-Sur, por la avenida transversal, sin freno. Eso te gusta más, ¿lo ves?
¿Cuánto tendrá de irracional la paradoja de mi mortalidad con el te amaré por siempre? Temo atacar la liviana atracción de mi perdurabilidad remota. Temo no ser el tipo nalga firme, brazo hinchado, sobre el que reprimes la sonrisa que imagina cuando lo ves pasar por cualquier calle de oropel, Yo me sumerjo en mis libros, me carcajeo la posibilidad de encerrarme en los gimnasios, el tema del complejo. Ripiosa es la coyuntura en la asamblea, toda la ala derecha de mí, que pide adaptarme a estado actual de cosas, me carga de a ratos los rumores de la derrota. Un estudio científico me calma así como John Milton: No hay mayor atributo que la inteligencia, a pesar de la evidencia.
Me despierta tanta tristeza que te hayas ido, que lo único que me consuela es no cargar con la tristeza, de sufrirte más tiempo aquí.
Y sonrío. Algunos testigos hasta afirman que soy feliz.
Christian Cruzatti
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