EL CONSEGUIDOR DE DESEOS
Recuerdo que fui a pedir la inmortalidad y me la concedieron.
No me pregunten si estoy arrepentido de haberla pedido, ya es agua pasada.
Tampoco me pregunten cómo es este lugar, no es el tema que nos ocupa.
Hoy soy un "recibidor" en la antesala del Conseguidor de deseos. Recibo a las personas, ilusionadas y en sueños, me piden cualquier cosa. Mi tarea es decir quién puede, o no, hablar con el jefe, el Conseguidor, quien al final transforma el deseo en realidad.
Hay personas que sólo vienen una vez y se van con el deseo concedido. Otras vienen innumerables veces y al final, o se cansan de venir, o entienden que lo que piden nunca se lo proporcionaremos, perdón, se lo proporcionará. Llevo tanto tiempo en esto que a veces me creo que soy yo el que les da lo que piden.
Recuerdo la primera noche que llegué aquí, hace ya muchos y muchos años. Un niño de unos diez años, sentado en el mejor banco de la sala de espera, miraba al mar como quien espera un milagro aún sabiendo que no ocurriría. Le pregunté a mi instructor si a ellos se les permitía también la entrada.
-Si Contestó.
Me entró gran curiosidad por saber lo que quería pedir aquel niño, y cuando me dirigí a él, mi instructor me informó que aunque se le dejaba sentar en ese banco, nunca se le podría conceder su deseo.
La primera noche en la que ya no necesité instructor, cuando ya hube acabado con mis deberes, me senté al lado del niño, que aún seguía en la sala de espera.
- ¿Cómo te llamas?- Le pregunté.
- Juan- Respondió- ¿Y usted?
- Cieloclaro Dije con voz profunda.
- Es un nombre un poco raro para una persona, ¿Seguro que es su nombre verdadero?
- ¿Y que pedirá este chiquillo para que no se le conceda? Se me escapó decir. Perdona, estaba pensando en voz alta, mi nombre antes era Alberto, aquí me conocen por Cieloclaro, así que me puedes llamar Cielo. Le dije.
- Pido que haya paz en todo el mundo, que pronto la guerra sólo sea la sombra de un recuerdo. Me contestó.
- Ahora entiendo porqué el Conseguidor no te lo puede conceder y el por qué te deja quedar en éste, el mejor banco. ¿Cuánto tiempo hace que vienes?
- Desde los cuatro años.
- He comprobado que vienes cada noche.
- Sí, mi padre me dijo que la perseverancia siempre da sus frutos.
- También yo lo creo, pero todo tiene sus excepciones.
- ¿Y por qué las excepciones no pueden ser buenas? Me preguntó- Esa pregunta me sorprendió y no supe reaccionar de inmediato.
- Según el caso son buenas o malas Note que mis palabras no habían convencido al niño. - ¿Has hablado con el Conseguidor? Le pregunté -
- Sí, una vez, el primer día que vine.
-¿Se puede saber qué te dijo? Le pregunté ansioso.
- Me dijo que mi deseo eran muy noble, pero que él lo que podía conceder eran deseos individuales, no colectivos, que mientras haya personas que se quieran pelear, él no está en disposición de concederme mi deseo.
- Debió ser una noche triste para ti.
- Sí, pero cada vez me doy más cuenta de que el Conseguidor tiene razón ¿Cómo le va a conceder el deseo a una persona, si estaría privando a muchas de lo que quieren hacer, que no es más que pelear, luchar
?
Esa fue nuestra primera conversación, pero estas se sucedieron cada noche durante muchos años.
Percibí que Juan envejecía día a día, mes a mes, año tras año, pero yo parecía aparcado en mis treinta.
Cuando intuí que la muerte le estaba rondando quise tener una entrevista con el Conseguidor:
- Sabe que en todo este tiempo nada le he pedido, pues nada he necesitado. Hoy me gustaría pedirle algo, y no precisamente para mí, sino para una persona que se lo merece con creces.
- Creo que te refieres a Juan ¿verdad?
- Así es.
- Verás, tengo pensado algo para él. Me contestó.
- ¿De verdad? eso es espléndido, la mejor noticia que podía darme. ¿Y cuándo será?-
- Pronto, muy pronto, pero no se haga muchas ilusiones. Respondió el conseguidor.
Aquella noche vi a Juan especialmente tranquilo, diferente, pero no sucedió nada La noche siguiente vino muy contento y me dijo:
- Hoy traigo muy buenas noticias, la perseverancia ha obtenido sus frutos.
- Cuéntame, te escucho Le dije -
- Hoy nadie en todo el mundo se ha peleado. Nadie. Ha sido la noticia del día.
- Eso es fantástico Juan. Le dije mientras veía que una sonrisa poblaba su semblante. Es increíble, lo has conseguido.
- Sí, por algo se empieza y aunque sé que es una gota en el mar, las gotas sabemos que erosionan las piedras con sus caricias.
Se tumbó contento en el banco y pareciendo que dormía, murió muy feliz.
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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ
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