Texto número 21 para el 12º Asalto del Club de la Pelea.
Categoría: Prosa

Puta

Las luces reververaban en el vestido escotado de lentejuelas que dejaba ver esa espalda y esos hombros. Estilizada, con tacos agujas en los pies, caminaba entre las mesas y los hombres, llamando la atención de ricachones con suerte y de empobrecidos croupiers que toda la plata que han de tocar es la que le retornan como gratificación a los chanchos poderosos que con ese dinero compran todo; y ni que pierdan es mejor, porque el dueño del casino es otro tanto, más gordo, más poderoso por sus conexiones políticas, y mucho más de temer por no ser tant tonto como para andar confiando su dinero al azar.
La dama se apostó junto a un hombre de mediana edad, atractivo y con piloncitos de fichas de colores. Hablaron bajito. Un gesto ordenó a sus secuaces retirarse y él camino con ella tomándola del brazo a una puerta en el fondo de la habitación. Pensé en detenerlos, abalanzarme, pero me sentí impotente; seguridad me habría echado de los pelos de ese lugar y sin más lanzado por la puerta patas para arriba. Es cuestión de resignarse. Mi mujer era una puta, a la que se la cogían los tipos más poderosos de la ciudad. Y venir a enterarme acá que así pagábamos las vacaciones. La verdad no duele. Lo que no tiene es remedio.