Texto número 20 para el 12º Asalto del Club de la Pelea.
Categoría: Prosa
Las Vueltas de la Vida
El anciano sonrió terminando un relato y el viejo bar dónde se reunían todos los atardeceres los amigos, comenzó a poblarse de murmullos o pedidos de otra vuelta de café.
- Muchas cosas insólitas pasan en este mundo - Don Jorge tenía acaparada la atención de los parroquianos, todos reacomodaron sus sillas para seguir prestándole atención; sus historias eran siempre excelentes. Poco a poco se aplacaron los murmullos.
- Pero el nacimiento de Lío Méndez fue el comentario de toda la ciudad por un largo tiempo. Sus padres eran una pareja de jugadores empedernidos, tal es así que a la madre tuvieron que acostarla sobre una mesa de Punto y Banca para que diera a luz. No había querido ir al hospital aunque ya tenía contracciones antes de salir para el Casino esa noche – continuó Don Jorge con su voz de tonos pausados y al percatarse del silencio que se generó con su introducción a la nueva historia, tomó aire y ya no se detuvo.
- Así fue que lo primero que Lío vio, no fue la cara de su madre, sino la de un tal Tejera, un crupier traspirado y con ojos asustados, pero el único que no se sintió apabullado por los desgarradores gritos de Sara y el único que se atrevió a tomar cartas en el asunto (metafóricamente hablando) y oficiar de partero en esos momentos en los que hasta el más guapo se hizo sombra en un rincón.
- Los gritos de la madre se calmaron, dando lugar al llanto del recién nacido, que se vio de pronto inmerso en un mundo de luz y colorido, siendo recibido por el aplauso emocionado de todos los presentes.
- Tejera, sacó una cortaplumas de su bolsillo, puso la hoja sobre la llama de su encendedor y cuando vio que se tornaba roja, cortó de un tajo el cordón que unía al pequeño con la madre, luego lo envolvió con el primoroso chal de una turista yanqui y lo puso en los brazos de Sara con una sonrisa de satisfacción por la misión cumplida.
- Pasado un tiempo, el niño fue bautizado y se le puso el nombre de Lío por la batahola que armó al nacer en el momento y el lugar menos indicado. Por supuesto que el orgulloso crupier fue su padrino, pero padrino con todas las de la ley. Se lo tenía ganado.
- Los años fueron pasando y entre Lío y Tejera se fue creando un lazo indestructible, el niño adoraba al hombre y el hombre adoraba al niño. Como su trabajo era nocturno, siempre tenía tiempo para llevar al pequeño a pasear, ya sea a la plaza, al parque o a la playa. También pasaba tiempo ayudándolo con sus deberes escolares. Era muy común verlos caminando enfrascados en interminables charlas.
- Sara y Altorcan, su esposo, continuaron concurriendo al casino todas las noches, no podían resistirse a la fascinación que el juego ejercía sobre ellos. Dejaban al pequeño al cuidado de una criada y partían felices a sus noches de jolgorio. No eran malas personas, pero no tenían vocación de padres, Lío había sido un “accidente” en sus vidas.
-Todo fue muy bien, hasta que, cuando Lío tenía aproximadamente unos doce años, Sara y Altorcan desaparecieron, escapando de la decena de acreedores que sus deudas de juego acumularon a través de los años y que ya hartos de sus falsas promesas de pronto pago, habían decidido cobrarse con dinero o con sus vidas.
- Como eran padres poco afectivos, su solución para con el pequeño fue dejarlo a cargo de Tejera, seguramente convencidos de que con el hombre estaría más protegido, para lo cual escribieron un documento que firmaron ante un escribano amigo, tanto o más fullero que ellos, dónde declinaban su paternidad a favor de éste y fue así que de la noche a la mañana el crupier se convirtió en el feliz padre de Lío; quien, si bien sintió el alejamiento de sus progenitores, ya era un niño en edad de comprender quien lo quería realmente.
- Al poco tiempo y temeroso de que los despechados acreedores quisieran tomar venganza con el pequeño, Tejera dejó su trabajo y se dirigió con Lío hacia otra ciudad dónde nadie los conocía, consiguiendo un puesto de maestro, después que desempolvara su viejo y olvidado título.
En ese momento de la historia y ya cuando todos estaban completamente enfrascados en ella, la puerta del bar se abrió dando paso al joven cura de la Parroquia que venía a buscar a su padre, Don Jorge. El párroco ni siquiera se percató que todos los ojos estaban fijos de forma extraña sobre su figura.
- Vamos papá, ya es hora que regrese a casa, es tarde y hace horas que le está dando charla a sus amigos.
- Ya va Lío, ya va, solamente le estaba contando una historia a los amigos, sobre las vueltas de la vida.
El sacerdote con una sonrisa en los labios, tomó al anciano del brazo y después de despedirse afectuosamente de todos, salieron caminando enfrascados en una charla amena, como antes, como siempre.
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