APAREAMIENTO II (Desde la otra perspectiva)
Al maestro H.P. Lovecraft.
No puedes culparme por lo que pasó. Te lo dije desde el momento que nos conocimos. Nunca romperías ciertas reglas que yo guardaba celosamente. Tú me prometiste que no lo harías, pero debí suponer que, como tantas otras, no cumplirías.
Fueron bellos momentos, sin embargo, los que alcanzamos a pasar juntos. A pesar de que intenté (De verdad lo intenté) alejarte, tu insististe con ingenuo optimismo. ¿Por qué, si yo era tan brusco, tan callado, tan esquivo? Supongo que no soy tan fuerte como pienso, que los aleteos de la carne también acarician a alguien como yo, ya que finalmente cedí. Pensé que podrías con mis temores, con mis restricciones. Tu relajada paciencia me hizo alentar esperanzas. No te dejarías llevar por un arrebato tan fácilmente. Casi llegue a convencerme de que el destino podría ser torcido, pero, como descubriría pronto, razonar con nuestra esencia era tan imposible para ti como lo era para mí.
Llego el momento de la plena intimidad. Tenía miedo, pero la ilusión de romper con el pasado daba fuerzas al deseo que latía en mi vientre. Nos acariciamos lenta y sutilmente. Supiste llevar la pasión con movimientos maestros y seguros. Pudiste incluso, navegar entre los límites que te había impuesto durante los momentos mas impulsivos del sexo. Durante unos minutos, te quise en serio. Y creo que tú también me quisiste de verdad, porque, tras una maldita pausa, tus ojos me contemplaron largamente y me besaste.
Desgraciadamente, eso se transformó en nuestra condena.
El orgasmo me alcanzó con súbita y poderosa furia. Al tiempo que jadeaba de placer, el grito escapó de mi garganta como una sentencia:
-¡Por qué! ¡Por qué me besaste! ¡Te dije que nunca me besaras! ¡Que no tocaras mis labios!
El terror quedó esculpido en tu rostro. Ya no podías moverte. El veneno de mi boca te había paralizado. En los espasmos del clímax, mi mandíbula se expandió, se abrió más allá de tu comprensión y comencé a tragar tu cuerpo paulatinamente. A través de las horas, las lágrimas acompañaron el proceso de engullirte de forma completa.
Ahora siento que el sueño me invade. Debo hibernar para facilitar el ciclo de la digestión.
Al menos lo haremos juntos
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