Se me hizo sospechoso, es todo. A cualquiera puede pasarle. Y si alguien llegara a las once a su casa, golpeara su puerta, y de la manera más miserable lo sacara de la cama para oír una sarta de barbaridades sin sentido, qué haría. Y si lo repitiera varias veces. Es por eso que decidí observarlo. Ya sabe, no soy de esa clase de gente que gusta espiar a otros, pero este caso era diferente.
De él sólo sabía que trabajaba para uno de esos diarios, usted entiende, de “esos”. Tengo entendido que buscaba noticias. Lo otro, lo del bar no tuvo mucha importancia para mí. Era normal un hombre dice cosas cuando esta borracho. Lo conocí por casualidad y no fuimos amigos, sólo compañeros de tragos. Ahora que lo pienso no sé porque entró la desconfianza, pero entró, y se me hizo sospechoso y lo espíe. Lo espié en las madrugadas, lo espié cuando estábamos sobrios. Y también lo odié.
Recuerdo que tenía una historia. Un hombre en un arranque de locura terminó asesinando su propia familia, los mantuvo embalsamados, siguió viviendo en su casa por semanas, quizá hasta meses. Lo imaginé conviviendo con sus muertos, con sus fantasmas, con sus recuerdos. Lo imaginé tratando de conciliar el sueño, y no lo digo sólo por el olor de su familia muerta. La culpa, ya sabe, todos la llevamos, hasta usted que trata de mirar en mi mente. Se contaba que trataba de ocultarlo todo con olores a incienso, pero al cabo de un tiempo le fue imposible. El abismo es insondable, hasta donde el hombre puede caer. Pero esa historia yo no quería conocerla. Al ver lo que otros hacen uno puede querer sentirse mejor, pero en realidad no es así, en el fondo todos somos iguales.
La noticia duró algo así como una semana, había fotos del hombre y su familia. A pesar de todo no pude dejar de leerlo. Creo que fue por eso que terminé aborreciéndolo, eran repugnantes los dos, el reportero y el otro. Creo que la desconfianza vino de ahí, de todo. No era normal. Tal vez todos somos iguales, buscamos en otros cosas para aplacar nuestra culpa. Mi culpa, no digo que no la tenga, y no es que no me sienta mal por lo que ha pasado, pero creo que fue mejor así.
Tenía una habitación pequeña, un pequeño cuarto de revelado. Había fotos de todo, con filtros rojos para resaltar la sangre. Pero también había algo más. Mi culpa, aplacada, no sé, tal vez era la excusa que estaba buscando desde siempre, desde que supe que ese hombre era malo, desde el día en que decidí que debía morir. Había fotos de niñas, de niños, usted sabe, de todo. En el fondo siempre lo supe. Desde siempre, desde el día en el bar, desde el día en el que leí el reportaje. Mi culpa, no lo sé, tal vez sea real, tal vez sólo algo que se siente. No creí que pudiera ser cierto. El hombre del reportaje, recuerda, el que tuvo a su familia muerta en su casa y pretendió vivir ahí como si nada. Sabe algo, lo entiendo. Yo quise seguir como si nada, pero no pude. Me derrumbé, ahora lo sabe. Pero debe saber algo más también, usted y yo no somos tan diferentes. |