“He llegado a pensar que creo en el amor tanto como creo en la religión.” Dijo mientras soltaba lentamente el humo que había aspirado.
“Pues vaya optimismo el tuyo, si eres mas agnóstica por no decir atea, que cualquier otra que conozca”
“Si, en efecto, y tal vez todo sea la misma cosa en realidad. Actos de fe que exigen confianza ciega. Disposición para creer, practicar y rezar todos los días. Creo que no la tengo, no me es fácil ninguna de esas cosas”.
“Siempre he sabido que odias los temas religiosos, que nunca te paras por la iglesia salvo cuando andas de turista, que ya no vas a misa ni en navidad o año nuevo, todo eso lo se. Pero ahora ya te estás pasando, eso de decir que el amor es igual a lo que sientes por la religión, ya vas demasiado lejos.”
Sonrió cuando vio el potencial de esta charla, nada le fascinaba mas en el mundo que encontrar a quien sostuviera sus conversaciones sin aburrirse, o sin aburrirla.
“Pero es que si lo piensas, viene a ser casi lo mismo. Para creer en uno u otro necesitas sentir sin razonar. Entre más piensas en la posibilidad de las historias que te cuentan mas inverosímiles resultan. De igual manera que entre mas piensas en la otra persona acabas por enfermarte de celos, de angustia, o de la mas boba satisfacción.”
“Pues tu ahora dirás que no crees, pero bien sabemos que te he visto mas de una vez víctima de esa boba satisfacción, que ahora tachas de enferma.”
“Claro, lo reconozco. Pero eso no indica que sea capaz de vivir con ella. Y es que seguir las reglas para ser buen cristiano es tan difícil como mantener una relación viva y funcional. No se me da eso de poner la otra mejilla cuando me cachetean, ¡en sentido figurado, por supuesto! El día que un patán me intente levantar la mano, no volvería para contarla, eso te lo aseguro.”
“No me queda ninguna duda, y menos con esos ojitos de fuego.”
“Pero es a lo que voy, yo nunca me doy por vencida, si de pelear se trata soy mas necia que un burro, eso de ceder cuando siento que tengo la razón va mas allá de lo posible”
“Bueno, pero tu ya estás hablando mas que del amor de las relaciones de todos los días, tolerancia la necesitamos siempre, ¡incluso para tratar a los desconocidos en el tráfico!”
“Estoy de acuerdo, tolerancia siempre, para sobrevivir en la jungla que es esta ciudad. Sin duda. Pero con el amor pasa diferente, en la calle la tolerancia es transitoria, todos los trayectos llegan a su final sin que corras riesgos verdaderamente grandes. Pero ya con una pareja, la tolerancia no puede irse nunca, la necesitas para todo, para dormir junto al que se mueve, para sonreír a sus chistes que no te hacen gracia, para decir educadamente que estás ocupado o para soportar que no quieran hablarte cuando el otro lo está. Y no es la fuente de la abundancia, a unos nos dura menos que a otros, y entonces empiezan los problemas.”
“Mira para empezar necesitas a encontrar alguien mas simpático, o con un humor mas negro que tus peores sueños, tal vez eso si te haga reír. Y después, yo creo que si encuentras al indicado nada de esto tendrá importancia. No pensarás en la tolerancia que perdiste en una cosa o en la que necesitas para otra. Si fuera la persona correcta las cosas se darían sin tanto problema.”
“Puede ser, puede ser. Pero mientras tanto, me niego a profesar la fe. ¿No es verdad que cuando un pastor se da cuenta que sus ovejas lo veneran, puede llevarlas por los senderos mas tortuosos o mas penosos, si el así lo desea? ¡Yo no quiero ser una oveja!”
“¡No por supuesto, pero claro que te encantaría ser ese mismo pastor! ¡Tu si que serías capaz de arrastrar a tus ovejas al abismo!”.
“Ah, me difamas, jamás arrastraría a nadie al abismo, es verdad que me gusta conducir a las personas a sitios extraños que no conocían, o ponerlas a prueba que sin que se den cuenta, tan solo para ver su reacción o para saber si tienen potencial. Pero nunca, nunca arrastrar ovejas, esos animales sin voz propia, me desesperan.”
“O tal vez, querida amiga, lo que temes es pensar que podrías convertirte en uno de esos lanudos, que se despeñan por seguir a su amo”
“Ese es el riesgo que corremos en caso de encontrarnos con una de esas personas que tienen el don de mando tatuado de nacimiento. Una mirada les basta para mover al mundo, unas cuantas palabras para convencer a su auditorio. Y dime que son sino eso, los profetas de cada creencia”
“¡Vamos! ¿Me estás diciendo que no te gustaría seguir a las profundidades a nadie, ni perderte por completo cuando escuchas a alguien, ni dejarte llevar a donde quiera que sea sin pensarlo dos veces? ¿Es que te niegas a sentir?”
“Ponlo en esas palabras y con esa intensidad, y hasta me da envidia cualquier persona que se sienta de esa manera. Mira que me encantaría estar de pie frente a una ola inmensa, recibirla en la cara y dejarla que me arrastre mar adentro, no opondría resistencia si fuera capaz de hipnotizarme con su color verde imposible y su frescura inmensa, no mediría los peligros si supiera que en el camino me llevaría a los rincones y las profundidades.”
“¿Qué pasa contigo? Empiezas a hablar como uno de tantos fervientes peregrinos.”
Suspiró y mientras miraba el fondo de la taza vacía contestó. “Ah, es la condena de todas las ideas hermosas, los cuentos de hadas, las plegarias al supremo. Suenan preciosas en la boca del profeta, hierven la sangre cuando las lees de un libro, convierten al más radical hereje. Pero cuando las buscas en la vida diaria, no se asemejan siquiera, cuando las esperas todos los días, no las encuentras tan a la mano. Cuando intentas una relación, te desgasta mucho antes de llevarte a la gloria.”
“Tu lo que eres es una fanática decepcionada esperando en la playa a la próxima ola que la haga cambiar de parecer”
“Te equivocas, yo no espero una ola, yo espero al monzón.”
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