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Inicio / Cuenteros Locales / inabsoluta / Parecías contrariado, aunque tal vez el contrariado era yo.

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(No suelo ser repetitiva en los temas que trato, pero la fe es algo que me incentiva, porque mi concepto de fe se desliga de la religión).


Llegaste cuando aún no comenzaba la Misa y los más devotos rezaban con los ojos cerrados y las manos juntas. Entraste con la Incertidumbre en la cara y te alejaste lo más que pudiste del Altar. Te sentaste en la banca correspondiente al sector de la Virgen y te quedaste mirando la silueta de aquella escultura que describía a María pisando al diablo en forma de serpiente. Sentiste que el mundo dentro de ese espacio te observaba y te criticaba, e incontables veces te diste vuelta por si alguien te dañaba por la espalda. Terminó el rosario y la gente comenzó a entonar canciones que fueron el dialecto más agrio que pudiste encontrar. El Disgusto hacía estragos en tu cara cuando no había más remedio que mirar con Escepticismo el cura con su sotana inmaculada. La gente se quedó en silencio y por respeto pusiste cara de Seriedad, aunque parecías estar Con Trariado. El cura habló y te ordenó sentarte después de haberte parado medio minuto antes. Creíste que la cosa sería más sencilla, y que todo iba a ser exasperantemente monótono, pero erraste en tu diagnóstico. Te entretuviste mirando a los niños que tenían la misma cara de aburridos que tú, a la gente del Coro que se hallaba en el sencillo segundo piso de aquella iglesia que reunía más fieles de los que podía abarcar. Te visitó la Culpa cuando notaste que un anciano estaba de pie, y tú, con tu piel joven y morena, estabas sentado. Pero no te inmutaste más que por dentro y seguiste el juego del cura y los fieles, aquel que desafía las articulaciones y debes pararte y sentarte, como si de eso dependiera la vida de aquel domingo. Entonces el cura levantó el cáliz, bebió y luego comió una especie de pan que por definición y costumbre llamamos Hostia. Recordaste cuando eras aún más joven e imitabas la voz de un tío español. Sonreíste y te visitó nuevamente la Culpa, porque lo estabas pasando bien donde por idiosincrasia hay que pasarlo mal. La gente del coro entonó entonces una canción que no entendiste por el ruido que produjo la gente impaciente por comulgar. Te quedaste en tu banca, con ganas de mirar el reloj que por capricho dejaste en casa, y cuando la gente te miraba la cara, no devolvías la mirada. El cura bendijo a la gente dentro de la iglesia, y por primera vez en mucho tiempo, te sentiste Incluido dentro de esa bendición, aunque seguías con la cara dividida entre el Escepticismo y la Incertidumbre. Terminada la Misa, te quedaste un rato al lado del confesionario, esperando ser un motivo menos de atochamiento en aquella pequeña puerta de salida. Te preguntaste por qué la puerta de la Iglesia era tan amplia para entrar y tan pequeña para salir cuando debería ser al revés, pero concluiste que no era más que una ilusión óptica. Te dieron ganas de fumarte un cigarro y saliste de la iglesia, aún sin saber qué pensar de esa mañana de domingo. Aunque creo que después de una semana supe qué habías pensado, pues te vi entrar con la misma Arrogancia de siempre el domingo siguiente, y el subsiguiente...

Texto agregado el 14-04-2007, y leído por 139 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
24-04-2007 ea! eso es.... además de que el tema me gusta mucho, la manera en que escribes tambien! trukovaliente
24-04-2007 ea! eso es.... además de que el tema me gusta mucho, la manera en que escribes tambien! trukovaliente
21-04-2007 esplendido te felicito5* neison
14-04-2007 Excelente relato con una detallada descripción interna del personaje.Interesante el trasfondo.Pau . Paugi
 
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