En las noches de penumbra, donde el cielo se destruye y el polvo grisáceo es lo único visible, descubro que la realidad no es solo una sino que existen infinitas partes indivisibles que necesitan conectarse para vivir, para no desaparecer, para no convertirse en un espejismo que nos nubla la vista y nos impide ver la realidad en su totalidad.
Porque a pesar de que lo tangible sea lo seguro, lo que mantiene el orden y nos sumerge en una realidad creíble y fácil de captar. También puede ser que ésta nos este escondiendo una de sus caras y solo nos muestre lo superficial, lo visible para dejarnos tranquilos y poder así, dormir placidamente sobre el pedestal. Que gran paradoja, la de la realidad que no es mas que un engaño aceptado por nuestros ojos y silenciado por nuestros pensamientos.
Si, porque solamente de realidades podemos vivir, las ilusiones, los deseos, los sueños son solo mecanismos que nos impulsan a seguir adelante y no decir basta hasta acá llegue. Porque cuando digas basta, el mundo te tira al tacho de basura y dejas de existir. El mundo te castiga por esa elección, pero no es culpa del mundo sino es tu culpa por querer evadir responsabilidades y no enfrentar la situación. La vida no es fácil y depende de nosotros transitarla lo mejor posible. Sabemos que no es sencillo pero en ese momento de desosiego, los deseos, los sueños se materializan en un poder indescriptible, que solo él que lo experimenta lo siente y es capaz de interpretarlo. La vida está llena de figuras las cuales debemos interpretar para seguir, para no detenerse en mitad de camino y tirar todo por la borda. Las figuras, elementos abstractos que nos provocan confusión y a la vez esperanza….esperanza de que la oscuridad comience a dar paso a la claridad y así poder visualizar lo que hay detrás, lo que se esconde en el fondo, en su interior sin perder la visión externa. En ese momento vemos la realidad en su totalidad, con lo bueno y lo malo, la visualizamos e intentamos tocarla, convertirla en materia y sacarla de la ilusión, de nuestros deseos.
El miedo renace y nos toma por la espalda evitando que reaccionemos, cerramos los ojos y volvemos a empezar, volvemos al mismo lugar en donde intentábamos percatar algo distinto en la imagen de esa figura.
|