Mirar mirar

Mirar mirar dentro de mi oreja
Para ver ver mis quejas
Que se escapan sin ser escuchadas
Ni amasadas por mi cabeza.

Mirar mirar no es lo mismo que solo mirar, es un redoble de tambores, una voltereta de carneros cuesta abajo redundante en giros que repite la acción más de una vez y nos da la sensación de seguridad, de que realmente se está efectuando o se ha efectuado la acción en cuestión.
Quizás suene un tanto vago y el lector no comprenda de lo que hablo ni a lo que me refiero y es que la verdad no me interesa la comprensión de mis ideas, ni de lo que me pasa, ni de lo que me podría pasar, ni mucho menos de lo que me ha pasado, al menos en este preciso momento me pasa esto. La incomprensión me viene bien, me asienta, es casi como mi complemento, en ella me tiendo a descansar sin esperar respuesta ni a formular yo alguna, libre de pensar y de temores, como el sonido de un violín, que al volar por el ambiente penetra los oídos de los espectadores.

Es una cosa aguda, sin importancia visual lo que me ha ocurrido, pero está presente ahí, enfrente y sin quererlo ni pensarlo a usted; la miro miro.