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CUENTO JUDIO

Omar Barsotti


- Tienes que ayudarme. Si no devuelvo ese dinero soy hombre muerto.
-¿Pero, David, quién puede ser tan hijo de puta para matarte por cien mil dólares?
-Jacobo
-Ah!... Ese sí.
-¿ Convencido?... Bueno, ¿me vas a ayudar o no?.
- Cien mil es mucho, muchacho. No le falta razón a Jacobo.
-Pero Elías!
-Ya...ya..., cálmate.
- No puedo. Lo tengo momentáneamente acotado, pero Jacobo tiene relaciones con gente muy dura.
- ¿De que me estás hablando?
- Del Mosad, por ejemplo.
- ¿Te refieres a esos rubios de cabellos rizados, ojos celestes, cutis atezado y camisa caqui que aparecen oportunamente con una uzzi y salvan a esos torpes de la CIA?
- No, me refiero a esos tipos bajitos, medios calvos, un poco obesos, de trajes negros, sin corbata, con caspa en los hombros, que andan por ahí con una lapicera, un cuaderno y un cronómetro tomando notas para saber como, cuando y donde te hacen albóndigas, aunque seas de la CIA.
- Ah! – asintió Elías pensando que era una imagen deprimente del romántico servicio secreto judío.
- Bien, siéntate. Ya sé que te van a matar.
-Es muy alentador.. ...mas ¿ es posible que entiendas que no me queda tiempo?
- ¡Vamos hombre!, ¿no habrá un poco de tiempo para satisfacer mi sana curiosidad?. ¿Qué le hiciste a Jacobo que está tan enojado?.
- Lo engañé.
-Eso no te lo creo. Digamos que es improbable. Si lo hiciste, te van a dar un Nóbel....Pero...esta bien... no te pongas nervioso. Cuéntame.
-Lo engañé. Pero no fue deliberado. No es mi culpa. ¿Sabes que hace un tiempo me empecé a interesar en la alquimia.?
-Muchacho, tu eres un Ing. Químico y un buen judío, además.¿ Cómo puedes andar paveando con esas macanas?.
- Justamente. Me aburrió la química. Mezcla ésto con aquello, le das calor y ¡zaz!, sale esto otro. Todo predecible. Cualquier chico de diez años que sepa leer un par de libros y unos rótulos puede practicar la química. Si lo haces industrialmente, ni te enteras de lo que ocurre dentro de kilómetros de cañerías y tanques de tonelaje inconcebible, sólo te permiten controlar manómetros y, si eres muy importante, apretar algún botón de tarde en tarde.. Si lo haces como investigador viene un burócrata, te pone un escabel, un mostrador y unos frascos y pretende que le fabriques un champú para la caspa o una crema reductora. Y eso te lo hacen aunque seas un buen chico judío directamente recomendado por la sinagoga local.
Hice un largo silencio meditativo antes de proseguir, necesitaba toda la atención de Elías no tan solo su condescendencia.
-Yo me moría por algo más fascinante. Algo nuevo, algo impredecible y un poco mágico. Un día, en la biblioteca di con una copia de un libro de las obras de Fulcanelli y de Canseliet. Ellos me orientaron hacia autores más antiguos. Accedí a una alquimia tan antigua como la de los chinos, siglo VI o VII a .J.C. que llega a la Cofradía de los Herreros y a la Droga Dorada. Luego vi el Mutus Liber, la Bibliotheca Hermética, incursioné en los escritos y comentarios de Arnaldo de Vilanova, Nicolas Flamel, Linojan de Saint Didier, Lambprinsk, la Tabla Esmeralda de Hermes y el Sueño Verde del Buen Trevisano y hasta en algo de Paracelso pese a su reputación de espagirita.

Elías escuchaba con la boca abierta, cuando previo que el relato se detendría animó a su amigo a proseguir con un gesto ansioso. Matías no se hizo rogar y continuó, reflejando una entusiasta convicción:
- Me sumergí en esos textos con verdadera pasión. Apenas vi la simbología ya me sentí transportado. Las frases invocatorias, los nombres de las sustancias encriptados por el lenguaje hermético. El largo tiempo expectante preñado de presunciones, la eterna búsqueda de indicios sobre cuyas huellas seguir pistas apenas detectadas. La dependencia de la influencia astral. El momento oportuno. Una palabra, un signo, una señal, una ilustración, datos casi etéreos cargados de promesas que desatan toda clase de teorías y marcan innumerables caminos nuevos. Un laberinto para recorrer eternamente siempre renovado, siempre ilusorio.
- Eso parece política.
-¡Elías!
- Bueno, quise decir que es un desatino.
-Puede ser, pero es una ilusión. La ilusión es la única sangre que te mantiene vivo, Elías.
- Y el verde de los dólares, muchacho.
-Los dólares. Aquello me mataba. Empecé a hablar del tema con todo el mundo para obtener financiamiento, y lo único que logré fue que me tomaran por loco. Pero Jacobo fue muy condescendiente. Me prestaba el dinero para mis experimentos. Al cuatro mensual, por supuesto. Pero a mi no me importaba. El día que descubriera la piedra filosofal todo aquel dinero sería nada. Me citó frecuentemente a su casa para que le diera detalles. Me invitaba a comer y me sentaba a la mesa de su familia donde yo, entusiasmado, los embelesaba contándole sobre la noble ciencia de los hermeneutas. Jacobo me escuchaba con mucha atención y a veces hasta adivinaba una chispa, nada importante, en sus ojos muertos. Pero, Rebeca escuchaba atentamente.
- ¡La esposa! ¡Que mujer!. Una belleza digna de la lujuria de Salomón.
- ¡Elías!
- Bueno. ¿ es hermosa, no?. Es una apreciación puramente estética. Además, a mi edad no soy peligroso.
- Sí. Justamente... te conozco Elías. Pero, te sigo contando; ella me azuzaba burlándose, pero, poco a poco, observé que me miraba arrobada con esos ojos tan negros que uno parecía que fuera a perderse en ellos sin encontrar jamás la salida. Al principio yo me aturullaba apenas me enfocaba y yo entraba a decir torpezas, pero ella me fue liberando de mis temores, cambiando de la burla a la ternura y dándome ánimos.
- Bien. Al menos algo bueno.
- ¿Bueno?. !Torturante!. Se me aproximaba y se alejaba apenas yo tendía las manos. Metafóricamente, por supuesto. Durante meses me tuvo pendiente de un hilo como un pelele. Yo soñaba con sus ojos sabios, su sonrisa enigmática, con sus hoyuelos casi infantiles, sus silencios, sus arrullos, sus labios, sus senos, sus caderas, sus muslos, sus nalgas...
- Ya...ya...ya...Veo que tus sueños evolucionaron rápidamente de lo etéreo y espiritual a lo terrenalmente carnal. Digamos que fuiste haciéndolos más objetivos, por decirlo de alguna forma. Ah!. Lo entiendo. Ya quisiera yo tener tu edad y conocer una Rebeca. Prosigue, me está interesando el relato.
-Quien estaba genuinamente interesado era Jacobo. Pensé que al fin y al cabo detrás de esa alma avara debía haber un romántico. Le fui dando información. Le expliqué sobre los objetivos de los hermeneutas que, contrariamente a lo que se prejuzga, no era tan solo la fabricación de oro a partir de la transmutación de los elementos, sino la búsqueda del Elixir de la Vida. Ese es el objetivo superior, superlativo, del Magisterio.
-Ah! ¿Si?
- En serio. El oro para los iniciados no es nada. Es tan solo el placer de comprobar el poder de la ciencia alquímica. Al fin y al cabo la ciencia física está hoy en condiciones de transmutar elementos. Para el iniciado es una simple habilidad que levanta nuestra autoestima.
- Es lo que digo yo. Unos kilos de oro siempre ayudan a combatir la depresión anímica..
- Era lo que respondía Jacobo. Pero yo estaba genuinamente entusiasmado y trataba de hacerle entender el verdadero espíritu de mi apasionada búsqueda.
- ¿Y entonces?
- Me instaló en su casa.
-¿Su casa?, ¿el palacio?- exclamó Elías sin esperar respuesta. Luego aprobó impaciente y me instó a seguir.
- Un caserón hermoso, muy misterioso y con un sótano inmenso donde dormía una vieja pero poderosa caldera. Ahí me instalé. Era el lugar ideal. Jacobo se gastó una fortuna para brindarme los elementos necesarios. Reconstruyó la vieja caldera y ese fue mi Horno Básico donde durante días se cocía el preparado y con el que podía alcanzar temperaturas temerarias durante el tiempo que deseara. Probetas, retortas, destiladores y alambiques, sólidos atanores, titánicos crisoles, fuelles, turbinas, centrífugas, kilos de plomo y mercurio, toda clase de sales minerales, solventes y no sé qué más. Todo me era surtido sin hesitar y sin medir el precio. Jamás habría yo podido pagar un equipo de tal jerarquía y magnitud.
Al fin Jacobo decidió que me mudara, me cedió una habitación muy cerca de la puerta del sótano para que yo, si en medio de la noche tenía una inspiración, tan solo tuviera que recorrer unos metros para estar al pié del fuego vigilando y alentando la cocción de mis preparados.
- ¡Una locura!
-Es cierto. Pero una hermosa locura. Jacobo demostraba cada día mayor interés. Me compró todos los textos que le pedí e incluso me ayudó a interpretarlos pues este hombre, aunque te parezca mentira, Elías, tiene amplios conocimientos de griego y latín antiguos, además por supuesto del hebreo y esa lengua universal de nuestros antepasados que fue el arameo.
-¿Qué tienen que ver el hebreo y el arameo?
- Los judíos somos los verdaderos cultores y conservadores de la alquimia, Elías. Fue nuestra raza la que mantuvo viva esta ciencia enigmática traída de oriente y desarrollada en Egipto y Babilonia. Durante el cautiverio y mientras soñaban con volver a la tierra prometida, nuestros filósofos aprendían el antiguo magisterio de las fuentes más genuinas. La Alquimia fue vehículizada por los judíos. Es parte de nuestro acerbo cultural, es, en gran parte, nuestro arte específico, es el arte que más se adecua a nuestras raíces y naturaleza. Diría que es la ciencia a la que más se adapta nuestra herencia genética.
- ¡Caramba! ¿Sabes que pienso?. Que es cierto, siempre hemos estado un poco en la pavada. Al menos hasta que decidimos convertirnos en banqueros.¡Ahí sí que pisamos por fin sobre concreto¡. ¡Ahí sí que empezamos a generar oro de la nada!. Ahora los gentiles han aprendido ese arte y lo han desarrollado más que nosotros. Una pena, pues de ser arte ha pasado a ser una grosera industria. Los goy arruinan todo.
- Si duda. Pero algo de culpa tenemos nosotros, los judíos, Elías. Lo que me pasó con Jacobo me lo demuestra: no sabemos donde están los límites. Te lo aseguro.
-Curiosa observación. La tendré en cuenta, quizá el amigo Hitler tenía razón.
- No seas sarcástico, no quise decir eso.
-Prosigue con el relato. Luego discutiremos sus implicancias.
-Bien, me instalé en casa de Jacobo e intensifiqué mis investigaciones. Día y noche junto al horno, apenas durmiendo un rato en un catre que instalé en el sótano, ya ni quería perder el tiempo que me llevaba llegar a mi habitación. Estaba obsesionado, posesionado, casi enloquecido. Me quedaba encerrado días enteros. Me traían la comida y quedaba ahí, enfriándose sin que yo hiciera el menor caso de ella sin sentir el menor apetito. Durante semanas no me saqué el delantal de cuero con el que me cubría de las salpicaduras de los preparados. No me aseaba por no perder un minuto de tiempo.
- ¿Valía la pena tanto entusiasmo?
-¿Si valía?. ¡Por Dios!. Los pequeños éxitos se enhebraban uno tras otros. De pronto, los torpes tanteos de los improvisados comienzos empezaron a cobrar razón de ser. Estaba peregrinando a Santiago de Compostela, como diría un alquimista alegóricamente, y cada paso, lo sentía, me aproximaba a mi objetivo. Mis conocimientos de química me ayudaron a ser sistemático. Podía conservar, purificar y cristalizar cada una de las sustancias intermedias logradas. Hasta el alegórico "Esputo de Luna" y el "Vulcano Lunar".
Jacobo empezó a visitarme más frecuentemente. Raquel estaba siempre ahí cuando él llegaba al sótano, pero eso parecía no importarle. Llegaba una hora antes que su marido, generalmente trayéndome la comida. Luego se sentaba en un diván cercano y mantenía la comida caliente. Y no tan solo la comida.
Yo empezaba a volverme loco. Por un lado estaba el deslumbrante proceso alquímico desplegado ante mi mente con una claridad sorprendente y quizá muy pocas veces alcanzada. Por el otro estaba Raquel, con sus ojos negros fijos en mi, casi siempre con un deshabillé por cuyo escote los blancos senos jugaban a escabullirse. Las piernas, apenas cubiertas por la tela transparente se entrelazaban en el asiento y, en ocasiones, podía verse un muslo de piel tersa moverse levemente con sus músculos tensos, como si fuera a saltar.
Yo corría al Horno Filosófico y le daba aire y luego carbón y un chorro de chispas corría por los recipientes y por mis venas, todo a la vez. Jacobo se instalaba en el otro lado y observaba con sus ojos muertos, sin hablar, sin parpadear y, parecía, sin respirar.
- Me fascinaba mi capacidad para abstraerme y olvidarme de ambos. No parecía posible, pero lo lograba y, aquella extraña situación me enorgullecía: era como si fuera dominado por la santidad de esta profesión que había elegido como razón principal de mi vida. De pronto, un rato después, nunca sabía cuanto, ambos habían desaparecido. Liberado, encontraba algún momento para mordisquear la comida ya fría y abandonada.
- Una mañana, me desperté sobresaltado. Me había quedado dormido en el sillón, con la cabeza sobre el pecho. Todo seguía en orden: Los preparados humeaban, el fuego estaba alto y fuerte. Sobre la mesa se desplegaba la carpeta en cuyas hojas había anotado durante toda la noche los resultados de mis avances. A mi lado estaba Rebeca. Miré hacia la claraboya, apenas amanecía. Rebeca había puestos mis pies desnudos dentro de una enorme batea con agua tibia y algún preparado reconfortante y aromático. Me había desnudado completamente sin que yo me diera cuenta y ahora me lavaba lentamente con una gran esponja. Lo hacía seria y retraída, concentrada en su tarea. Me lavó la cabeza y me afeitó. Recorrió todo mi cuerpo en suaves volutas espumosas, deteniéndose aquí y allá, más que nada allá. Con cierta morosidad. Yo la dejaba hacer, completamente entregado, relajado, sumergido en una paz sin límites.
- Me secó con un gran toallón espeso, blanco y oliendo a lavanda. Luego, sin decir palabra, me montó. Lo hizo suave pero firmemente. Yo me sentía como un volcán a punto de estallar pero obligado por una fuerza superior a contenerme, a ir liberando mis fuerzas gota a gota, en un lapso de tiempo que se me hizo infinito donde el goce subía y bajaba como innumerables mareas que, amenazando con ahogarme, me dejaban luego extenuado en una playa de finas y tibias arenas y con la sensación de que podría morir ahí mismo sin lamentarlo. Elías, te lo confieso, fue un momento que duró siglos y me dejó grabado cada gramo de ternura, cada destello de los ojos, cada cálida caricia, cada sobrecogedor temblor de la piel, cada susurro tembloroso, cada espasmo de placer...
- Por Jehová! Matías...termina ya con eso, que me estás matando – gritó Elías inesperadamente, sobresaltándome.
-Está bien Elías. No quería inquietarte. Te cuento el final. Me quedé entre dormido y, al despertar fue como si hubiere soñado. Tan solo la presencia de los elementos de limpieza, mi propio cuerpo higienizado y mi cara afeitada, me convencieron de lo contrario. Y, entonces, recordé todo, hasta el extraño momento en que habiendo volteado mi mirada hacia la puerta y teniendo a Rebeca sobre mi, alcancé a ver como se cerraba lentamente. Veía, ahora, el accionar suave del pestillo retenido por una mano que no quería incurrir en un ruido alarmante.
- Entonces, comprendí que estaba perdido. Me levanté y me trasladé a mi cuarto. Me vestí rápidamente y volví al sótano donde alenté los fuegos y acomodé todo. Tomé mis notas y esperé. No mucho. Al rato, el sirviente se hizo presente y me avisó que Don Jacobo me esperaba en su escritorio
-Subí infinitas escaleras con el corazón compungido. Había arruinado todo mi trabajo y el castigo, que seguramente me esperaba, era merecido por dejarme arrastrar a una pasión carnal cuando la única verdadera era la búsqueda de la piedra filosofal, no para aplicarla como una simple máquina de crear riquezas, sino a fin de dar sabiduría, paz y longevidad a quien la recibiera como Elixir de la Vida, como el oro potable de Paracelso.
El sirviente era un ser monolítico, pesadamente ágil, que se deslizaba como la corriente de una inundación. Sabía que era totalmente fiel a Jacobo y, su escueta biografía, conocida por mi por trascendidos y rumores, no era justamente tranquilizante. Boris, un nombre casi de rigor para el caso, era un nazi de nacionalidad croata. Ayudado por su enorme físico se había enlistado casi niño con las tropas de su país bajo la bandera de la SS y, por supuesto, se había dedicado, especialmente, a perseguir y despenar judíos. Notable, ¿no?. Un judío, tan insoportablemente judío como Jacobo, contrata a un nazi como siervo y éste se le somete como si su amo fuera Hitler resurrecto. Jacobo lo tenía para todo uso y abuso, especialmente para gestionar cuentas atrasadas de sus prestamos usurarios. A veces esto significaba la irreparable pérdida del deudor pero, a la vez, un efectivo marketing para el resto de la cobranza. Y ese tipo estaba atrás mío cuando, escritorio de por medio, me enfrenté con los ojos muertos de Jacobo.
- Jacobo me reclamó el pago inmediato de mi deuda. Le advertí que eso era imposible y él lo sabía. Que en cierta medida yo había supuesto que desde el momento en que Jacobo decidió financiar mi proyecto e incluso ofrecerme generosamente su casa y sus sótanos, y pensé, en un breve atisbo de ironía, en Rebeca como parte del obsequio, estaba implícita mi deuda como capital de trabajo . Jacobo negó con la cabeza lentamente.
-De ninguna manera. Aquel fue un préstamo bajo tu entera responsabilidad. El resto, como bien dices, es mi cuota de asociado. No puedo romper mis códigos ni principios, ni mezclarlos con otro negocio. Tomaste el dinero, entonces, pagas Luego continuarás con el trabajo.
-Jacobo, Ud. sabe que con ese préstamo realicé avances sustantivos que hoy favorecen nuestra común emprendimiento y los intereses de la sociedad. Sé bien que en ese momento no éramos socios. No pretendo eludir la responsabilidad de deudor, tan solo le pido que espere mientras avanzo en el arte de Proyectar el Magisterio sobre la masa. Cuando lo logre, y falta muy poco, tendremos oro suficiente para olvidarnos de esa pequeña deuda.
-Oro?. Ja! ¿Crees que me interesa el oro?. Convirtiendo en oro una sola de mis cuentas en Suiza puedo llenar esta habitación con el vil metal hasta donde alcance mi brazo tendido.
Miré con admiración la enorme habitación y no pude menos que mostrarme asombrado por aquel alarde digno del Inca Atahualpa.
- El oro, mi amigo, sobra en el mundo. Ya no es lo que era. Y era de esperar. Nosotros, los judíos lo supimos antes que nadie y por eso inventamos el crédito. En una simple hoja de papel puedo contener todo el oro de un país prospero. Bah!. no me has entendido – agregó exasperado..
Lo admití con humildad, esperando saber de qué hablaba. Entonces, me lo explicó lentamente. No necesitaba dinero. Tenía mucho más del que jamás yo imaginaría. Otras necesidades conmovían su alma de piedra.
- Quiero el Elixir de la Vida. Tonto. Quiero sobrevivir a mi destino. Ser, eternamente joven y fuerte pero, con la sabiduría que solamente el tiempo, avaramente, otorga. Y quiero, amigo, que esa sabiduría me dé poder. Entonces sí, mi fortuna adquirirá su verdadera importancia, por ahora no me sirve ni para mortaja.
Quedé alelado ante la revelación. Jacobo había callado abruptamente. Durante su corto discurso pude ver, por primera vez el brillo de sus ojos y, entonces, comprendí que yo estaba condenado. Jamás saldría de aquella casa conociendo el secreto que animaba los oscuros sentimientos de mi anfitrión. Saber y poder. No pidió riquezas porque las tenía de sobra, ni tampoco amor porque era incapaz de comprenderlo.
Boris pasó a mi lado y me arrancó los cuadernos de la mano y los puso frente a su amo. Durante dos largas horas éste los estudió mientras Boris, a mi lado, sin tocarme, me inmovilizaba. Un silencio absoluto reinaba en la estancia hasta el punto que podía oír el crujir de las viejas maderas y el viento silbando, prisionero en los laberínticos corredores. Por fin Jacobo dio por finalizada su lectura. Puso los documentos en un cajón de su enorme escritorio y se me quedó mirando durante largos minutos, cuando rompió a hablar su voz estaba levemente enronquecida:
- Estás muy avanzado – dijo lentamente –Te felicito. Seguirás con tus investigaciones bajo mis estrictas instrucciones.
Hizo una leve seña a su sicario y éste me tomó de un brazo y me obligó a seguirlo. Volvimos al sótano. Ahí, en un rincón me fue preparada mi cama. Un baño, que yo no había nunca notado, fue habilitado. Luego, la puerta se cerró lentamente y pude oír el ominoso sonido de los cerrojos y de las llaves. Estaba prisionero de aquel loco.
No sé todo lo que pensé durante el resto del día. Luego fui poseído por la obsesión de terminar mi trabajo. No me importaba mi vida, sino tan solo el éxito. Sabía que cuanto antes terminara, más temprano Jacobo me eliminaría. Pero no me importaba. De pronto, quizá insensatamente, pensé que mi triunfo beneficiaria a un monstruo, pero a mi me daría una satisfacción que ni la muerte podría sacarme.
Al otro día, por el portillo por el que pasaban la comida apareció una parte de mis escritos. En hojas prolijamente agregadas Jacobo me daba sus instrucciones. Descubrí rápidamente que sabía más de lo que yo sospechaba. Había adivinado el meollo de mis investigaciones y certeramente me indicaba el camino a seguir. Le hice caso. Trabajé bajo sus órdenes durante quince días y quince noches sin descanso. Me dormía unos minutos de pie y me sentía inmediatamente restaurado. En el horno el preparado avanzaba. Los destilados se iban acumulando y yo los clasificaba haciendo las pruebas de rigor. La mayoría era útil. El día quince me encontré con lo que consideré la Piedra Filosofal .Parecía cristal molido, muy pesado, de un color azafranado.
La única forma de saber si era la verdadera era ponerla a prueba. La fermenté con un poco de oro para obtener el Polvo de Proyección para la crisopeya. El día 16 proyecté el polvo obtenido, envuelto en una bolita de cera, sobre una masa hirviente de plomo y mercurio. Hubo una pequeña explosión de humo y cuando la nube se disipó, en el crisol de hierro colado se produjo la trasmutación:
- ¡Una maravillosa bola de oro puro asomaba entre el metal sobrante!.Lo dejé enfriar por casi veinticuatro horas al cabo de las cuales lo desprendí. Una bola perfecta de quince centímetros de diámetro quedó deslumbrante sobre la mesa de trabajo. Limé un poco para las pruebas. Era oro del más puro talante. Rompí a llorar. Cuando retiré mis manos de la cara vi a Jacobo parado en la escalera con la mirada clavada en el fruto de mis esfuerzos. Tenía los ojos entrecerrados y el ceño fruncido. Una multitud de arrugas cruzaba su rostro y las espaldas estaban encorvadas. Quedé asombrado. No era tan viejo. No lo había visto nunca de esa manera. Bajó lentamente hacia mi y posó la mano sobre la bola de oro. Una mano sarmentosa, cubierta de manchas, y tembleque
. Levanté la mirada y lo vi viejo, muy viejo. Algo había pasado. Hacia quince días atrás o veinte, se lo notaba un hombre de edad, pero no un anciano decrépito. Se dio cuenta de mi asombro y con voz cascada explicó:
- Mi tiempo se termina, y el tuyo también. Es necesario que pase ahora a lo importante. Sé que tienes en tus manos los elementos para el Elixir de la Vida. Lo que convirtió a esos metales innobles en oro me devolverán la juventud y las fuerzas. Estoy en tus manos. Si fallas tu muerte será muy lenta y horrible. Si logras el objetivo, seré benevolente y quizá te perdone o, al menos te daré una muerte rápida y tranquila.
-Lo haré no por sus amenazas- repuse con orgullo – lo haré por que sé que puedo hacerlo y yo solo tendré esa satisfacción. Al contrario de Ud. no quiero comprar más vida, prefiero ser el que la dé.
Asintió con una sonrisa sarcástica. Al salir Boris, que lo custodiaba, dejó el resto de mis documentos sobre la mesa.

- Veamos-musitó Elías con un aire alelado interrumpiéndome – Jacobo envejecido,¿ qué significa eso?.
-¿Cuánto hace que conoces a Jacobo? – pregunté a mi vez.
-Veinte años, quizás veintinco. Vino a esta ciudad directo desde Europa.
-. Vino exactamente hace veintitres años.¿Cómo era de viejo en ese tiempo?
Elías dudó pensando. Al fin abrió los ojos muy grandes.
-Era tal cual es ahora. No lo recuerdo ni más joven ni más viejo. Su esposa falleció al poco tiempo dejándolo con las gemelas pequeñas. Poco después hizo un viaje a Israel donde estuvo dos o tres años. No sé. Volvió casado con Raquel, que era casi una niña. – Elías hizo un silencio ponderativo – Cosa que, en la colectividad todos le envidiamos.
-¿Estaba más viejo que cuando se fue?
-¿Qué sé yo!¿Que me quieres decir?.
Me detuve pensando si le contaría el meollo de la historia y si eso serviría para salvarme.
-Estaba igual. E igual estuvo todo este tiempo. Pero de pronto, aquella tarde que entró en el sótano, observé que había envejecido de golpe. No tuvo que darme muchas explicaciones, solo dijo: Hace mucho tiempo compré un poco de eternidad, pero era muy poco, demasiado poco.
-Entonces entendí todo, hasta la entrega de Raquel. Raquel no es la segunda esposa de Jacobo, es la primera. El los hizo creer que había muerto y la llevó a Israel. Ahí contactó con los hermeneutas del Mar Muerto, descendientes directos de los judíos de la secta de Q`Ram que forman una cofradía secreta que pasan por ser herreros para justificar sus actividades en el Horno. Obtuvo una fracción de Piedra Filosofal en la forma de elixir de la vida. No era ajeno al amor, como yo creía. Al contrario, enamorado de su esposa le dio la mayor parte a ella que rejuveneció portentosamente ganando en hermosura. Ahora, su tiempo se terminaba y todos los síntomas de la vejez cayeron sobre él de golpe.¿Hace mucho que no ves a Jacobo?
-Hace dos o tres sábados en la Sinagoga.
-¿Qué te pareció?.
-Bien – Elías se encogió de hombros.
-Vamos, Elías, haz memoria.¿ Lo viste sonreír?
-Si...ahora que lo dices. Lo vi sonreír. Por Dios. Ahora caigo, ¡que sonrisa!. Me deslumbró, sonreía a diestra y siniestra. No me pareció más viejo, me pareció mucho más joven – agregó mirándome con sospecha.
Sonreí condescendiente. Elías escudriño mi rostro entrecerrando los ojos.
- Te das cuenta, Elías.¿ Cuánto hacia que no le veías?.
- Dos meses, no tres....creí que estaba de viaje. De todas formas yo nunca me di mucho con él.
- Hace tres meses ingirió el Elixir de la Vida. Durante dos semanas pareció que iba a morir. Se arrastraba por los corredores del caserón gimiendo a cada paso, apoyado en las paredes avanzaba ayudado por ese Golem de Boris. Yo seguía encerrado en el sótano, esperando el final de mi destino. El llegaba hasta ahí y me maldecía mostrándome las encías vacías y el rostro chupado cubierto de arrugas. Y una y otra vez debía explicarle que eran los efectos del Elixir: Primero la pérdida total del cabello, luego la de los dientes. Un gran dolor le recorrería el cuerpo como si se quemara por dentro. El asentía y se iba, para volver al otro día con las mismas quejas y las mismas amenazas. Cuando ya temía que me arrojara a las manos de Boris, una tarde, entró al sótano por su propio pie. Su cuerpo estaba temblequeaba, pero estaba más erecto. En su cabeza que había quedado como una bola de billar se atisbaba un vello rubio, la boca le sangraba, pero en las encías asomaban las puntas blancas de nuevos dientes. Me sonrío con ellos y se fue.
- Al cumplirse los tres meses los dientes eran mejor que los míos y el cabello le había crecido hasta cubrirle el cráneo completamente. Su andar era el de un hombre que había sufrido una gran enfermedad pero que ahora solamente exhibía el cansancio de la convalecencia.. Raquel, junto a él, lo tomaba del brazo amorosamente y vi en su rostro las señales de una hembra satisfecha.¿ Lo entiendes?
- Si.¡Carajo!. Lo entiendo. Es verdad – exclamó Elías recordando - su cabellera era más abundante, pensé en una peluca.
- ¿Peluca?.Eso quería él que pareciera. ¡Por Dios, Elías!, es cabello nuevo. Dentro de unos meses su piel se rejuvenecerá tanto que deberá irse de la ciudad para no despertar sospechas. Escucha Elías, por si dudas. Si conoces algo de historia te has preguntado porqué hubo una multitud de sabios que vivieron hasta edades completamente anormales para la época, sobreviviendo a pestes y aún a guerras y masacres?. Newton fue alquimista, y también lo fueron Groseteste y Bacón, ecúmenos de la Universidad de Oxford y secretos cultores de la ciencia hermeneutica. Hombres repentinamente enriquecidos, como Nicolás Flamel, adeptos confesos, fallecieron a una edad poco común y, aún se dice, que quizá no murieran, sino que cambiaron de nombre y personalidad para no levantar sospechas.
- Está bien, te creo...Pero,¿ y entonces?¿ Si le has cumplido. Si todo es como me cuentas, porqué quiere matarte?
- ¿Por qué? Porque hice el amor con su mujer y porque sé su secreto. Tiene que eliminarme. Me ha soltado para que yo reaparezca, pero luego hará que ese Golem de Boris me haga sufrir un accidente.¿ Entiendes?
-Parece lógico. Ciertamente....Jacobo no dejaría que trascendieran tan grandes secretos sobre su persona. Eso debilitaría su posición en la colectividad. Es malo para los negocios. Lo entiendo...No obstante, debiera estar agradecido. Pero, ¿ cómo es que te dejó ir?.
-Lo engañé. Le hice creer que faltaba un paso: una tisana china que fijaría el proceso de rejuvenecimiento. Si no me dejaba ir no la tendría y mucho menos si me mataba. Transó, me dejó salir acompañado por Boris. Pero Boris, te dije, es un Golem.
-Creí que lo decías en forma figurativa. Me asustas, Matías.
-No, es un Golem real.
- ¿Te estás refiriendo al Golem mítico?.
- Si.¿ Recuerdas a Eleazar de Worms?
- ¿El cabalista?...si...Ahora si, pero ¿me estás hablando de ese Golem y de ese Eleazar?
- Si, el primero que creó un Golem. La leyenda quiere que haya sido creado del barro, como un Adán casero, y vivificado con las cuatro letras sagradas del Tetragramaton, pero, en realidad, se usó una fórmula alquímica aplicada sobre un cadáver.
- Boris fue condenado en Nüremberg y colgado. Jacobo se arregló para hacerse del cadáver aún fresco. Un Alquimista de la baja Sajonia, considerado uno de los más grandes cabalistas tenía los medios para hacer de un cadáver un Golem. No bastaba con pronunciar las letras del tetragramón. Era preciso contar también con un tipo de polvo de proyección de determinada calidad. Ahora, en la jerga moderna, diríamos que poseía los recursos para reactivar el equipo genético y volver a la vida a un organismo muerto. En estas circunstancias, el resucitado queda ligado a su amo, quien posee el conocimiento para borrar de su código genético las cuatro letras que le dieron vida. El tetragramón, en última instancia, Elías, son las cuatro letras con que se identifican los genes.¿ Entiendes?
- No entiendo...no...no puedo entender tal barbaridad. ...Por Dios! Todo esto es terrible! ¡ Cómo creerlo!
Me impacienté.
-Por que eres judío, ¡carajo!.Pero, escucha, por favor. Era terrible para Boris. Un nazi obligado a servir a un amo judío, quien podía, con una sola palabra, volverlo a la tumba.. Convencí a Boris que, si me dejaba fugar, le daría la fórmula para contrarrestar esa amenaza. Le di un te común de yuyos para que le llevara a Jacobo haciéndole creer que era la tisana prometida. Luego cumplí con Boris pasándole la fórmula por teléfono y me desaparecí. Y aquí estoy. Momentáneamente a salvo.
- No sé, es todo muy fantástico.
Quedamos en silencio. Yo espiaba, inquieto, por los ventanales. Elías tenía las manos fijas sobre el escritorio y, sobre ellas descansaba su mirada. Eran manos bellas, pero viejas y que delataban un pequeño temblor. Había sido un hombre muy apuesto y un gran conquistador. En sus tiempos era considerado un casanova. Ahora, se mantenía erguido a costa de un gran esfuerzo. El cabello le comenzaba a escasear y los dientes se mostraban amarillos y como oscilantes. Vi que se espiaba en el gran espejo de su escritorio. De pronto suspiró, y en ese suspiro estaba su determinación de correr el riesgo de creer. Porque el premio era grande y sin duda muy deseado.
- Por qué crees que con cien mil dólares Jacobo te dejará en paz?.
- No me dejaría en paz aunque le diera un millón.
- Y entonces?.
- Porque ya le hice saber que pagaré mi deuda por una cuestión de honor, pero, si me persigue, si me mata, la historia saldrá a la luz. He tomado los recaudos para que así ocurra. Quiero pagar esa deuda, Elías. Gracias al dinero de Jacobo he puesto en riesgo mi vida, pero también he llegado a poseer el mas grande secreto del magisterio hermeneuta.
- El Elixir de la vida?
- Si.
- Puedes repetirlo?
- De memoria y con los ojos cerrados. Pero, por si fuera poco conservo mis notas verdaderas. Las que quedaron en manos de Jacobo tienen errores que introduje de ex profeso. Un día me necesitará, y eso él lo sabrá a su momento.
- Y que necesitas para producir el Elixir?.
- Eso no importa, ya lo conseguiré. Ahora solo quiero los cien mil prestados para cubrir mi honor y hacerle entender que lo que digo es verdad.
Otra vez caímos en el silencio. Elías se debatía en mil contradicciones, pero yo sabía que las imágenes de Raquel y yo haciendo el amor recorrían su mente para atrás y para adelante sumergiéndolo en anhelos imposibles. Su mente resucitaba enterrados deseos que el cuerpo viejo olvidara. Noté sus esfuerzos por desarraigar de su mente aquellos impulsos que terminaban ahogados en la ciénaga de su vejez. Por fin abrió el escritorio y sacó un porta chequera del más fino cuero. La abrió, tomó su lapicera y con esa letra floreada de antiguo escribano, dibujó la mágica cifra de 100.000 y luego estampó una rúbrica firme y complicada. Arrancó el cheque y me lo alcanzó. Lo tomé con una mirada de agradecimiento y en ese momento vi que la suya tomaba un aire astuto y taimado.
-No te lo pagarán si no doy una orden verbal directa.
-¿Entonces? – intenté adivinar lo que ya me esperaba.
- Quiero el Elixir de Vida.
No me había equivocado. Elías quería volver a ser joven y fuerte. Quería volver a saltar muros prohibidos. Quería su propia Rebeca o, quizá, con seguridad, muchas Rebecas. El también tenía todo el oro que yo pudiera darle, pero carecía de lo único que verdaderamente le interesaba: la eterna fortaleza de la juventud y quizá, algo de amor.
No me decidía a aceptar el trato. Se lo dije, temía hallarme ante otro Jacobo. Me tranquilizó de mil maneras dispuesto a darme las garantías que hicieran falta. No me convenció fácilmente. Yo había dejado el cheque sobre el escritorio y no demostraba ningún interés por él. Por fin, al ver que se angustiaba le dije:
- Tendrás que gastar mucho mas que esto Elías. Mi equipo quedó en lo de Jacobo y no pienso ir a rescatarlo. Y es carísimo – agregué preocupado.
- Lo que sea, lo tendrás – respondió con decisión Elías – El dinero es nada para mi. Ya sabes lo que realmente quiero.
Le hice un listado primario de mis necesidades. Me instalaría en una de las tantas fábricas abandonadas que Elías había quebrado de ex profeso en sus maniobras especulativas. Convinimos los detalles. Tomé el cheque y me fui. Más tarde hice un llamado telefónico:
- Boris.
- ¿Si?
- Todo en orden. Saca el equipo y llévalo a la siguiente dirección – se la di – tengo los primeros treinta mil para ti. Te los entregaré contra entrega del equipo, en efectivo.
- Magnífico – Boris parecía realmente contento. Podía imaginarme al Golem sentado en la cocina del caserón tomándose el mejor cognac de la bodega, con los pies sobre la mesa y fumándose un habano hurtado del humidificador de oro de su amo..
- ¿Como anda Jacobo?
- Muy contento. Los implantes dentales de titanio que le hizo tu amigo ya están firmes y los de cabellos son maravillosos aunque quizá necesite ayudarse con un entretejido. Sigue tu consejo de no hacerse ver mucho hasta que le hagan el estiramiento de piel. Mantendrá el secreto de su repentino rejuvenecimiento..y sigue tomando ese Elixir que le diste, para ayudar, según dice.
Sonreí quedamente imaginándome a Jacobo ingiriendo el té de tilo como si fuera el magno medicamento universal.
- ¿Y Raquel?
- Contenta.¿ Qué hiciste por ese lado?
- Maravillas de la alquimia moderna, Boris. Si Jacobo anda bien del corazón resistirá y la hará feliz por mucho tiempo. Los judíos somos fuertes sexualmente, aunque un poco perezosos.
- Entiendo. Uds. los judíos de mierda son unos magos y una vergüenza para el resto de la colectividad. Te admiro, a mi pesar y contra mis convicciones.
- Oye...me haces recordar, no te asombres si te cruzas con Elías y te mira con cara rara.
- ¿Que le dijiste sobre mi.?
- Que sos un Golem.
- Bueno, sé que lo parezco.
- Y además nazi.
- Eso no sé si andará, judío de mierda, hay algunas amigas íntimas de Elías que saben muy bien que soy un circunciso.
- Y bue...hasta Hitler lo era, nadie es perfecto.


Fin – Junio del 2001


Texto agregado el 27-02-2004, y leído por 494 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-02-2004 Fantastico, es un cuento buenisimo yoria
28-02-2004 Bien escrito, me gustó mucho. Felicitaciones y estrellitas. neftali
 
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