Por algunas horas respiraremos el mismo aire...
–Dijo ella sin que yo supiera a ciencia cierta si había calculado taladrarme la cabeza con sus palabras o si fue su lanzamiento uno hecho con inocencia.
Esta metáfora en particular me inquietó mucho más que otras que han sido disparadas en dirección mía; sometido por mi formación científica y quizás errando por completo su abordaje, ocupé mis pensamientos en tratar de resolver las dificultades técnicas que supondría la hazaña de su puesta en práctica.
Después de descartar miles de posibilidades llegué a la conclusión de que lo más viable sería procurar dos sujetos cuya estatura se aproximara y hacerlos estar erguidos frente a frente, sus caras a un par de centímetros de separación; como a punto de un beso pero sin llegar a concretarlo. Coordinando las inhalaciones y exhalaciones de uno de ellos con las opuestas respectivas del otro, se conseguiría, parcialmente por lo menos, el cumplimiento de aquella proposición.
Una vez resuelta la teoría, el siguiente paso lógico sería su ejecución, cosa que fue aún más complicada debido a que una vez iniciado el proyecto, fueron surgiendo innumerables dificultades que no habían sido anticipadas en la fase de planeación. Para empezar, se precisaba de dos individuos que estuvieran dispuestos a participar en tan peculiar experimento.
Por razones obvias, el escepticismo hizo extremadamente difícil encontrar dos voluntarios con las características adecuadas que se prestaran como sujetos de laboratorio. Para ahorrar tiempo, resolví ser yo mismo uno de los voluntarios, solo restaba encontrar el otro; por razones no abiertas a discusión pero rigurosamente científicas, decidí que fuera una mujer.
La tarea no era sencilla, para que dos individuos soporten estar así, intersectando al máximo sus espacios personales, tendría que existir afinidad entre ambos, confianza por lo menos.
Otro punto a cuidar era la posición relativa de las caras, después de unos momentos de estar frente a frente, la vista se fatigaba y los sujetos tendían a cerrar los ojos perdiendo noción del espacio y el control sobre la distancia entre sus bocas y narices, en ocasiones separándose de más, en ocasiones chocando embarazosamente.
Este problema se solucionó con el recurso de los brazos, los sujetos utilizarían sus brazos para asegurar que no hubiera variaciones en la separación de sus cuerpos, la posición que resultó más natural fue la que se lograba acercando ambos cuerpos hasta alcanzar un contacto firme a todo lo largo, los brazos del sujeto femenino sobre los hombros del masculino y doblados los codos hasta tocarlos, el del brazo izquierdo con la mano derecha y viceversa. Los brazos del sujeto varón deberían colgar relajados a los costados de su cuerpo, las manos descansando suavemente sobre la cadera de la compañera o rodeando su cintura.
Sucesivamente, fueron apareciendo nuevos problemas, la resolución de uno parecía preparar el camino para la aparición del siguiente, los esfuerzos fueron formidables y el trabajo de todo el equipo tenaz y desinteresado. Tristemente, todos los avances fueron de poca trascendencia a fin de cuentas, cuando pensaba haber logrado autoridad sobre todas las variables, di de frente con una dificultad que a la postre probaría ser infranqueable. Los sujetos en la posición que el experimento exigía, se volvían inestables y se salían de control; parecía como si la sola situación afectara sus signos vitales y tuviera en ellos efectos que excedían su capacidad de dominar. Me vi obligado a abandonar la empresa, el ejercicio aportó importantes datos sobre la conducta humana pero fracasó rotundamente en alcanzar su objetivo primario.
Como nota personal puedo agregar que fui, en parte, culpable por el fracaso del experimento; no por mi papel como científico sino por mi participación como sujeto de laboratorio. En la mayoría de las pruebas, y sin que yo pudiera hacer mucho por evitarlo, mi propia respiración se aceleraba significativamente más que la de mi compañera de experimentación, haciendo imposible una coordinación efectiva.
La conclusión es definitiva: si se lograra que la cercanía física entre dos individuos afectara similarmente a ambos en cuanto a proporción, sentido y tiempo; debería lograrse en teoría que respiraran el mismo aire (con resultados acerca de cuya naturaleza solo podemos especular), esto es sin embargo sumamente difícil en la práctica, si acaso posible. |