Apena entró, sucedió algo extraño: sus padres dejaron de hablar... evitando, de forma evidente, su mirada.
Su padre, al que antes oía a través de la puerta, ahora, de pie, repasa el periódico con un interés sospechoso... su madre se dirige nerviosa hacia la ventana, tratando de ocultar la cara.

"¿Habrá estado llorando?...
¿Se habrán peleado?...
Imposible... ¡no lo han hecho nunca!."

Incómoda, se sienta a la mesa.
Pero como el desayuno, aunque su madre no se sienta, transcurre sin que pase nada extraño... cuando termina sus cereales está más tranquila
(Que su madre no se siente a la mesa no resulta raro... lleva sin hacerlo varios días).

Hoy, años más tarde, aún recuerda el miedo que pasó desde aquel entonces.

"¿Estarán enfadados conmigo?, ¿he hecho algo malo?..." -pensaba.

Y es que un niño siempre está lleno de temores y sentimientos de culpa.