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¿WHO IS WHO?
Por Omar G.Barsotti

Kurt Van Krüffer, luciendo su uniforme adornado con las insignias de Panzernachricht, marchó por los pasillos con paso firme, casi de desfile, dejando una estela de astillados relámpagos, surgidos de sus lustradas botas heridas por la luz de un número exagerado de lámparas. Por contraste, ese derroche, le hizo recordar al Londres iluminado por los incendios causados por los bombardeos, al que hacia pocas horas había dejado sumido en la zozobra y el duelo. La alfombra tamizaba el taconeo, quedando un retumbe, como de tambores, demorado en las elaboradas paredes y techos artesonados.
El sargento Müller, un alsaciano enorme de rostro feroz, le precedía y, sin querer, se dejaba llevar por el ritmo que marcaba su superior a quien guiaba hasta el despacho que hoy ocupaba el Fürher.
Hitler restregó sus manos en un gesto que le era característico. Enfrentado a la ventana apenas si miraba hacia el exterior. En realidad su vista se centraba en su imagen reflejada en los cristales. Sonrió complacido. El uniforme alemán era muy elegante y a él le quedaba a la perfección. Se conservaba delgado y la tela caía perfecta sobre el cuerpo. No ciertamente como algunos de sus subalternos, que habían engordado a expensas de la buena vida que les daba el Estado y eran incapaces de renovar su guardarropas en consonancia con el crecimiento de sus contornos Al menos, le debía reconocer eso al gordo Goering. Sabía mantener la elegancia pese a que había engordado escandalosamente. En cambio Keitel era inmostrable. Hasta la gorra le había quedado chica y le bailaba en el copete del cráneo a riesgo de caer. Por otra parte, sinceramente, sentía un poco de envidia de Ribbentrop que conservaba esa elegancia tan aristocráticamente inglesa; bueno!, salvo cuando vestía el ridículo uniforme diplomático, y se le pintaba en el rostro esa horrible máscara petulante que su portador creía impresionante.
En fin. Suspiró. Se estiró la chaquetilla y acomodó diligente los correajes sintiendo en la mano el fino cuero de manufactura alemana. Se oyó un suave golpe en la puerta y después de un instante, se abrió. Müller dejó paso a Kurt Von Prüffer quien a los dos pasos se detuvo con un fuerte taconazo haciendo el saludo nazi. El Furher le respondió mirándole desde debajo de sus cejas contraídas en un gesto de ira reprimida. Von Prüffer mantuvo la cara hacia arriba con los ojos fijos en la pared de enfrente. Múller se retiró a un gesto de su jefe.
De pronto, el rostro de Hitler se contrajo en una sonrisa, mientras caminaba hacia su visitante con un gesto afable que culminó en un abrazo. Ambos hombres, sonriendo, se detuvieron a los lados de una mesita perfectamente servida con un refrigerio muy liviano, abundante en frutas y sin alcohol. El servicio de té estaba en un aparador contra la pared y con una seña el secretario de Hitler, que había permanecido hierático y casi invisible junto al mueble, ordenó que lo sirvieran.
Una nueva señal despejó la amplia habitación de todo servicio y, por fin, también se retiró el secretario luego de echar una amplia y atenta mirada para confirmar que todo estaba en orden. Ambos hombres quedaron solos
Hitler invitó a su huésped a tomar asiento y Von Prüffer, que se había relajado, aceptó graciosamente cayendo en el amplio sofá con un aire desenfadado, revelando una sorprendente falta de compromiso con la etiqueta debida. El Fürher sonrió bonachonamente. Pero enseguida se puso serio y dijo con aire severo:
- Mantengamos la compostura, George. Nunca sabemos si se nos espía.
George se enderezó en el sofá, se ajustó el cuello de la chaquetilla con un gesto de exagerada preocupación y agregó:
- Es cierto,Charles....es decir mi Fürher. No conviene.. – comenzó a decir levantando un dedo admonitor e inclinando el torso hacia adelante...
-...Abandonar las posturas hasta que el telón haya caído.... – terminó la frase el Fürher imitando el gesto.
Ambos estallaron en una risa estentórea, tapándose la boca para silenciarse y haciendo grandes aspavientos. Por fin se calmaron. Hitler retomó el diálogo.
- Nigel es inolvidable...¿Y como se encuentra nuestro maestro hoy día?.
- Cada día más rígido...cada día más pesado pero siempre un genio...
- Lo es sin duda...¿Servirías el té, por favor..?.
- Pero si, hombre, siéntate tu también......
- Si, pero un momento – Hitler tocó un timbre sobre un escritorio y al instante el sargento alsaciano se hizo presente.
- Sargento....por favor, haga Ud. que la Sra. Braun sea advertida de la presencia de su primo Van Prüffer
El alsaciano asintió, giró, taconeó y desapareció como una nube de humo. El Fürher se quedó mirando la puerta sin abandonar el gesto y luego su rostro se arrugó y rompió en risa. George lo acompañó con gran algarabía.
- Es lo único que no me puedo acostumbrar : andan todo el día como si tuvieran un palo en el trasero y el torso metido en una caja de cartón. A veces quiero sorprenderlos en su salón de descanso o en la cocina pero o advierten mi presencia o simplemente están todo el día así. Me gustaría verlos sentados en el inodoro.
- Eso sería de verse, ciertamente, Charles- asintió George pero luego sus pensamientos cambiaron de dirección: ¿nuestra Eva está siempre tan bella.?
-Ya la verás, prueba los panesillos. Desde que invadimos Hungria – comentó con la boca llena – disponemos de harina de excelente calidad... bien...a veces, una guerra tiene sus ventajas.
- Buenos días, primo Kurt
Parada a la puerta Eva Braun se mostraba muy hermosa y tranquila. Kurt la observó con admiración y luego acudió a saludarla con un beso en la mejilla y un suave abrazo.
- Pequeña Virginia, se te ve excelente...tan hermosa como siempre....qué digo!...mucho más hermosa.
Eva bajó la cabeza y dejó unos instantes que sus ojos se velaran con las largas pestañas. Luego miró a Kurt y le agradeció con una sonrisa.
- ¿Tomarás algo, Eva? – preguntó Hitler desde su posición, sin dejar de masticar.
- No. Prefiero que atendamos a George.
Charles asintió. Abandonó su pose de Hitler y se volvió hacia sus interlocutores.
- Dirás, George.¿ Qué tenemos?
- Ha llegado la hora, Charles. La invasión está lista. No mucho más allá de ocho o diez meses nuestras fuerzas desembarcaran en el norte de Francia. Deberás ordenar, entretanto, que las tropas acantonadas en ese lugar vayan siendo disminuidas para acudir hacia Italia y el Sur de Francia, donde se iniciaran invasiones al continente a modo de diversión. Luego...
- No haré eso.
Kurt quedó con una sonrisa helada en el rostro. No tenía más ganas de jaranear con Charles y, en realidad, no veía las horas de volver a Inglaterra.
- No entiendo, Charles. ¿Qué quieres decir con esa negativa?
- Lo que denota y ninguna otra cosa.
- Es una orden – interpuso George con voz dubitativa como esperando una broma.
- No lo haré, aunque el mismo Churchil venga a pedírmelo...Estoy íntimamente convencido que no es el momento ni la forma de terminar esta guerra.
George, sonrió condescendiente en insistió:
– No discutamos más, mi querido Charlie. Dentro de las próximas doce semanas, ordenarás el comienzo del retiro del frente occidental de las unidades de tanques para enviarlas al frente sur. Luego, sin más, esperaras el desembarco aliado en el norte de Francia y darás orden de retirar todas las fuerzas a las antiguas fronteras con Alemania. Los detalles te estarán llegando en la forma acostumbrada. Habrá un mal movimiento de parte alemana que como verás es perfectamente factible y aceptable. Inesperadamente tropas aliadas rodearan a las germanas y las contendrán mientras otras, marcharan hacia Berlín. En ese momento, te ofreceremos una paz honrosa.
- Solo por curiosidad, ¿qué pasa con los jodidos rusos?.- inquirió Charles.
- Los bolches no se moverán. Están ansiosos por terminar la guerra .El sitio a Stalingrado los agobia. Se les está terminando el vodka.
- No me importa!.
- Charles! Hoy estás de bromas.
- No es broma. No volveré atrás.
- Me imagino al supremo mando aliado recibiendo el ultimatum de un farmaceútico de Glascow cuya única virtud es ser casi idéntico a Hitler. ¿Qué me dices de ésto Virginia?.
- Para ti, desde ahora: Eva, querido primo. A mi me parece que sería muy sensato que escuches a Charles, es decir Hitler.
- ¡Pero! ¿ qué pasa con Uds.? ¿Juegan?
- No es un juego. Es una cuestión de pura lógica. Hemos sido los gestores de esta increíble maniobra. Cuando hace un año Virginia me contactó, me puso un bigotito de tela negra y me enfrentó a un espejo, yo ya sabía que esto ocurriría.
- George...¡por dios!.
- Escucha : Virginia se convirtió en Eva. En un momento dado logró hacerse amiga de la sobrina y amante de Hitler. Luego la embaucó haciéndole creer que el Fürher la sustituiría por ella. Era una jóven sensible fácil de engañar. Tuvo un altercado con Hitler, y se suicidó.
- Todo salió como pensábamos.
- No como pensaban Uds. Ni el servicio, ni Nigel ni el Ministro. Sino como lo pensó Virginia. Yo mismo no tengo mérito, simplemente hice lo que me ordenó. Hitler cayó en una honda depresión. Ya no es el mismo, diría Goering. Es otro, se desesperaría Goebels. Y es como si hubieran premonizado lo que iba a ocurrir. Porque Hitler terminó siendo otro, es decir yo. Todo el entrenamiento dio resultado, pero aquello de que no era el mismo, sirvió. Cualquier error se convirtió en una extravagancia, en las acciones de un hombre dominado por la culpa, y no levantó sospechas. Y tales hechos fueron previstos por Virginia, no por el servicio de espionaje inglés.
- Y Ahora?
- Ahora es el momento en que Alemania triunfa. No es que derrote a Inglaterra, pero si la pondrá en un brete, como la puso a Francia. Hasta ahora, como consecuencia del absurdo odio de Hitler, las bombas caen sobre Londres en vez de los aeródromos y puertos de embarques de tropas y los muelles donde los americanos atracan sus buques de suministros…Eso se terminó. Ni Hitler hubiera querido hacerlo así, lo inventé yo. En cinco días la Lusfwafe atacará los aeródromos y puertos hasta pulverizarlos. Los norteamericanos se quedarán aislados, sin plataforma de llegada y partida. Ese gran portaviones que son las islas Británicas será como un bote hundido.
- Por favor! – exclamó Jorge ahora francamente preocupado.
- En ese momento, Inglaterra ofrecerá la paz. No la aceptaremos, pero ofreceremos una rendición digna. Más tarde, me libraré de ese paranoico de Ribbentropp y el resto de la pandilla, e Inglaterra y Alemania se asociaran para forjar una nueva Europa que haga frente al peligro de Rusia y se saque de encima a esos franceses cargosos. Y por supuesto, Eva y yo, Adolf Hitler, el Fuhrer y su digna esposa y compañera, estaremos al frente de la coalición.
- Estás loco! – bramó George apretando los puños.
- No màs que quienes sustituyeron a Hitler y llevaron una guerra mundial adelante cuando ya no había necesidad..
- George....ya sabes era importante que así fuera. Hemos despertado a los EEUU. Hemos levantado su espíritu patriótico. Hemos reactivado el complejo militar industrial y, cuando invadan Europa les proveeremos de preservativos para que no ocurra lo que en la otra guerra.
- Se hará como yo te lo estoy explicando, muchacho. Rusia debe ser el objetivo y, luego, de paso, Japón. Alemania será la mejor aliada que tenga occidente en el continente Europeo.
- No es necesario ir contra Rusia,. Charles. Estamos manejando eso.
Charles detuvo su perorata y se quedó mirando a George. Levantó una ceja para exigir una explicación.
- Hay algo que nunca te dijimos, Charles. Stalin es en realidad un herrero de Oxford, Fred Stefanovich que se quedó sin trabajo cuando por la crisis nos terminamos de comer el último caballo. Es idéntico a Stalin y como desciende de una antigua familia giorgiana, instalada en Inglaterra en los tiempos del zar, habla muy bien el ruso y el correspondiente dialecto.
Se hizo un largo silencio en la sala por fin Charles dijo con voz algo tenebrosa:
- Hemos estado avanzando sobre Rusia destruyendo todo a nuestro paso. Una Rusia dirigida por un Ingles atacada por una Alemania dirigida por otro inglés.
- Lo lamento Charles, pero así son las cosas.
- No lo creas, George, es hora de que sepas algo – intervino Eva mientras exhibía una ominosa automática en su mano derecha – Yo no soy Virginia, mi nombre es Cecil, soy hebrea, descendiente de judíos de la demarcación rusa, idéntica a vuestra Virginia Selley. La sustituimos apenas se suicidó la sobrina del Fürher. Este plan fue pensado por Fred “Stalin”.La idea, en realidad, es terminar con el peligro amarillo representado por Japón y China y acabar con el imperialismo inglés entregándoselo a los irlandeses. Desde un oriente dominado obligaremos a EEUU a pactar bajo la amenaza de enviarle a todos los amarillos como inmigrantes. Eso produciría un enorme crecimiento en la oferta de restaurantes, lavaderos y tintorerías con la consiguiente crisis económica y social. Los americanos no podrían soportar la presión de las restantes etnias:¿ qué sería de las mafias italianas, irlandesas y judías?. Y en el futuro ni pensar en los cubanos!.
.-¿Y yo.?...¿qué será de Hitler? – musitó Charles con aire contrito.
Charles estaba ahora parado delante del aparador. Mientras hablaba su mano derecha, a sus espaldas, buscaba disimuladamente en el cajón central.. Por fin sonrió satisfecho, Eva lo observó con curiosidad:
- Tu te mueres, Adolf.- afirmó por fin la mujer - El mundo necesita un solo dictador: Fred “Stalin”.
- Traidora! – en la mano, Charles lucía una poderosa Luger amenazadoramente dirigida hacia Virginia.
-¡ Maldito nazi! – gritó Virginia.
Ambos dispararon al unísono. George los vió caer simultáneamente. Lentamente se aproximó a los cuerpos inertes y con el pie derecho comprobó si estaban muertos.
- Locos irresponsables - musitó mientras limpiaba la punta de la bota en la elegante chaquetilla del Führer.
George se dirigió hacia el teléfono. Pidió una línea totalmente libre en nombre del Fürher y luego marcó un número. Hubo una demora. Podía sentir como la llamada corría chisporroteando por los alambres a través de los campos, saltaba los caminos y los ríos y luego, en un último tramo se sumergía cruzando el canal para trepar los acantilados de Dover.
-Alo...George al habla....No...Nada bien. Por eso llamo. ¿Cómo?. ¿Qué le pasa a ese?. Diganlé que se fume todos los habanos y se tome todo el whisky pero que ya estoy cansado de pavadas. Si sigue jorobando lo envío de nuevo a su carnicería de Dublin. ¿Es que se ha pensado en serio de que es Churchill?. Tenemos demasiado problemas, júntenlo con ese paralítico de Oregón que sustituye a Rooselvelt y que anuncien una demora en la operación Overlod. ¡Y basta!, necesito que urgentemente me envíen un sustituto de Hitler y otro de Eva porque los dos se me murieron. Ah! Y vuelvan a sustituir a Fred Stalin porque sino, viejo, nos quedamos sin guerra.


Omar G.Barsotti - 05-05-2002

Texto agregado el 27-02-2004, y leído por 215 visitantes. (1 voto)


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