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Inicio / Cuenteros Locales / andres_fritz / 2 Horas Por Kilómetro (Primera Parte)

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IRÉ MI RELOJ. Eran las doce en punto. Recién llegábamos con el Alberto a la plaza. Allá nos estaba esperando el Freddy, otro compañero de curso, y dos personas que no conocía. El aire nocturno estaba extrañamente cálido para ser invierno, y una buena cantidad de gente se estaba reuniendo en pequeños grupos por aquí y allá. Freddy se acerca a nosotros y nos saluda con su típico "hola cauros". Detrás de él lo sigue una pareja. Alberto me mira con su cara de complicidad y me presenta al Muerto y a la Yasmina. Yo no los conocía, pero algo había oído de ellos, especialmente del Muerto. En cualquier caso, por eso estaba aquí.
Nos sentamos en el pasto y el Alberto se pone a conversar con el Muerto. Freddy empieza a tirar el pasto y Yasmina se está fumando un cigarrillo. Miro hacia arriba y veo un cielo nublado y morado. Miro a las personas que están conmigo. La Yasmina no está mal, su cara indiferente y su tez pálida y enfermiza me llaman la atención de inmediato. Su pelo negro y liso le caía despreocupadamente y le tapaba casi la mitad de la cara. Del Muerto me habían contado mucho, especialmente el Alberto. Aunque nunca me dijo su nombre real. O si lo dijo no me acuerdo; ¿Franco? ¿Branco?. La primera impresión del Muerto es de un universitario desaliñado, con su pelo grasoso y su típica barriga cervecera, pero la verdad es que está en cuarto año medio como nosotros, sin haber repetido ni un año, pero estudia en otro colegio. Freddy es uno de mis compañeros de curso, pero lo vengo conociendo hace poco. La verdad es que él es una de esas personas que no hablan mucho, pero son buenos para tirar la talla, especialmente tallas buenas que uno no oía hace tiempo. Es contradictorio en cierto aspecto que alguien tan tímido para algunas cosas tenga tanta personalidad. Pero debe tener sus motivos para ello. El Alberto es lo más cercano a un hermano que he tenido desde hace mucho tiempo. Pero lo extraño es que lo vengo conociendo hace muy poco también. Tal vez eso sea una de las mejores cosas, que todo fue tan espontáneo, y que en tan pocos meses hemos podido llegar a un nivel de confianza equivalente a años. Él es una de esas personas muy orgullosas, no se identifica mucho con el curso, le gusta participar en deportes donde puede demostrar su propia habilidad en vez de estar con un equipo y siempre está en una especie de competencia con las personas alrededor de él, en resumen, una persona no muy querida por la mayoría de la gente. Él ha dado una imagen de rebelde que se ha mantenido en el curso, aunque si uno pasa más tiempo con él se da cuenta que él tiene que levantarse a las ocho de la mañana a dejar a sus hermanos pequeños al colegio, también tiene que ayudar a su madre a comprar y no puede salir algunas noches porque tiene que quedarse en casa de niñero. Pero nadie sabe eso.
Una carcajada del Alberto me saca de mis reflexiones. Habían llegado dos jóvenes más y se habían sentado con nosotros, y ya estaban tirando la talla con el Alberto y el Muerto. Freddy murmura algo para sí, y la Yasmina se come las uñas. De pronto el Alberto me mira y me pregunta si quiero fumar. Le digo que sí, pero que a medias, y le paso quinientos pesos. Él le pregunta al Muerto si anda cargado, y él dice que sí. El Muerto saca su billetera y empieza a forcejear un poco hasta que saca un pequeño envoltorio de papel de cuaderno. El Alberto le pasa mil pesos y ya tiene en sus manos el lucazo. El Muerto le pasa papel para liar y el comienza a hacer el pito. Yo sólo miro mientras él lentamente comienza a doblar el papel. Todo lo hace con extremo cuidado, sin dejar caer nada. Calma y parsimonia que me daban una extraña calma, que me preparaban para lo que venía después, creo que tal vez él también lo hacía por eso. No importaba que se demorara mucho, el tiempo en los próximos minutos se convertiría en un factor no muy relevante. Cuando termina de liarlo, la Yasmina y el Muerto ya empezaban a fumar. Le pregunto al Freddy si va a fumar también, pero dice que no, que estaba tratando de dejar cualquier cosa que se fume por un tiempo, que sólo lo hace realmente para tener algo que hacer con las manos. Así que me mira con su cara seria-pero-de-broma y me dice que para evitar eso está empezando a tejer. Me río y el Alberto me pasa el pito ya encendido y calado. Mientras aspiro el humo y miro el cielo nublado escucho que el Muerto dice que es hierba de la buena. Pero siempre dicen eso, es ya casi un decir. Pasa un buen rato en que nadie hablaba y con el Alberto nos íbamos turnando para fumar. Mientras doy la última calada el Alberto me dice que ya está loco. Por mi parte no sentía nada todavía, así que no le respondí, sólo sentía frío. Los ojos de él estaban tan inyectados en sangre que por un momento pensé que realmente le sangraban. El Freddy me pregunta si ya me está haciendo efecto la hierba y le digo que no, pero justo cuando le estoy diciendo “no”, la boca se me traba y ese “no” se va de mi boca lentamente y comienza a dar vueltas en el espacio, más allá del cielo nublado. Miro mi reloj. Son las 12:30. Quería decir la hora en voz alta, pero no pude.

CONTINUARÁ.-

Texto agregado el 27-02-2004, y leído por 146 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-02-2005 bien ilustrado, me parece que le hace falta un poco de orden en los parrafos que no veo ninguno! pero en, tambien me parece que le falta algo mas en esta primera parte para agarrar al lector y que quiera continuar con su secuencia....pero en resumen esta muy bueno..detallado y bien explicito.. searay
 
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