Mari Jose, una de mis mejores amigas, estaba de cumple, y yo había salido con Mary-Mary la noche anterior… ¿la noche? ¡No! Si había regresado a casa a las 7:30 de la mañana. Hubo detalles curiosos, como el show que vimos en… y haberme sentido TAN solita esa noche oscura.
Pero bueno, ya estábamos en lo del sábado. No iba a ir a bailar porque estaba aún desveladísima, pero como siempre dejo todo al azar decidí: “si alguien llama, voy” ¡y casi por arte de magia en 10 segundos Mari Jose decía que ya estaban esperándome! En ese preciso instante me lancé, con suéter de cuello alto y un pantalón enorme para esconder una de mis más terribles minifaldas.
Eleria me miró desde que llegué. Vio el antes (con suéter y pantalón) y el después (con la PELIGROSA mini) y pasó “bailandito” frente a mí. Cuando nuestras miradas se cruzaron se detuvo el tiempo, yo JURABA que ya lo conocía... ¡y además me guiñó el ojo!
Él no baila, pero nuestras almas se reconocieron y me tomó de la mano. Nunca me preguntó si quería bailar, ni yo le contesté… pero sobraban las palabras…
Él fue a tomar algo que desde siempre era suyo, así, sin pedir permiso porque no hacía falta, yo ni siquiera contemplé la posibilidad de oponer resistencia. No sé si porque no quería oponerla, o porque lo vi TAN seguro que nos quise desengañarlo (aquí entre nos: obvio que fue lo primero).
Y héme aquí, un mes después, tratando de escribirle “Todavía” de Mario Benedetti. ¡Qué buena suerte la mía! ¡Y qué afortunado y maravilloso el encuentro con el amor de mi vida! |