Abro los ojos y el mundo se presenta ante mi lleno de regalos ocultos. Uno a uno los desenvuelvo, despacio, en silencio y las manos se me caen de tantas maravillas.

Hoy el cielo de otoño con sus colores rosados y naranjas se desnuda con sigilo, mirándome gravemente. Mañana, el mar salvaje e impetuoso me llamará a gritos para que abrace sus olas. Al día siguiente, el despertar de los pájaros nublará mis sentidos. Otra semana, la sonrisa de un niño temblará en mi corazón. En un mes habré capturado miles de estrellas con las redes de mi cuerpo. En un año, seré capaz de volar, de reírme a cada segundo, y atrapar el alma de las buenas personas.

La vida se compone de cosas sencillas, de música, olores, suspiros, lamentos y lágrimas. Y se descompone en espacios pequeños, ventanas abiertas a la claridad, puertas que conducen a nuevos caminos, a lugares insólitos.

El mundo que se ve con los ojos también es el de los sueños, de las ilusiones y esperanzas.

Desde hoy me permito llenar esta página en blanco de poesía, ritmo y vida palpitante. No quiero perderme en la oscuridad ni en la ignorancia.

Cuando cierro los ojos, el mundo se rompe por fuera y por dentro, se desvanece entre las sombras. Entonces me arrastro con el viento hacia latitudes extrañas, perdiendo mi rumbo. Me convierto en un pez atrapado en una esquela, una flor desangrada.