Amanece, de vez en cuando,
nos proponemos no mirar hacia lo lejos
dirimir de nuestros recuerdos sin nombre
de nuestros sueños sin sed
de nuestras mentiras sin dolor;
mirar sólo nuestro recuerdo instantáneo
fotografía a blanco y negro
de una falacia con colores propios.

Te miras a veces a tí misma
tan aferrada a tus sutiles quimeras
a las doctrinas que no crees ni tú misma
a ciertas bellas memorias que respiras cotidiana.
Pero también yo me miro a veces
reflejado en el espejo de mi doble o triple vida
ajeno y vagabundeando hacia mi esperada muerte
poniendo todo de mí para no parecer yo.

Y miramos de vez en cuando nuestra historia
como contemplan dos niños mudos de espanto
la dolorosa belleza en un cadáver de paloma
que ellos mismos han matado en sus inocentes riñas.

Amanece pues, de vez en cuando,
pero amanece en tonos tan oscuros
que ya no necesitamos explicarnos los silencios.




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Si tuviera que elegir, hubiera elegido no escribirlo. Me gustaba más hace un par de meses.