Con tu puedo...Cap 32
A las siete de la mañana.
—Arsenio, vaya a buscar a Alamiro.
—Bien, señor
—Alamiro, pase a mi oficina.
—Dígame, señor.
—Mañana a las siete pasará el tren que trae las plantas, avísale a Francisco, que estén en la Estación a esa hora.
¿Cómo vas a resolver el problema del asentamiento de la tierra? Ya que en unos días bajará el nivel.
—Señor, llamaré a todos los niños para que jueguen sobre la tierra, así irá bajando el nivel. Ahora si usted me regala algunas golosinas y refrescos yo hago unos juegos.
—No tenís ni un pelo de tonto. Alamiro Araya, te voy a extrañar cuando te eche, porque, ¿sabes que te voy a echar?
—Está en su derecho. Ya sabe que no le temo al trabajo, en cualquier lugar encontraré pega.
—No te echo ahora, por que quiero saber cuanto cuesta doblarte. ¿Qué sigue luego de la plaza y la escuela?
—¿Seguirá? .La ausencia de maestros, así que habrá que buscarlos.
—No me refiero a eso ¿Mancomunal?
—Buena idea me da usted. Conozco los estatutos y no es malo lo que dicen, sobre todo en donde dice que los únicos responsables de mejorar las condiciones de vida, somos nosotros mismos.
—Echo a todos los que se asocien.
—Lo sé, señor, pero, usted sabe que no podrá negarse siempre, pronto estará obligado a aceptar la organización.
—Eres atrevido.
—A lo mejor otros temen, le temen, yo no temo, no tengo miedo porque tengo la razón y lo que pido es justo.
—¿Conoces a Recabarren?
—No, señor, y si lo conociera, le diría lo que pienso.
—¿Y la huelga?
—¿Qué huelga, señor?
—¿La que preparan?
—¿Qué? Huelga, señor, sería una locura, los milicos están a dos pasos y usted puede mandar que nos disparen y, ¿sabe que más? Aún cuando creo que lo sabe mejor que yo.
—¿Qué cosa, sé?
—Que en estos días, luego que se supo lo de la escuela la gente ha estado trabajando más contenta y a usted se le han llenado los bolsillos con billetes nuevos que no tenía considerado ¿O no?
—¿Dónde te educaste, Alamiro Araya?
—Señor, aprendí a leer un poco en el Ejército y otro poco con Arsenio, más educación no tengo.
—Una suerte para mí. Te ofrezco un cargo en la Administración, un puesto en donde ganes más.
—Gracias, señor, me gusta el aire libre, cuando termine lo del casamiento de su hija, y la plaza esté lista, y los niños en la escuela, ahí convérseme de otro cargo, por ahora no me apetece.
—Ya hombre, ándate a trabajar, mañana a medio día pasa por la Pulpería que te entregarán confites y refrescos para que jueguen los cabros en la plaza.
—Gracias, señor, ¿Cuándo nos subirá el salario?
—Jajajajajaja, no habrá reajuste, ni con huelga
—Hasta luego, señor.
Alamiro Es un animal de presa, puro instinto, si no lo echo, debo intentar atraerlo, con eso lo alejaré de su gente, no enganchó ahora, quizás más adelante Mañana a medio día voy a ir a ver correr a los cabros en la plaza, no será malo me vean por allí, les entregaré algunos regalos.
Alamiro, te habías percatado que aumentó la producción, ¿cómo lo supiste, si estás encerrado en el poblado?, ¡Carajo, hijo de puta, no te vas a reír de mí!
—¡Pancho, Tito!
—¿Qué pasa, compañero?
—Dice el jefazo que mañana hay que estar a las siete en la Estación ya que llegan las plantas, que tengan listo todo.
—Bien, compañero.
—Salúdenme a la Mireyita y la Lastenia. Pancho, dígale a Alicia que le mando un besito en la mejilla. ¡Ah! A medio día que todos los niños vengan a la plaza! Les tendré golosinas.
—¿Y eso?
—Conseguí regalitos para que corran en la plaza y baje la tierra.
—¿Cómo lo hacís? Ese Fernando, o te ama o te odia. Diré a los niños que vayan a jugar. ¡Suerte!
Algo huele el Administrador, me habló de la huelga, de ¿para cuándo? ¿Sabe o adivina? Hoy me ofreció otra zanahoria y también mostró el látigo, una semana más y habrá casamiento, el día principal los de la administración bajarán la guardia y en ese instante me reuniré con todas los delegados, de esa reunión saldrá todo el petitorio y el instante de planteárselo al patrón, los milicos se irán un día lunes, de ese día en adelante ha de ser. ¿Quién me acompañará en las conversaciones con el Administrador? El petitorio se lo entregaré yo en persona, si me va a echar que sea yo quien pague y nadie más.
Con los que saben de números hemos calculado que con dos semanas de trabajo paga lo que cuesta nuestras peticiones, un año de explotación a cambio de dos semanas, no es mucho lo que se quiere.
Libertad de comprar, o en la Pulpería o en otro lugar.
Eliminación de las fichas.
Salario fijo en plata chilena y no el cambio de la libra.
Reajuste de un quinto.
No es mucho, pero, para los que trabajamos es harto.
—¿Quién es Alamiro? – Pregunta doña Estela, que está parada en el borde de la plaza
—Yo, yo soy Alamiro.
—Mi marido me ha dicho que mañana jugarán los chicos acá
—Si, señora, hace falta que mucha gente pise la tierra para que se apriete y luego colocar los árboles y plantas.
—¿Y, usted cree que no se secarán?
—Si se riegan a diario, no deberían secarse, señora. En otros lugares de la pampa no se han secado.
—Que edad tienes.
—Veinticuatro años, señora.
—Mañana voy a venir a ver a esos niños.
—Muy bien, me hace falta algo, que se me olvidó pedírselo a Don Fernando.
—Si, no es plata. ¿Qué quieres?
—Me presten unos sacos para carreras.
—Pídalos a la bodega, diga que yo los presté
—Gracias, señora
Al final conocí a este roto, es un jovenzuelo y tiene al Fernando con el alma en un hilo. Tengo que hablar con los hermanos para que cuiden bien las flores, el patio de la Oficina debe ser un arcoiris. Los invitados de Santiago quedarán con la boca abierta, si mis amigas me dicen que me vine enterrar al desierto, envidiosas, claro, enterrada pero con toda la plata del mundo, eso las hace hablar aún más.
—Francisco.
—Sí, señora
—¿Está listo todo para mañana?
—Si, señora, vamos dejar la tierra húmeda esta noche para que mañana las plantas queden en un sitio bueno.
—¿Se quemarán con el frío de la madrugada?
—No lo sabemos, señora, podríamos dejar algunas al sereno y ver que ocurre.
—Puede ser, pero, un par nada más, si se mueren hay que buscar remedio.
—Colocar un techo de carpa que las cubra, señora.
—Buena idea.
La cercanía del casamiento aliviana el ambiente. Fernando Gómez y su mujer están ocupados en que todo salga bien, las habitaciones para los invitados están listas. Los licores han llegado, los alimentos traídos desde el extranjero están por llegar, la Cancha de tenis luce una carpa blanca que da sombra.
Por fuera de las rejas. – Que dividen las casas de los administradores y el pueblo minero- los niños miran lo que ocurre dentro.
En las bodegas se amontonan los árboles que en un día serán plantados en la plaza. Lirios y otras flores también esperan a ser enterradas, los hermanos Aravena cuidan como joyas las plantas que adornarán los patios el día de la boda.
Los actores y actrices dan los últimos toques a la obra.
Alamiro y los trabajadores plantan los árboles cada uno con su tutor de madera que lo mantendrá recto hasta que pueda seguir su camino al cielo, a ras de suelo plantas que pronto florecerán, dando un nuevo colorido a la pampa.
—Alamiro. Alamiro – Llama un pequeño
—¿Dígame, señor?
—¿Es esta tu plaza?
—No, no es mía, es de ustedes, para que jueguen, es de todos, pero, no rompan las plantas y menos los árboles, ya verán, luego le comenzarán a salir hojitas y tendrán sombra.
Un par de docenas de niños mira cómo Alamiro trabaja, le siguen a todas partes, sobre todo después de la tarde de juegos, cuando a cada ganador le dio un premio, y refrescos para todos, el dueño y la dueña de la Oficina a algunos les regalaron algunas monedas, que fueron de inmediato gastadas en la pulpería.
—Mire comadre, ahí anda el Alamiro.
—Si, señora Alma, afíjese, ni siquiera es alto.
—Un buen chiquillo encontró la niña Mariana.
—Si, pueh, y los niños le quieren tanto.
—Así como tanto ha de odiarlo el patrón.
—El otro día me decía la mujer del Anselmo, ese de las calderas, me decía que el patrón lo había llamado y le había ofrecido plata para saber todo lo que hace el Alamiro. El Anselmo le dio larga al patrón, le dijo que no sabía nada ya que él se dedicaba a trabajar y a su casa.
—Vecinita, parece que algo hay, mire que mi marido, me preguntó por el valor de las cosas en la pulpería. Nunca antes se había preocupado por eso, solo sabía que nunca alcanza para llegara fin de mes.
—A mí también me preguntaron lo mismo.
—Andan muy callados algunos hombres, a mi no me gusta na, eso. Se trabaja tanto para ganar tan poco, no es justo vecina.
—Mire, hace más de cinco años de la matanza de Iquique, fue duro eso, en todo caso si el niño Alamiro hace algo, yo lo apoyaré, y pobre de mi marido si se le caen los pantalones, si hacen algo y mi viejo no va, esa misma noche se le cierra la cocina y toito lo demás comadrita.
—Ya está bueno ya, parecimos animales aquí, yo también apoyaré a ese cabro del Alamiro, ojalá que no hayan muertos comadre, eso me da miedo.
—¿Y ustedes que tanto conversan? Ya parecen que están pelando a alguien.
—Na, niña, tamos mirando al Alamiro, mírelo, si la Alicia, la hija de la Lastenia, se le ha subido a tota, y el Alamiro, la lleva feliz, parece tan niños como los que andan a la siga de él.
—Me le hace, que andan en otras cosas ustedes, algo les escuché. Mi viejo me dijo que hiciera menos comida, y que vaya guardando porotos, lentejas y arroz. Le pregunté por qué, y no me dijo nada. ¿saben ustedes algo?
—Yo no. ¿Y tú Alma, sabís algo?
—Na poh,
—Si no me quieren decir no importa, yo estaré con Alamiro, en lo que sea, el cabro sabe lo que hace y lo hace bien. Yo me voy a juntar con algunas vecinas para hablar deso.
—¿De qué?
—De lo mismo que ustedes hablaban. Mi hermano tenía la edad del Alamiro, cuando lo vimos en la morgue, tenía tres balazos y lo habían atravesao con una bayoneta, eso nos dijo el doctor, fue en la Escuela Santa María.
El ambiente se caldea día a día, casi todo el mundo conoce a los que han traicionado a sus compañeros e informan de lo que ocurre en la Oficina, son pocos los que hablan con ellos, y las mujeres tampoco hablan a las mujeres de los soplones, algunos preparan sus maletas para irse a otra Oficina.
A las siete de la mañana Julia espera el tren que la llevará a Iquique, va a ver a su negro y de paso a Luis Emilio, lleva todo el petitorio, la traerá de regreso escrito a máquina, lleva la palabra de sus compañeros acerca de lo que se prepara y de la necesaria solidaridad.
Cuando regresa llega contenta, en los próximos días van a visitar algunas Oficinas para ver solidaridad con la huelga que de hecho se ha de producir. En el puerto quieren hablar con Alamiro así que van a venir el viernes.
Alamiro sube al kiosco, mira desde arriba toda la Oficina, las casas de los obreros y las de la Administración, mira hacia abajo y sueña con los pimientos florecidos, ve los arboles llenos de sus rojas esferas, ve los lirios vestidos de blanco y azul, algunas chinas doradas como sol del atardecer, mira a su casa y se siente en ella, con Mariana compartiendo el lecho, compartiendo la vida.
Esto va a reventar luego, las mujeres hablan y se preparan, pobre del marido que se mariconée, le “cerrarán la cocina” como dicen ellas, solo me hace falta lo de los herreros, y estaremos listos, el día de la fiesta principal nos reuniremos los delegados de cada sección para ver el día.
La suerte está echada. ¡No hay regreso! Lo que sea que venga, de pie lo aguantaré.
En la mañana del lunes apareció un cartel en la Administración.
ATENCION
Con motivo del casamiento de mi hija Fernanda, que se realizará el próximo fin de semana, la Administración ha dispuesto lo siguiente:
1.- El sábado próximo será día de asueto.
2.- A cada trabajador se le entregarán dos litros de vino y dos cervezas. Para los niños menores de 12 años un refresco por cada uno.
3.- Se entregará un kilo de cazuela de vacuno por casa.
Con eso celebraremos juntos el feliz acontecimiento.
Fernando Gómez
Administrador
Curiche
Abril 9, 2007
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