En los pequeños rincones de mi habitación
se esconde tu rostro como ínfimas llamas,
he roto mi cabeza buscando respuestas de lo que pudo ser,
aún no encuentro nada,
tengo sobre mis hombros a un caballero azul mirando lo que escribo en silencio,
se suponía que eran caballos azules los que resguardaban mis recuerdos de ti,
pero ya no tengo recuerdos
o sólo son absurdas imágenes que destruyen mis esperanzas,
afuera se escucha la lluvia,
aquí dentro está la tormenta dormida,
afuera la gente descansa
mientras yo escucho el sonido lejano de tu corazón dormido,
mientras observo cómo navegas en los mares del horizonte perdido
sin rumbo alguno más que tu libertad,
he abierto mis ojos para descubrir las señales que deja un aliento perdido,
el caballero azul ya es mi vigía,
mi verdugo protector de ausencias,
la verdad sólo la ven los hombres,
yo solamente sueño ya que soy una mujer perdida,
he emborrachado mi cuerpo, espíritu y sangre con placeres
mundanos que me han llevado a los suburbios de tus manos,
fui cortesana del diablo varias noches para olvidar mi existencia,
vivir a veces es una agonía,
observo situaciones dentro de los miles de retratos que existen de ti en el mundo,
la oscuridad va siempre tras de mis huesos
como una nueva pestilencia con aroma a mirra,
hay momentos en que mi corazón es débil
y desea volar lejos para nunca mirar atrás,
mis uñas crecen como puñales y guardan pedazos de distintas espaldas,
esconden fragmentos de miles sábados por la noche,
ya el caballero está sentado frente a mí esperando el momento,
esperando que mis pies estén dormidos y que mi hijo haya muerto para siempre.
Puedo quizás ser libre
como el cielo lleno de estrellas olvidadas,
es fácil mirarlo a los ojos detrás de un espejo,
es fácil dormir a la distancia y soñar,
quizás te sea sencillo dejarme dentro de este rutinario ritual,
sola,
esperando a que el caballero azul se vuelva tormenta sobre mí
como lo hace cada noche en que tú no estás.
Ahora su capa al viento
es como una serpiente ondulante que inhibe mis hechizos,
que se lleva mis palabras al desierto.
Su mano derecha coge mis cabellos
y los lanza al mar infinito de sufrimientos,
su oscuridad sepulta a mi vientre en las sábanas
una y otra vez,
una y otra vez.
Muerdo su lengua para que no diga mi nombre,
para que no le oigas mientras cedo.
Camina tan fuerte que ya mis oídos no escuchan nada más que sus pasos.
Ahora se descubre detrás de él tu mirada asechante
que se desvanece con mis lágrimas,
una vez más ha dicho mi nombre.
Se agacha sigilosamente
para tomar mis pies desnudos y atarlos a su cabeza de fuego.
Hay veces que es mejor no sentir,
hay veces que es mejor hacer el amor llorando con alguien que no amas,
hay veces que amo el dolor de no tenerte
y perderme en el silencio tormentoso de la lluvia.
Hay veces,
sólo a veces
que anhelo que ese caballero azul fueras tú,
aunque sea para que violaras mi serenidad marchita,
aunque sólo sea en sueños.
Mi cuello no soporta más cicatrices ni ataduras,
mi espalda no tolera sus caricias,
mis labios no desean agua sagrada
sólo el veneno que él ofrece,
sólo la muerte en el océano.
Levanto mis manos pidiendo agonía
mientras muerde mis pechos ensangrentados otra vez,
siento como el muro se vuelve abismo,
veo como mi alma cae rendida nuevamente.
Lavo mis manos con mi sangre menguante
y me preparo para la próxima embestida.
Observo el horizonte
e imagino a tu barca llegar…
Miro el horizonte…
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