Golpea con la resistencia que solo dan emociones que han sido tragadas durante años. Cada noche, busca frente a la bolsa de boxeo la tranquilidad de la violencia que no consigue ni siquiera cuando escribe.

Hoy se ve particularmente concentrado; la sangre emana de sus nudillos cuando sus puños regresan a su cuerpo. Pero de nada sirve. No puede dejar de pensar en ella o al menos en el fantasma que reside en sus ojos, en sus comentarios.

Ya han pasado tres años desde que lo rechazó, mientras continuaba jugando con él, insinuándosele, tentándolo para luego agredirlo, humillarlo. Ahora, ella regresa. Está seguro. Ella vive en ese cuerpo.

Por supuesto el cuerpo no es perfecto: En su rostro no hay lunares que inviten al tacto, tiene el cabello corto pero ni la forma ni el color son los adecuados. Sin embargo, en algunas de las conversaciones que han tenido ha podido notar que sus ojos reflejan como se siente, por eso está seguro que en ellos es donde habita ella.

El miedo ha sido derrotado en esta pelea contra la bolsa: en esta ocasión él sabe que tiene la fuerza para evitar que ella lo vuelva a dañar.

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Los encuentros se suceden y nota que la posesión aún no es perfecta; parece que el cuerpo se empeña en hablar por su cuenta y moverse como no es debido. Él decide hablar sin cesar, capta la atención del cuerpo para callarlo, para mostrarle a los ojos como deben ser.

Espera, con cierta impaciencia a que la metamorfosis se complete pero no puede dejar de recordar como se sentía su lengua, su saliva. Decide besarla. Se aleja.

Se molesta en ver como el cuerpo se empeña en permanecer desconectado con ella; asi no eran sus besos. Le enseña la forma correcta de mover los labios y la lengua hasta que ellos parecen recordar como hacerlo. Es tal la emoción que siente que decide tocarla, pero el cuerpo se aleja, él sabe que lo quiere presionar, que lo quiere hacer dudar y por eso lucha con más decisión.

Al notar el desespero de él, ella decide premiarlo; se manifiesta mirándolo de la misma manera como lo vio aquella vez y le repite con el mismo tono empleado entonces que es virgen.
Él siente que está al borde de enloquecerse nuevamente pero no puede perder el control. Solo el control evitará que los resultados sean los mismos.

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Reflexiona cada noche con nuevas maneras sutiles de incrementar el anulamiento de esa voz que no corresponde por completo a la de ella y que últimamente se ha empeñado en manifestarse. ¿Acaso no comprende ese cuerpo estúpido que tiene que permanecer vació como un recipiente cuya única función es la de albergar la perfección de un ser soñado?

Entonces sucede.

Durante el primer encuentro sexual descubre que no solo puede sentirla sino verla. Es en estos instantes cuando el cuerpo se abandona por completo permitiendo que ella surja, mostrándole el éxtasis que sólo trae la realización de un anhelo prolongado. Toca su espalda y descubre que tiene los lunares que le sintió a ella cuando la acarició aquella vez y puede ver que si reaccionan al tacto. Su cola es nuevamente pequeña y sensible. Cuando puede ver y besar sus pezones una lágrima corre por su mejilla al notar que exceden cualquiera de sus fantasías.

Ahora es feliz, o al menos lo es cuando el cuerpo se entrega y no pretende mutar en algo no apetecido. Es por eso que ahora le hace el amor a ese recipiente vacío esperando la llegada de ella en el momento de la excitación.