No quiero más noches,
sólo deseo días,
sedas y nubes, alas y sueños,
no deseo ya sombras
ni tampoco sudarios.

Que ninguna vela
me pregone tinieblas,
que ningún suspiro
me invoque la muerte,
sólo quiero días
ebrios de soles.

No quiero mortajas
ni palabras vanas,
no ansío mariposas
agónicas de vuelo,
anhelo una puerta
que se abra ancha
para que la luz
ingrese a raudales.

Quiero mi alma blanca,
perlada por el rocío,
quiero madrugadas
en medio de trinos,
que la noche sea
un ave peregrina,
que vuele sin rumbo
y que nunca regrese…