Cuenta la historia que un 25 de febrero de 1964, una niña, cuyo destino ya estaba trazado, quien aún no mostraba todos los deditos de su mano cuando le preguntaban la edad, quien no conocía de juguetes caros, sino de baterías de leche KLIM y muñecas abandonadas por alguna otra niña ya crecida por estar ya sucias, cansadas, viejas, o simplemente suplantadas; recibió la noticia de que su madre había sido visitada por una cigüeña, que en su pico trajo envuelta en pañales color rosa a una diminuta muñequita. Cuentan que era blanquita, de cabellos lacios, de ojos muy achinados y manitos y pies regordetes y que la madre sólo lloraba y pedía a Dios que le diera larga vida para poder cuidar y proteger a esta nueva muñequita tan pequeña.
Pasaron los años, y esta noble mujer solamente se esforzaba por enseñar a sus otras dos hijas como es el verdadero juego con muñecas, esa que era la hermanita menor. En realidad, esta madre parecía presentir que su petición hacia Dios no se haría realidad.
La mañana del 18 de Marzo de 1972, la brisa se pintó de colores fríos y oscuros, el sol se apagó antes de salir, los ríos se estancaron y las flores se llenaron de rocío... lloraban porque esa madre tuvo que partir a los cielos a contar historias a los viejos. Se fueron sus manos aún impregnadas de la arcilla que moldeaba para dar forma a los sueños de sus hijas... se fueron los colores que tomaba de otras vidas para alegrar los días... Se silenció la música.
A partir de ese día, no hubo oportunidades para lágrimas, ya que se tenía que actuar con rapidez. La muñeca diminuta de los juegos, la que aprendió a caminar a los cuatro años, la que aún no sabía masticar, la que no había aprendido a hablar, la que despertaba miradas hirientes, por el solo hecho de ser “diferente”, esa que era muñeca de juegos se había convertido en la muñeca de verdad de sus dos hermanas mayores, que para ese entonces sólo contaban con diez añitos. Una de ellas, dijo en una oportunidad, que no supo jugar con muñecas de papel.
El camino fue duro, pero día a día ellas iban comprendiendo que en realidad esa muñeca si era diferente, pues a pesar de su síndrome de down, esa muñeca era y es el ser más dulce sobre la tierra, es el ser que presiente y sufre las angustias de su padre y hermanas, el ser que regala sonrisas y afecto sin que se las pidan. Y el camino fue duro, no por las responsabilidades que tuvieron que asumir estas dos hermanas, sino el tener que transitar caminos donde hay seres con mejores posibilidades, con mejores condiciones pero que carecen de esa sublime virtud del entendimiento y solidaridad.
Cuenta una de las hermanas que en una ocasión acudió con su linda muñequita de verdad a una fiesta de niños. Ella jura que siempre hizo y hará lo creíble y lo no creíble para que su muñeca no sintiera ni sienta maltratos. Ella se puso a reunir a los niños, pero le entristecía las caras de asombro de los niños y su corazón se reducía aún más al oírles “que esa niña no esté, que no juegue con nosotros, ella no sabe hablar y nos asusta y no queremos llorar”. Esta hermana comenzó a sonreír para ocultar las lágrimas que ahogaban sus palabras, mientras su muñequita de verdad, muy junto a ella, sólo quería jugar, sin entender lo que ocurría.
- ¡Jugaremos a las preguntas!!!. ¡Quién responda en forma correcta ganará este paquete de golosinas!!!
Los colocó a todos en un pequeño circulo a su alrededor y comenzó:
- ¿Qué es susto?
- Algo malo.
- Triste.
- Miedo.
- ¿Qué es asustar?.
- Hacer maldades.
- Oscuridad.
- ¿Quién nos asusta?
- Un coco en la noche.
- Los malos.
- Alguien que no nos hace reír, sino que nos ¡asusta!!!
Esta respuesta era la que ella quería escuchar.
- ¿Están de acuerdo en que quien nos asusta es alguien que no nos hace reír?
Ese coro de ángeles, a quienes probablemente sus padres aún no habían enseñado o hablado de que en la vida hay blancos y negros, altos y bajos, gordos y flacos, bonitos y menos bonitos, parlanchines y callados, buenos y menos buenos, gritaron un unísono: ¡SÍ!
- ¡Okey!, ¡ahora voy a darles una sorpresa!, pero deben cerrar sus ojos muy fuerte y prometerme que sientan lo que sientan, no los ¡abrirán!. No deben temer, ya que yo estaré aquí junto a ustedes.
Todos cerraron sus ojitos y con mucho cuidado puso a su muñeca de verdad entre los niños y le indicó que hiciera cosquillas en sus barriguitas, mientras que ella repetía:
- No abran los ojos, pero si sienten cosquillas, ¡rían!, que el que ría más fuerte ¡ganará!
Todos reían como nunca y en eso les dijo:
- Abran sus ojos y díganme ¿quién les hizo reír?
Eran caritas llenas de sorpresa y con sonrisas aún dibujadas en sus rostros. Ella comenzó a repartir golosinas y besos y luego se retiró para verlos desde otro lugar, mientras todos jugaban y reían con “SU MUÑECA DE VERDAD”.
Para mi “MUÑECA DE VERDAD”, Chelita, que este 25 de febrero cumplió 40 añitos.
Déborah Cordero (YOsoyYO)
25 de febrero de 2004.
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