V


El peregrino, en el momento de dejar su tierra tan amada, lanza un suspiro al cielo extensor que corta el horizonte, camino por el que vagará eternamente, o por lo menos hasta que logre cumplir su promesa. Los peligros que puede enfrentar son desconocidos para él, y sabe que pueden llegar a ser su perdición, más sabe que siempre hay un ser superior que lo estará protegiendo de todo mal que se interponga en su camino.
Sus cosas son simples, típicas de cualquier viajero, una simple cobija de lana de oveja, su bolsa con un cántaro de agua pura y de unos pocos alimentos. Y algo que siempre lleva consigo; un relicario de plata y roca de mármol blanco, herencia de toda su familia, y con la viva imagen de su protector. Sus rezos son los mismos de siempre, lo que cambia son los sentimientos con que los practica. Sabe que su Señor siempre estará a su lado en su arduo viaje.
Los bosques verdes y frondosos, pero a la vez un hormiguero de osos, que te desgarran la piel con sus grandes zarpas, y te destrozan los huesos con sus grandes quijadas. También se encuentran las llanuras, hogar de los grandes felinos, con aspecto a los simples mininos, pero feroces bestias en su instinto de caza. Aunque se podrían agregar las salvajes aguas de la marea profunda, donde los colmillos y la piel áspera de los asesinos acuáticos hacen su aparición ante el dulce aroma de la sangre que los atrae.
Los peligros son enormes, tanto los naturales como los de las personas, en el caso de encontrar en su camino seres absortos de maldad y codicia, envidia y malicia, con deseos de obtener aquello que no les pertenece, cobrándose la vida de muchos inocentes y almas puras que adoraban a nuestro Señor, Jesús.
Más todo peregrino sabe, que pase lo que pase, si se tiene fe y vigor, fuerza y esperanza, siempre estará Nuestro Señor con nosotros, en todo el camino, desde nuestra salida hasta nuestra esperada llegada, protegiéndonos de todo el mal, y guiándonos por su camino de bondad.

By Amiu