El mudo
Por la boca de los paisanos de un paraje montés se cuenta una historia y nadie duda de su veracidad.
En esas tierras casi solitarias existió hace muchos años un hombre conocido con el apodo de “El Mudo”. Siempre había sido de pocas palabras pero éstas se fueron acallando lentamente. Hasta que un día no habló más. Pasaron los años y El Mudo se volvió una figura aceptada y querida por chicos y grandes; del jardín de su corazón brotaban sonrisa y bondad. No era sordo, simplemente mudo.
A menudo lo veían mirando el cielo estrellado, en los parajes más agrestes y desolados. Tocaba los árboles y ponía sus oídos en los troncos, para oír quien sabe qué cosas Su patrón le había encargado el cuidado de los animales por la diligencia que ponía en dicha tarea; éstos le conocían.
Se cuenta también que de tanto en tanto, cuando el dueño de la estancia iba a la ciudad, le traía algunos libros. Poetas, novelistas, historiadores y dos filósofos, en algunos aspectos muy distantes, en otros con conexiones secretas, Schopenhauer y Bergson. Pocos libros.
Sus ojos eran inexpresivos para los paisanos, pues había una profundidad que era imposible ingresar por ellos. Sus sentidos habían absorbido ruidos, colores, sabores de la naturaleza y el inmenso ruido de la existencia humana.
* * *
En cierta ocasión vino una supervisora de educación desde la Ciudad Central para orientar a los maestros sobre una transformación educativa que se había iniciado; debían elaborar un proyecto común de educación en base a las líneas básicas que venían de arriba, desde muy alto. La globalización exigía calidad, eficiencia y eficacia.
Se invitó a padres y a cuanto paisano andaba suelto , para llenar de algún modo el salón. La pobre mujer habló y habló...y siguió hablando, ante el silencio de los concurrentes. De tanto en tanto alguna pregunta salía de las gargantas temblorosas de las maestras y de la directora. La voz imperativa y orgullosa de la supervisora elevaba cada vez más el tono, engolosinada en su propio discurso. Nuevos diseños curriculares, interdisciplina, transdisciplina, la tecnología y la ciencia, corrían como serpientes desconocidas. Palabras y más palabras.
Los paisanos se movían silenciosos en sus asientos sin atinar al habla. El extraño idioma y la catarata de sonidos los tenía aturdidos.
También estaba el mudo, sentado al fondo. De tanta en tanto una sonrisa, entre pícara y socarrona, se le escapaba del rostro. Esta situación puso nerviosa a la funcionaria, hasta que de sopetón, preguntó:
- “El señor que está allá en el fondo, ¿tiene algo que decir?
Le explicaron que el pobrecito era mudo... que siempre era así. Y así pudo terminar su discurso.Satisfecha.
Antes de saludar e irse el Mudo se levantó de su silla, y entre el temor, casi espanto, de todos, las palabras le salieron limpitas:
- "Señora, de música y de cantos, de leyendas y tradiciones, de escuchar a la naturaleza y el corazón de los seres humanos...¿nada?"
La mujer lo miró consternada, observó a la audiencia, y sólo atinó a decir:
- "Mire, señor, hay que modernizar a la educación de forma urgente. No logro comprender muy bien lo que Ud. ha apuntado; no obstante lo tendremos en cuenta. Recuerde: se necesita tecnología y ciencia, mucha y de todo tipo"
El Mudo saludó con el sombrero y presuroso se alejó del lugar.
***
Este singular personaje, después de lo acontecido en la escuela, desapareció por un largo tiempo de almacenes, bares y fiestas.
Preguntado el patrón por el destino de su empleado, pocas palabras pronunció:
- "Está en casa, como siempre, silencioso. Sonríe al viento, acaricia los animales, escucha música. Dejésmole así. Perdonen. Asunto terminado
La fuente del respeto generó silencio. Pero sus palabras corrieron, de boca en boca, por la comarca
***
Poco a poco, y de forma distanciada, El Mudo fue reapareciendo por los lugares de reunión. Siempre callado. Nadie se atrevía a formularle pregunta.
Una vez, en el bar-almacen-carnicería de campo, se originó una fuerte discusión. Un paisano habló mal e injustamente del patrón del Mudo, pues una profunda envidia lo carcomía. Dijo que era prepotente, aprovechador y falso. De la envidia al odio pueden existir pocos pasos. Entonces El Mudo habló. Defendió a su patrón con señorío y valor.
- "Amigo, la Envidia carcome el corazón y trae sufrimientos, seca las fuentes de la Vida y acarrea Violencia. Perdone que se lo diga: Usted, buen amigo, está enfermo, muy enfermo"
La Envidia y el Orgullo, exaltados, salieron de la boca del hombre:
- "Eres igual que tu patrón. ¡Hipócrita! ¡Mal parido! ¿Porqué te haces pasar por mudo?
Y la respuesta vino seca:
- "Siempre creí que nada importante tenía para decir" Y agregó unas extrañas palabras:
"De lo que no se puede hablar, más vale callar"
(Hacía años había escuchado por Radio Nacional un programa sobre Wittgenstein, y algo le había quedado; pero antes había pasado el comentario radial por el cedazo del mundo vivido).
Se escuchaba la respiración agitada de los hombres alló reunidos.
El Mudo los miró detenidamente, giró las espaldas, y salió. El galope del caballo se fué perdiendo en dirección a los montes más bravíos.
Desapareció de la comarca y nunca más se lo volvió a ver.
***
Cuentan los lugareños que a veces se ve su figura nocherniega, mirando el Universo estrellado, en lugares solitarios. Otras veces, se acerca a las casas, y entonces emerge de su garganta una sinfonía bellísima. Algunos creen oír el canto de los pájaros; otros, los ruidos del monte y las infinitas variedades del viento; en fin, todos oyen diversos cantos o lamentos de las cosas y de la existencia humana. Sobre este punto no hay acuerdos. O tal vez sí: probablemente El Mudo sea todo esto.
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