Las palabras se las lleva el viento. Las premisas de alejan azotadas por un viento con aires de tempestad. Hay que tener en cuenta, que el qué siembra vientos, recoge tempestades. Hay que tener en cuenta, que una sola palabra vale más que mil imágenes. Si la imagen es clara, los sentidos quedarán perplejos ante tamaña transparencia. Se equivocarán, perderán el norte. Se dirigirán hacia el sur de una pirámide de fantasía. Sus arcanos personales encontrarán una vana respuesta en este lugar. Es de buen nacido, reconocer sus raíces. La ignorancia no es felicidad, es incertidumbre. “Pienso luego existo” añadió un filósofo que pasaba por allí echando por tierra la filosofía de un compañero: “Sólo sé que no sé nada”. Felicidad que secuestra los sentidos (claridad de ideas). El problema es que nada es tan simple, la simpleza es ignorancia ¿Eso nadie lo ha dicho antes? Lo añado yo a una gran lista de proverbios. El proverbio, el refrán no es más que la voz del sabio. El inteligente se sorprende ante tal demostración de conocimientos. Más vale el diablo por viejo que por diablo. Al que madruga dios le ayuda. Perdón, fue una errata. A nadie le gusta madrugar…Otro pensador aportó: “El hombre ha matado a dios”. El diablo es puramente humanista. Es un hombre más; un rebelde como muchos de nosotros; un ideólogo que se negó a servir a dios; el dios vengativo lo desterró al infierno; Yo, le pediría perdón a Belcebú. Quizás también a Baco (otro humanista). Pero el egoísmo es parte innata del ser humanos, y por lo tanto, de dios. El humanismo es una puta utopía. Es sólo la filosofía de quién no tiene nada. Es la filosofía del vagabundo. Es la ignorancia de quién alimenta sus pensamientos con envidia. Y, ¡Qué simple es el ser humano que padece de envidia! El pobre no se da cuenta de que puede ser mejor que los demás por el simple hecho de ser pobre. Me gustaría ser pobre. Así, podría ir por la calle sin miedo a perder nada. Para el pobre, la nada es suficiente. En cambio, el adinerado es aquel que puede caer en la ruina. El que se puede quedar con nada. Pero para el rico la nada no es suficiente. El rico es frágil, cobarde, miedica. “La avaricia rompe el saco”; éste refrán es apropiado para el momento. Éste es un momento “Carpe Diem”. Es un momento para el recuerdo. ¡Qué pobre aquel que no tiene recuerdos!, nunca podrá formular proverbios, nunca hablará en nombre de la sabiduría. Su vida no será más que una imagen translúcida, vana, engañosa. Habitaría la zona sur de la pirámide filosófica. Formará parte de los cimientos del hombre. No saldrá de camerinos. Para los residentes del barrio bajo no es el escenario. No son bienvenidos en esta obra teatral que es la vida. El guionista (el egoísta por naturaleza) no se acordó de ellos ni tan siquiera como actores de reparto. El séptimo día, en vez de dedicarlo a la caridad, lo dedicó a descansar. Un profundo sueño le embargó. Aún sigue durmiendo, bueno, clínicamente muerto. Malo será el día en el que despertemos a la bestia con una plegaria, oración o blasfemia. “Qué dios nos haya perdonado”. Quizás ese día nunca se lo perdonemos. Y ese día el pobre se dará cuenta de lo que disfrutó sin preocupaciones y echará de menos su cuerpo en vida. Y ese día, el rico se morirá de envidia, ahogándose en su propia avaricia, en su sin vivir. Ese día el rico le dará las gracias a dios por quitarle ese peso de encima. Ese día, todo cambia, pero nada, sigue siendo suficiente. De todas formas, no me hagan mucho caso, recuerden siempre que las palabras se las lleva el viento hacia un abismo de simpleza. |