La guerra fue declarada por los líderes mundiales como algo inevitable y que, a pesar de los "daños colaterales" que ocasiona toda guerra, sería beneficiosa para la región y por extensión, para todo el mundo.
Pero cuando todo estaba preparado para el primer disparo, algo ocurrió: un soldado -no se sabe de qué bando, eso poco importa- se quitó el casco, lanzó el fusil al suelo y exclamó: "Yo me voy casa." Sus asombrados compañeros vieron como se daba la vuelta y se alejaba del frente con paso decidido. El oficial al mando le ordenó, le gritó, le insultó, pero no le hizo caso. Ordenó que lo detuvieran inmediatamente, que lo inmovilizaran, que le dispararan. Sus compañeros, nerviosos, le llamaban casi suplicándole que volviera, que tendrían que dispararle si no se detenía. De nada sirvió, seguía alejándose.
Repentinamente, uno de los compañeros, lanzó el casco al suelo, soltó el fusil y exclamó: "Yo me voy a..." Acto seguido cayó fulminado al suelo con la cabeza reventada por un disparo. El oficial guardó su pistola en la funda y con voz ya calmada, les dijo a sus soldados: "Mañana por la mañana oficiaremos los funerales para los dos primeros héroes caídos en esta batalla. Esperemos que sean los últimos. Buena suerte, muchachos."
Entrecruzando unas aturdidas miradas, los soldados caminaron, fusiles cargados, adentrándose en el frente...
|