Con tu puedo...Cap 31...
Aires de cambios
Los días en la Oficina, van lentos, el aire está pesado, hay oleadas de cambio en el viento, la camanchaca deja esperanzas en manera de rocío matinal. Quienes están en el misterio aprietan dientes y muelas para no hablar de lo que se acerca, una a una se van sumando voluntades entre los trabajadores y sus dirigentes recién nacidos. Alamiro, va de un punto a otro, sus bolsillos van llenos de papeles con anotaciones, es el resultado de las charlas. Ningún nombre hay en esos papeles, un nombre que caiga en manos del Administrador sería la expulsión del trabajador y quizás de abortar el movimiento que se gesta.
El Administrador, tampoco está tranquilo, intenta saber lo que piensa Alamiro, cada día se miden, ambos tratan de leerse las intenciones, ambos poseen algo que le hace falta al otro, ambos tratan de unir los cabos, pero, ninguno puede hacerlo
La cosa se ve bien – Medita Alamiro– cada sección conoce sus necesidades. Algunos tienen los precios de lo que valen las cosas en Iquique y en la pulpería. Los más católicos hablan del Obispo José María Caro, en el sentido de crear Cooperativas de Trabajadores, comprar algunas Oficinas para que sean explotadas y administradas por ellos mismos. Luis Emilio también habla del cooperativismo. Si los socialistas y la iglesia, han llegado a una idea parecida. Algo favorable debe haber, tendré que estudiar más, para aprender para estar mejor preparado.
La pelea que viene será dura, hay que estar con los pantalones bien amarrados. Lo menos que me podría pasar es ir a la cárcel, lo más, que me maten. Hay que prepararse para una huelga, porque con huelga rescataremos algo, nada nos darán gratis. ¿Qué comerán los niños, si hay huelga?
Hay que juntar dinero para escapar del cerco que se nos tenderá, de seguro van a cerrar la pulpería. Un centavo con otro servirá para comprar los porotos y la harina.
—Francisco, no es que yo tenga algún derecho sobre usted, pero, ¿podría contarme que conversaba con Doña Clotilde?
—Lastenia, tampoco es que yo deba darle razón de lo que hago. Le contaré que la doña es mi amiga desde hace años. Alguna vez tuve que ver con ella, luego de aquellos días, nunca más, de vez en cuando ella me hace algunas cosas por las que le pago: me lava y plancha ropa, a ratos cuando me canso de la fonda, almuerzo en su casa por lo que también le pago. Lo hago como una manera de ayudar a su sobrevivencia y la de sus hijos, ella nunca me ha pedido nada. Su marido muere cada día, si depende de mí, seguiré haciéndolo.
—¿Aún cuando yo me coloque celosa?
—Aún cuando lo que usted dice mi doña, eso porque ella no le hace a usted ningún mal.
—¿Y, si se le ocurre encamarse con usted otra vez?
—A ella se le podría ocurrir, pero no lo hará, en primer lugar porque ella sabe que estamos conviviendo juntos.
—Eso a ella no le interesa.
—A ver mi doña, le insisto es muy amiga mía y yo no iré a la cama con ella.
—Ella destruye hogares.
—¿Quién le dijo eso?
—Mire, lo último que hizo fue llevarse a Alamiro.
—Ah, eso. Amor, no se preocupe, cuando tenga que conversar con ella le invitaré a nuestra casa, ¿le parece?
—Mejor, pero, cuidadito, que el diablo tiene cola muy larga y además le hierve, como la de ella.
—Jajajaja, amorcito, yo le voy a decir algo, ella no ha roto ningún hogar en esta u otra Oficina y ¿sabe por qué?, porque no le interesan los hombres casados o con compromiso. Cuando Alamiro fue con ella, él no tenía compromiso con la Marianita. Los otros han sido solteros u hombres solos. Ella sufre, yo lo se, sufre porque queriendo a su marido él no funciona como tal y a ella de cuando en cuando le hace falta un hombre y busca uno que esté libre de ataduras, quita sus ganas y luego se marcha, para nunca más regresar. Su marido una vez al mes o cada dos meses logra encontrar oxígeno y hacen el amor.
—Usted sabe mucho de eso.
—Lastenia, soy amigo del marido, sé lo que sufre. ¡Es esta maldita vida que nos toca vivir a algunos! Le pediré un favor, no me pida no hable con ella, porque no le haré caso, no le voy a ser infiel a usted, no tengo la necesidad de hacerlo. Por favor, Lastenia.
- Francisco mira al cielo y piensa en lo que ocurre en la Oficina- El Efraín, así dicen que se llama, es un hombre extraño, anda como al acecho, parece un gato en la noche cuando espera a la laucha. Desde que llegó de Antofa, se ha pegado a Alamiro. Esconde los ojos cuando mira, no lo hace de frente, cuando está cerca de otros anda con la mano derecha metida en el bolsillo del paletó. Debe cargar algún cuchillo, o una matagato, hay que cuidar al cabro Alamiro. Mañana hablo con mi hermano para ver si ha visto lo mismo y si es así, vamos a tener que llevar para la pampa al tal Efraín y conversar con él.
—Pancho.
—¿Dígame, Lastenia?
—¿Me disculpas los celos?
—Mi amor, sabía que algún día iba a salir el tema, es mejor que sea ahora.
—Si es como me dices, invítala a la casa, una tarde de domingo que venga a tomar onces y si viene con su marido e hijos, mejor. No es difícil juzgar mal a las personas, pero ella, tiene su fama.
—Sí amor, cuando le entra el calor al cuerpo, es cosa seria, pero, yo no puedo juzgarla, no soy quien.
—Tampoco yo, pero si sé que te metes allí, te mato y luego te matará Alicia. Te lo aseguro. ¡Te las corto!
Alamiro Araya – piensa José Manuel – mañana vendrá a conversar, no me extraña. Creo que quiere casarse, yo, feliz, mi vieja también, ¿Quién mejor que Alamiro para la hija? No hay otro en la Oficina.
Habrá huelga. El domingo hay que ir a Iquique. La Julia tiene la justificación: su familia.
Hay que tomar las providencias del caso, conversar con los compañeros de la imprenta, con los de las mancomunales, con Luis Emilio. Hay que asegurar la solidaridad para la huelga, si es larga, va a haber hambre, en primer lugar los niños.
Puede llegar a saberlo la Administración y con ello se acelerará el proceso, a la mayoría de los soplones los conocemos, ellos hablan lo que nosotros queremos que sepa el Administrador. ¿Qué pensará Alamiro?
Como cada día a media mañana, llega Eduard a conversar con Fernando Gómez, como cada día con un vaso con Whisky en la mano. Cuestión que al Administrador no le gusta, no es que no beba, lo hace después del trabajo, cuando se sienta a mirar el atardecer y ve como los cerros cambian de color.
—Good morning, Fernando
—Bueno días
— Fernando, Sigo sin entenderte, insisto que te has colocado blando con los obreros.
—Y a ti cada día se te endurece el hígado. ¿Quieres dirigir la Oficina, acaso? Yo, te la dejo. Me voy a Santiago y allá recibo las ganancias.
—Oh, no, no, el ingeniero eres tú, pero, me preocupa lo que ocurre. Ocupas gente para que construyan plaza y ahora les construirás una Escuela. Yo creo que a los socios de Londres no les ha de gustar que se gaste su plata en cosas insustanciales que no tienen que ver con la producción.
—Ah, son las Libras las que te preocupan, deberías aprender cómo se generan las libras esas ¿Has tomado una pala alguna vez en tu vida?
—No, pero mañana o pasado llegarán los socios desde Inglaterra, hay que ir a buscarlos al puerto, allí conversaremos. Pienso es que a esos rojos socialistas hay que matarlos a todos.
—¿Y por qué no los mataron allá en Londres? Hace ya más de cincuenta años ese Marx escribió su Manifiesto y lo hizo por petición de los socialistas ingleses, esas ideas son las que tienen los de acá. Miren, dan remedios y no fueron capaces de parar la enfermedad cuando se inició. Sí, conversaremos con los socios y pediré que manden a otro sapo, que te regresen a Inglaterra, allá tendrás mejor trago.
—Mira, no has sido capaz de resolver lo de ese Alamiro, yo ya lo hubiera echado
—Échalo tú. Si quieres lo llamo para que le digas que se vaya.
¡Arsenio!
—¿Señor?
—Vaya buscar a Alamiro que Mister Eduard quiere decirle algo.
—¿Estás bromeando, Fernando?
—No, tú quieres deshacerte del Alamiro, así que afírmate los pantalones, que si mañana hay huelga acá tú pagarás ante tus patrones. Si yo hubiese sabido quien era, no lo dejo entrar con el enganche, yo soy el que anda con esa piedra en el zapato, ya me la sacaré y la lanzaré lo más lejos. ¿Como lo vas a hacer tú? Yo me lavo las manos y, me saco el tremendo problema que tengo.
—¿Señor, me mandó a buscar?
—Sí, pero mister Eduard quiere decirte algo.
Eduard, mira a Fernando y luego a Alamiro, no sabe que hacer, vuelve a mirar a Fernando, quien se hace el desentendido.
—Alamiro, ¿Cuándo se acaba esa plaza?
—Está lista para plantar los árboles, hay que reubicar el kiosco, hacer las veredas y ya.
—Gracias, puede retirarse.
—Alamiro.
—Sí señor.
—Los hombres que llegaron de Antofagasta, ¿qué tal?
—¿Efraín y los otros? Trabajan bien, parece que no eran diestros con la pala y las picotas, tienen las manos llenas de heridas
—Hum, bueno, ya se acostumbrarán. Mañana llega el tren con plantas, dígale a los Aravena que tengan todo listo. Gracias, eso era, Alamiro.
—Permiso.
—Alamiro, recuérdele a Juvencio que el sábado de la próxima semana será la fiesta así que tenga listo la obra de teatro.
—Cómo diga, don Fernando.
—¿Y? No lo echaste de la Oficina. ¿por qué? ¿Ves?, es un joven como la mayoría.
—Tiene algo ese hombre, no se siente intimidado ni por ti y tampoco por mí, es un peligro acá, hay que sacarlo en algún instante.
—No has aprendido nada, cada cosa tiene su tiempo. Toda la Oficina anda contenta con lo de la plaza y la Escuela, en la última semana aumentó la producción, lo que voy a gastar ya lo recuperé con creces. Así que mañana, conversamos con los socios, y hacemos las cosas como tú dispongas.
—Nunca entenderé a los chilenos. Voy a ir a preparar las cosas para la llegada.
Boludo, tan solo un boludo no se percata lo que ocurre – piensa Fernando Gómez luego de la charla con el gringo – Hay algo en el aire, se huele a problema. Alamiro se que estás metido en algo grande. Espero que el remedio lo puedas tomar antes de que sea tarde. Más barata de lo que pensé me va a costar. Pasadita la fiesta. Alamiro te tomarás la medicina.
Los milicos se van luego, he pedido a la comandancia que los dejen hasta después del casamiento.
¿Qué tramas, muchacho, qué tramas? No encuentro a nadie que me diga lo que te traes en las manos, los que me informan, nada nuevo dicen y eso es lo extraño. Hace falta gente nueva, ¿Dónde encontrar? ¿En Iquique? Puede ser. Me preparas un paro creo yo, no llegará ese día.
Alamiro tiene la cabeza llena de ideas que van a hacerla estallar, van sus ideas desde su boda a la huelga.
Alguien debe ir a Iquique – medita Alamiro - no es bueno vaya yo. Creo que a mí me seguirá alguien o me esperarán en la Estación para saber dónde voy y con quién hablo; Juvencio puede ser. Si los de Iquique pueden ver con algunas otras Oficinas de las cercanías a la nuestra, a lo mejor tenemos más posibilidades. Mi sargento me mandó decir que me cuide, que algo trama la administración, muchas charlas con el Teniente. También me dice que ellos se irán luego del casamiento. El petitorio está listo, hay fuerza para parar ahora, esperemos a ver si algo nos pueden aconsejar desde el puerto. Los amigos de Facundo andan alegres, dicen que será la hora de su venganza, si hay algo, no permitiré actúen según sus planes, lo importante es ganar y no lograr que nos maten por algo hecho sin orden. Enviaré a Iquique los puntos de petición para que ellos lo escriban en máquina.
Cuando termine este movimiento me casaré con Mariana. Sí, si ganamos el patrón no me va a echar, si perdemos sí, así que sólo resta el triunfo, uno, necesitamos un triunfo mayor para que se confíe en la fuerza que tenemos.
Curiche
Abril 7, 2007
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