bethoveen, siempre bethoveen, me agrada bethoveen, seguro que a todos les gusta, aunque en mi cuarto sea sólo yo quien le escucha, y siempre con las ventanas y puertas cerradas. mis amigos no entienden de estas cosas, sólo yo esoy lo suficientemente loco y solo para entender el alma de bethoveen. a lo largo de mi vida, jamás le había escuchado, pero, una tarde, mejor dicho, una mañana, una de esas desoladas mañanas, escuché al maestro, le escuché y sentí lo que quiso decir. pasión, pasión por la vida, por este aliento tan intenso, por expresar aquella morada llena de soledades, de sonidos prohibidos para mortal que vive mirando de frente, sin saber que todo se halla mas allá de lo que los ojos nos muestran. dios, le escuché y quise escucharle siempre. me volví un melómano empírico, de esos que cruzan las veredas y justo justo le cae una estrella en su alma casta, y llora de aquel fulgor que no cesa de brilla en su alma oscura, peregrina y tan sedienta de belleza...
la noche ya había llegado, había meditado. un niño jugaba en la calle, escuchaba sus giros a través de esa madera con ruedas, que suelen llamarle skype, o algo parecido. me acerqué a la ventana y le miré. era tan joven, tanto que sonreí de ver que su skype era mas grande que sus piernas. pareció que me vio. dejó de esquiar y se puso su tabla en las manos. estaba oscuro, pero siguió mirándome como quien mira a un perro aullando en la luna. dejé de mirarle y continué escuchándole, era hermoso, tan hermoso que subí el volumen. todos en la casa empezaron a protestar, miré la ventana y vi al niño parado, escuchando lo mismo que yo. había dejado su skype, y escuchaba tanto o mas que yo. cerré la ventana, bajé el volumen y me eché en la cama.
ya habían pasado tantas horas y su canto se repetía una y otra vez. estoy loco, me dije. apagué el quipo de música y me dije que tengo que escribir, esta belleza, este sentimiento, esta apreciación que tengo por todo lo bello, por aquel niño jugando en la calle. la apreciación es un regalo de esta vida, es seguro que mi estrella rompió el dique de la verdad, al menos de esta belleza.
apagué las luces de mi cuarto y encerrado, y en silencio, continué meditando. había ruido en mi interior. un mar lleno de olas, tormentas de pensamiento, pasiones perdidas en el tiempo, imágenes ya perdidas, miedos que tocaban las puertas de mi futuro, tanta bulla había dentro de mí, y todo, todo, gozaba de la misma melodía que bethoveen... hay belleza en mi vida, es un don, un regalo, algo que puedo gozar mientras cierro los ojos y escucho el mundo interior. es hermoso, me dije, tanto que puedo quedarme sin ojos, sin oídos, sin piernas y allí estará la misma pasión por aquella belleza, aquel fulgor que emana de aquella fuerza llamada pasión, y que el mundo melómano, un tiempo, le llamó, bethoveen...
san isidro, abril de 2007
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