Nombrar… nombrar…

En nuestro club todos tenemos un sobrenombre, aunque no cualquiera vale. El primer paso para ser aceptado es ser poseedor de una cualidad excepcional (sí, somos elitistas, qué le vamos a hacer). El segundo paso, mostrar al resto de los miembros del club los beneficios de esa cualidad en forma de “discursoconposteriorruedadeprensa”. En el plazo de 15 días los miembros de la cuadrilla nos reunimos hasta encontrar un mote adecuado a esa persona. En caso de no encontrarlo, aceptamos nuestra incompetencia, damos el veredicto de “este no tiene nombre” y le impedimos el ingreso.
En caso de encontrarlo, dictaminamos: “su sobrenombre es: elquesea”. Con sobre-nombre nos referimos a algo que va más allá del nombre, que se superpone y amplia su significado. Por este motivo es tal la importancia que le atribuimos a este proceso.
A continuación os presento el discurso más extraño que hemos honrado con un sobrenombre:

Mi nombre es Enrique y mi cualidad excepcional es la de implicarme a medias en las situaciones que la vida me ofrece. Cuando conozco a alguien, me fijo en lo que me interesa de sus circunstancias y personalidad y evito con ahínco cualquier acercamiento a aspectos de su persona que no me atraen en absoluto. Cuando me interesa intelectualmente alguna idea me aproximo a ella con el objetivo de extraer únicamente aquello que me satisfaga. Habitualmente consigo ver la parte que me interesa de la vida y evito con absoluta eficacia aquello que me produce malestar o desinterés. He conocido a algunas personas que desprecian mi habilidad, que me dicen que veo la mitad de la vida, la que me interesa, pero ¿qué tiene eso de malo? ¿Es punible? ¿No es esta una extraordinaria cualidad que debería enseñarse en la educación básica para que la podamos emplear siempre que queramos?
Tras esta exposición dejo a vuestro juicio la consideración de esta habilidad y espero que podáis llegar a encontrar un sobrenombre que me permita entrar a formar parte de esta selecta cuadrilla. Gracias.



En este caso no hubo turno de preguntas. Inmediatamente nos reunimos, surgieron muchas dudas, “¿es realmente esta una cualidad excepcional?, ¿no nos enfrentamos a una persona rastrera?, ¿estaremos ante un verdadero hedonista?...”. Nos propusimos no juzgar la bondad o maldad de la cualidad y conseguimos ser unánimes al considerar extraordinaria la cualidad, con lo que nuestro candidato cumplía el primer requisito.
Nuestra presidenta estaba deseosa de aceptarle, dijo que tenía su sobrenombre claro desde que escuchó la primera frase de su discurso: MONOPHTALMOS. También en esto hubo unanimidad. SU SOBRENOMBRE ES: MONOPHTALMOS. Es un cabrón que pasa de puntillas por la vida y cree que está siendo coherente con su media ceguera, realmente es poseedor de una extraordinaria habilidad.