No me acuerdo si cada vez que te miro te miro, ni mucho menos si estas ahí, esperando ese beso, ese desperdicio de cariño que talvez, sólo talvez te pueda encantar un poco más y hacerte reír o si todo lo tuyo es un artificio del tiempo para hacerme caer.
En el espejo te haz quedado desde el amanecer revisando cada centímetro de tu rostro (para mi se ve casi tan bien como siempre, sino fuera por esa mueca de espanto con la te haz quedado aficionada desde nuestra visita a la casa de ellos) Deseas saber si es digno de ser amado, si se ve feliz, si aún tiene ese encanto de niña triste que salta la cuerda sola mientras las otras fuman cigarrillos y hablan de lo que les espera en las casa de sus futuros amantes. Entonces, porque siempre hay un entonces, descubro porque debería amarte y porque no debería amar a otra que gusta de los cigarrillos y que espera, aún ingenua, que sus sueños se cumplan, que sus amantes las amen, tu, en cambio, hermosa como ese encanto que es el sol y la luna en su eterno ciclo de nunca acabar ya te diste por vencida mi amor, por eso brillas y ese beso que me darás justo después que te aparte de tu reflejo en el espejo sabrá a la muerte, la hermosa muerte.
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