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Arrepentimiento Tardio

Una ráfaga de aire frió penetro en la modesta habitación y apago bruscamente la titilante luz de un cirio que a medio consumir se erguia sobre un tripode colocado en una esquina de la habitación, se movieron también ligeramente algunas cortinas que cubrían las ventanas y también se apago aquella voz que parecía un gemido… SShhh, alguien llama.
Ya dijimos que era una modesta habitación y también debemos agregar que era una casa pobre, de gente humilde, ubicada en un barrio olvidado como tantos otros.
En las paredes colgaban cuadros baratos de cromos desvaídos que representaban imágenes de santos, digamos de Santos sin devoción. Hay una mesa redonda que ocupa el centro de la sala, sobre ella un candelabro, hay también en la habitación un espejo colocado contra la pared del fondo para verse de cuerpo entero, además había siete sillas forradas en cuero y sentadas alrededor de la mesa se encontraban varias personas; de ellas seis se estrechaban entre si para darle un poco mas de holgura a una séptima persona que parecía ocupar puesto de honor, esta ultima era una mujer de rostro aindiado y pelo liso que le caía por sobre los hombros, bestia una larga bata blanca que se veía muy limpia, apoyaba las palmas de sus manos sobre la mesa, la mirada intensa, con una grave expresión , parecía perderse en el vació, a veces cerraba los ojos permaneciendo como en éxtasis, entonces sus facciones se endurecía y en su rostro se acusaban los rasgos de sus antepasados. Era una mujer que había llegado al limite de eso que damos en llamar “tercera edad”.
El resto del grupo carecía de importancia aparentemente y estaba formada por un señor también de edad indefinible de lacios bigotes caídos y amarillentos, sentada a su lado una mujer que parecía su esposa, luego tres hombres, modestamente vestidos con flux y corbata y cerrando el circulo se encontraba una mujer, una mujer distinta, destinada a todo lo que había a su alrededor, quisieramos describirla pues a primera vista su presencia desentonaba de aquel grupo, ella tenía apariencia y porte distinguido, elegante y atractivo, su traje moderno de fino corte y buena tela y sin ningún esfuerzo se podía comprender que aun cuando estaba escrupulosamente vestida y perfumada, su atuendo no era lujoso, se diría que deliberadamente había escogido un atuendo que no llegara al lujo para que su presencia no resultara ofensiva ante los otros, pero a pesar de ella su presencia se destacaba irremediablemente, me olvidaba decirles que era una mujer de escasos treinta años, de piel tersa, acanelada, con unos ojos grandes, negros y brillantes, con un mirar intenso pero triste.
A veces cerraba los ojos, contagiada como todos por el gesto y las palabras de aquella mujer que tenia enfrente, la matrona que bestia la túnica blanca como una mortaja. Al apagarse la luz, el silencio se hizo mas pesado en la oscuridad, alguien se levanto y encendió nuevamente el cirio, después de cerrar el postigo de la ventana que como un ojo sin vida se asomaba a la calle. Era la medianoche cuando estuvieron sentados formando un circulo alrededor de la mesa, se tomaron de las manos unos a otros entrelazándolas y estrechándolas con fuerza formando una cadena, donde quedaban unidos como eslabones, así las rugosas manos ancianas con las fuertes y callosas de los hombres rudos de trabajo y con la suave y perfumada tersura de aquellas delicadas manos femeninas.
Iniciaban esta cadena el viejo de chorreantes bigotes apoyando su mano izquierda abierta ahora sobre el dorso de la mano derecha de la matrona y terminaba el circulo uno de los hombres quien apoyaba igualmente abierta su mano derecha sobre la izquierda de aquella hermosa mujer.
Se hizo más tenso el silencio, las sombras se proyectaban grotescas como en una danza macabra, ante la titilante lucecilla del cirio, la respiración entrecortada por el miedo la angustia delataba los pechos que la fuerza de las manos encrispadas denotaban tensión, todos hacían el esfuerzo de pensar en una sola cosa, sus frentes se perlaban y humedecían sus manos. Era un rito ancestral para invocar los espíritus. Permanecieron en esa actitud con los ojos cerrados, la cabeza ligeramente inclinada, las manos tomadas unos con otros, el pensamiento fijo durante algunos minutos.
Rompiendo en forma intempestiva el silencio reinante, se oyó la voz de aquella mujer de túnica blanca, que alzando el rostro en actitud hierática, inicio un monologo con voz pausada, lenta, grave y profunda, voz que fue alcanzando lentamente un tono sepulcral. Aquella voz monorrítmica daba la impresión de ser emitida a través de un largo tubo, pues la palabra al final salían deformadas, poco inteligibles. Era la voz como una plegaria, oración o tal vez como una congoja, era una voz de ultratumba pesada con ruidos guturales, con silencios de dolor que se quedaba a ratos y a veces era el llamado imperativo un ser distante, alejado quizás en le infinito.
De pronto la matrona emitía una voz gangosa que le daba un nuevo matiz, una mayor entonación, una voz más lastimera, para luego caer en la monotonía inicial. Y recomenzaba el ciclo ahora con vibrante voz, profunda, clara: “! Bienvenidos! Estamos en el momento propicio, y con voz solemne agregaba “es medianoche en punto”!.
Mas que hablar emitía seguidamente sonidos guturales, con voz deformada por la angustia, como posesa de espíritus ultraterrenos, alzaba la cabeza, levantaba la frente hacia el techo bañado el rostro de sudor, los ojos inmensamente abiertos desorbitados y pronunciando en forma lenta un ruego, el mismo llamado y alzando los brazos suplicantes, elevaban con ellos los de sus compañeros de circulo unidos fuertemente por las manos entrelazadas formando una cadena. Sus cuerpos rígidos se agitaban con el ritmo angustiante de la respiración, de pronto estremeciéndose dijo con voz entrecortada: “tomemos ahora aliento y reunamos nuestras fuerzas, porque vamos a dar el gran salto sobre el abismo que hay entre el mundo material y el mundo espiritual ? listos.
Pasaron unos instantes y haciendo un movimiento de negación con su cabeza, balanceando su cuerpo para negar y tratando de contener su enorme pesar se desgajo sobre la mesa como sin vida. Se produjo un silencio, se miraron los otros por un instante a los ojos desorbitados y a la expresión pálida de sus rostros, se quedaron rígidos y pendientes de lo que iba a decir la matrona, todos la veían expectantes, trémulos en la espera de algo indefinido, hasta que un sollozo broto de su garganta convirtiéndose en llanto, ladeo negativamente nuevamente la cabeza y levantarla tras un largo y profundo silencio miro a los presentes y con un gemido ronco dijo…No, no puedo mas no puedo, no lo busquemos mas porque no esta allí ” y con un doloroso suspiro absorbió las lagrimas que llegaban a sus labios…
…Permanecieron todos en silencio mirándola y mirándose entre si, las sombras ya casi se habían extinguido, una luz mortecina penetraba por los intersticios de puertas y ventanas, afuera amanecía el chisporreteo del cirio que se extinguía ponía un suspensivo en el silencio, el ambiente que se respiraba era de un aire pesado, espeso, cargado de transpiraciones. La voz de la matrona se dejo oír nuevamente, con un gesto desunió las manos y con gravedad estudiada dijo como en un decreto: “Aunque tampoco hoy, hemos podido, todo se ha resuelto en completa armonía..Todo es uno en nuestro ser ”.
Aquel grupo volvió a la normalidad, digamos recuperando cada quien su compostura normal, se abrieron las ventanas, la matrona se quito el sayo blanco que cubría su vestido, el viejo comenzó a atusarce el bigote, los hombres encendieron cigarrillos y la hermosa mujer comenzó a arreglarse el peinado con un ligero temblor de manos que acusaba juntamente con su palidez la angustia vivida momentos antes.
La Conversación se generalizo, comentándose los hechos recientes.
___Tampoco hoy – repetía la matrona, será el próximo viernes.
Llevamos seis viernes esperando, decía el viejo, creo que es imposible.
___Es imposible – afirmo la matrona – con voz grave.
El alma de los suicidas vaga en la nada sin rumbo fijo.
___No se hará presente jamás.-
Si – agrego uno de los hombres, era muy conocido de todos en la ciudad y nunca supimos con certeza el motivo de su trágica determinación. No tenia aparentemente motivos para hacerlo, hojala su espíritu pudiera hacerse presente y nos la comunicara.
Dice la gente – comento otro de los hombres, que se suicido por amor ¿será verdad? .
Bah – contesto la esposa del viejo nadie por lo menos en esta época, se suicida por amor.
¡Quien sabe – dijo la mujer joven, era un… se quedo pensativa, si agrego un ciego de amor, un romántico.
Y dicen – la interrumpió – la matrona, mirándola con firmeza – que el gran amor de su vida, estaba distante en tierras extrañas, sus amigos comentan que ella, lo traiciono, abandonándolo…
Todos se pusieron de pie dirigiéndose a la salida, al levantarse, aquella mujer de sinuosas líneas, se alisaba la falda y conteniendo un sollozo murmuraba con voz queda como en la angustia de un ruego…
Dios mío…arranca de mí este sufrimiento.
Perdóname Señor. Siguieron momentos de profundo silencio en los cuales intento caminar, se detuvo como queriendo decirle algo a los presentes, pero no le salieron las palabras, finalmente al separase del grupo brotó en sus ojos lagrimas que llenaron de dudas la mañana.-

Reynaldo Urdaneta Saavedra

Texto agregado el 04-04-2007, y leído por 119 visitantes. (0 votos)


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