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MAPANARE


Allí estaba tendido, tieso en el catre, vestido y con alpargatas. Tenía puesta la camisa blanca, la de ir a misa los domingos, parecía un colector de autobús que se hubiera acostado sin quitarse la ropa. Esa misma tarde lo habían traído, picado de culebra, pobre Cirilo, lo último que le podía pasar era eso: morirse.
Las mujeres que iban llegando al velorio traían una vela que encendían y la ponían en el piso, en un rincón, al lado de la urna y pasaban a verlo en puntillas como para no despertarlo. Saludaban a Brígida, su mujer que estaba sentada a la cabecera, con la mirada perdida y un rosario entre las manos.
Ya habían llegado al rancho todos los vecinos o casi todos, la rezandera se puso de pie y lentamente se fue acercando a los despojos de Cirilo y como un director de orquesta espero que hubiese el mayor silencio para empezar.
El rezo lo hacia con voz bastante alta, en un sonsonete aprendido con los años de practica y con las cadencias que manifestaban un profundo dolor fingido, porque siempre cobraba el rezo, pero ahora, parecía que el dolor era sincero porque esta vez no estaba ganando nada, así las inflexiones de su voz parecían mas profundas y dolorosas.
- Señor – Exclamo-…por el dolor que padeciste en la calle de la amargura…por el sudor derramado
en el huerto de los olivos…por el dolor de tu santísima madre…Que dios en su infinita bondad lo saque de pena y lo lleve a descansar la gloria eterna. Y las voces de las mujeres en coro: “Padre nuestro que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros, tu Reino…”.
Así seguía la rezandera:”Jesús divino Señor, por los tres clavos que te unieron a la cruz…el lanzazo en tu costado…y la corona de espinas…Que Dios en su infinita bondad lo saque de penas y lo lleve a descansar la gloria eterna. - “Padre nuestro que estas en los cielos……”
Un rato después concluía el rezo que termino con los brazos en alto y todas las mujeres se acercaron a la viuda para renovarle su pésame. Después se inicio la conversación entre hombres y mujeres, es decir entre todos los que allí estaban, los que hablaban sobre las bondades del difunto Cirilo en vida y lo que seria de la suerte de los pobres muchachos que por cierto eran tres.
- Por cierto que el mayor es sietemesino – le decía una vecina a la otra.
- No niña – le contesto inmediatamente – eso cree usted porque esta nueva en el pueblo, cuando Cirilo caso con Brígida, esta ya traía una buena barriga como de dos meses, oiga y dicen a mi no me consta que no era de Cirilo.
- Pobre hombre – dijo otra en el mismo tono – por eso seria que cada vez que la mujer paria, se oían los cuentos, de que a quien se parecía, si a Cirilo o al ayudante. Pobre Cirilo, que descanse en paz.
Afuera en el patio los hombres conversaban de cosas comunes, y todos se echaban sus buenos tragos. De pronto, Nemesio que buceaba con la mirada en la tierra como si algo se le hubiera perdido, escupió la saliva de la mascada de chimo, se limpio los labios con la mano abierta y pasándosela por la barbilla
- Pues como le venia diciendo así mismo, el pobre tenia para, mala suerte que le perseguía desde chiquito, noo si cuando nació su papa ya había dejado a la comadre, la dejo preñaota, así que dispues la pobre mujer se metió a vivir con otro y este le mandaba de ancho hasta que se murió la pobre.
Todos habían conocido a Cirilo, que nunca había salido del pueblo, bueno solo cuando lo reclutaron, para servirle al gobierno. El velorio se animaba con el fresco de la media noche y el menudeo de los tragos. Don benito quizás el mayor de la reunión donde ya estaban todos agrupados, era el único que no había hablado, desde temprano estuvo pensativo, con la silleta recostada de una pared, tampoco había tomado tragos, enderezo la silla y se enderezo un poco el también - Que vaina – dijo después de emitir un sonido gutural, sin separar los labios – pero, ¿ como fue que se dejo pica con esa bicha?, conociendo como conocía las mañas del trabajo, oiga y naiden mato a la mapanare ? no juña !.
Dos hombres llegaron en ese momento, machete en mano, preguntando por la viuda, entraron en el cuarto donde estaba el muerto, eran el comisario de la policía y un ayudante, Don benito al verlo llegar, se quedo mirándolos .
– Ah cara, ya como que se sabe todo.- dijo como hablando solo y recostó nuevamente la silla de la pared.
La curiosidad y la sorpresa que habían llegado juntamente con el comisario y su ayudante, por la forma tan rara de actuar, había picado mas hondo, ahora con las ultimas palabras de Don benito, los hombres los miraban y se miraban unos a otros, dos de ellos aun con el vasito de ron en la mano, no se daban cuenta de la mujer que esperaba para servirle a otros, fue Nemecio quien comenzó a preguntar, cuando nomas salían los comisarios.
- Mire compadre – déjese de vainas y dígame que es lo que usted sabe, nosotros no hemos ni olio.
- Gueno, entre el cielo y la tierra no hay nada oculto – sentencio Don benito .
– Casualmente les iba a decir lo de la mapanare, esa era una “bicha” misteriosa, porque tenía un solo colmillo, como de una cuarta larga.
La picada que le dio a Cirilo fue de abajo pa’ arriba y en toda la barriga, raro no ? .
Los presentes se quedaron como abobados sin entender o como sin querer entender las palabras de Don benito. Ahora lo miraban con el ceño fruncido y con la cara de una pregunta muda, colgándoles del presentimiento. Lo mismito esta pensando – continúo Silvino.
Don benito ahora con la silleta firme en el suelo y con el codo apoyado en la rodilla, agarrandose la barbilla se incorporo – Esa mapanare debe haberla contratado especialmente el caporal pa’ que viniera a picar al pobre Cirilo, cuando este estuviera solo y naiden lo pudiera socorrer, pobre péndelo caray.
Alguien quiso hablar, pero Don benito lo detuvo poniéndole la mano sobre el hombre y poniéndose la mano sobre los labios.
- No pregunten pendejadas, si lo sabré yo, que era su padrino y bastante lo aconseje, pero no me hizo caso, se lo dije mil veces: mire ahijao, deje esa vaina, eso le va a traer problemas, no cometa pendejadas. Pero que caray la mujer esa se encapricho, total, esa lo perseguía, pa’ que el otro pagara el pato, no joda.
- ¿Entonces Don benito, era que Cirilo estaba empiernao con la mujer del caporal ? carajo tronco d’ hembra, si cuando pasa por ahí, todo el mundo la ve con ganas.
- Mira el Cirilo que bien guardao se lo tenia – dijo otro, pero y como lo supo el mario ?
- Taba enrredao, enrredaito hasta los tuétanos – dijo Don benito – si la tenia preñaita, el solito la preño, y el otro péndejo del caporal entro en sospecha, porque ique estaba enfermo y tenia tiempo que la había dejao, así que el hombre le puso la morocha en el pecho pa’ que ella confesara, ella se lo dijo a Cirilo y el muchacho me lo dijo a mi, yo le dije: “anda vete muchacho”, pero el no, como si nada”.
Ya las mujeres se comenzaban a despedir pues era la madrugada, algunas comenzaban a llamar a sus hombres y a decirles que tenían que trabajar mañana temprano, bueno mas luego, porque ya iba a amanecer. Posiblemente el notición ya se conocía, al despedirse una de ellas les dijo a otras “menos mal que antes de morirse, comió sabroso, porque en su casa no tenia sino sobrao”.

Reynaldo Urdaneta Saavedra

Texto agregado el 04-04-2007, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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