--¡No te vayas! ¡No me dejes!
--Por favor, no comencemos de nuevo. Sabes que así tiene que ser...
--No; no tiene por qué ser así.
--Mira, Martha, es por el bien de los dos, entiéndelo. No lo hagas más difícil.
--¿Y dónde quedaron todas las promesas que me hiciste? ¿Olvidas que prometiste ante Dios que estaríamos juntos hasta la muerte?
--No vengas con eso ahora...
--No, claro. Para ti es muy fácil olvidar. Pero yo no soy así. Para mí una promesa se sostiene; es algo de mucho valor.
-- Mira, no tiene caso discutir, me voy porque así tiene que ser y punto.
--¿Y punto? Con tanta facilidad pones punto final...
--¡Basta ya!
--Esta bien, está bien. Ahora me gritas.
--Mira... perdóname, no quise gritar, pero me desesperas. Todo puede ser tan fácil... No sé por qué no cooperas.
--¿Cooperar? ¿Me abandonas y pides que coopere?
--Martha, por favor, ya hablamos sobre esto.
--Bien; bien... Vete si lo prefieres, pero en tu conciencia ha de quedar mi muerte.
--No vengas ahora con chantajes...
--¡No es chantaje! Sólo te aviso que si te vas me quito la vida.
--¡Dios! ¿Por qué no razonas?
--No; no, no te rogaré más. Puedes irte si así lo quieres, pero me lanzaré al paso del ferrocarril. Cuando quieras volver será demasiado tarde.
--Martha, la vía de ferrocarril más cercana está como a 200 kilómetros y está en desuso hace muchos años.
--Tomaré barbitúricos, muchos, gran cantidad. Me cortaré las venas...
--Hablas como una tonta...
--Sí, soy una tonta. Una tonta desde que creí en ti. Desde que te creí diferente. Desde que pensé que me amarías por siempre.
--Basta, te lo suplico, no dramatices...
--¿Dramatizar yo? Sólo te pido que no te vayas, que no me dejes...
--Nadie te está dejando cariño. Entiéndelo, tengo que ir a trabajar. ¿Por qué tenemos que pasar por esto todas las mañanas?
En Cancún, costa mexicana del Caribe.
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