Tu rostro ovalado sanciona mi risa,
Percude mis ojos,
Opaca el asbesto sucio que en mis manos niega.
Ni mano franca, ni abrazo solícito
Sólo la ausencia de un sonido
- que se asemeje a la casa, al barrio, el sentido de pertenencia, la felicidad...-

Aquí- me- entierro
Lo que sucumbe en tu mente frágil
Que no recuerda horas, días, ni dolores...
(Ni siquiera yo sabía qué hacía aquí, menos tú)

Me inspira tu delirio, me aspira tu polvo...
Seré de marcha en marcha sólo un resquicio
De lo que intencionalmente olvidaste
Como quien mutila el otoño en la prontitud de la frialdad pluviosa
Como quien absorbe la rabia y la escupe insolente en otra cara.


Cierta pisadera donde me aplasta tu falta de ingenio y mi exceso de consciencia.